PREMIOS HOUSSAY TRAYECTORIA
Noemí Zaritzky: “Nuestro trabajo tiene como objetivo mejorar la calidad de vida de la sociedad y preservar el medioambiente”
La científica platense del CONICET fue reconocida por sus investigaciones en tecnología de alimentos con un alto valor de aplicación.
Investigadora del CONICET desde 1976 y con trece años como directora del Centro de Investigación y Desarrollo en Criotecnología de Alimentos (CIDCA, CONICET – UNLP – CICPBA) – cargo que dejó el último 22 de junio -, Noemí Zaritzky fue galardonada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación con el Premio Houssay a la Trayectoria 2015.
“Me siento muy honrada y emocionada por este reconocimiento que no es sólo a mi labor personal sino que corresponde a la tarea de todo un equipo de profesionales con los que venimos trabajando desde hace mucho tiempo”, expresa.
La experta, también profesora titular del Departamento de Ingeniería Química de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), afirma que “todos los trabajos que encaramos tienen como objetivo mejorar la calidad de vida de la sociedad. En nuestra área lo hacemos mediante la optimización de las condiciones de producción y procesamiento de los alimentos tratando de alcanzar los mayores atributos de calidad. Son temáticas que guardan una estrecha vinculación con los requerimientos de la industria y la comunidad en general”.
¿Cuáles son las temáticas sobre las que ha trabajado a lo largo de su carrera?
Soy ingeniera química y mi área de trabajo es ingeniería de alimentos y medioambiente. Me he dedicado a la criopreservación de alimentos, al desarrollo de algunos productos especiales como aquellos con bajo contenido graso o libres de gluten para individuos que sufren celiaquía, por ejemplo. En ellos, las características texturales y viscoelásticas son importantes y la microestructura se vincula a la calidad. He trabajado en transferencia de energía y materia en el procesamiento de alimentos, acoplándola a velocidades de inactivación de microorganismos, desnaturalización de proteínas, y en el modelado computacional de los problemas para la optimización de procesos. También en la producción de películas biodegradables a partir de recursos renovables como el almidón, en el tratamiento fisicoquímico y biológico de aguas residuales y en el aprovechamiento de los residuos generados por la industria alimentaria. Una de las líneas iniciales que encaré en el CIDCA está vinculada a la congelación, estudiando cómo las condiciones operativas industriales influyen en la formación de cristales de hielo para lograr una mejor calidad en los alimentos. Asimismo, hemos abordado la aplicación de tecnologías no térmicas como altas presiones, ozonización y aplicación de radiación UV en alimentos. Por otra parte, fuimos pioneros en el modelado matemático del crecimiento microbiano, sobre el que iniciamos las investigaciones cuando había muy escasos aportes a nivel internacional.
¿Con qué clase de alimentos ha experimentado?
Nuestro campo de acción es muy amplio y hemos incursionado en distintos tipos de alimentos y diferentes procesos de tratamiento. Realizamos tareas de desarrollo para distintas empresas usando equipos con los que éstas no cuentan habitualmente. Ya tenemos cinco patentes nacionales y otras en trámite. Siempre tratamos de orientar nuestros trabajos de investigación a la aplicación tecnológica para que lo que generamos pueda servir a la sociedad y al país. Desarrollamos alimentos bajos en grasa priorizando que el producto final tenga la misma calidad y textura que el original. Hemos trabajado con diversas industrias alimentarias: se analizaron los efectos de la permeabilidad gaseosa de las películas plásticas de envase en la calidad de productos refrigerados para exportación y la utilización de preservadores químicos inocuos a efectos de extender la vida útil de los vegetales listos para su consumo. Aplicamos nuestros conocimientos y los aportamos al sector productivo para que de esa manera llegue a la comunidad.
¿En qué proyectos trabaja actualmente?
A partir de trabajos en colaboración con la Universidad Católica Argentina (sede Buenos Aires), estamos aplicando nuestra experiencia en alimentos al modelado matemático de la transferencia de energía en la criopreservación de material biológico. Además, en forma conjunta con el Centro para el Estudio de Sistemas Marinos (CESIMAR, CENPAT, CONICET) trabajamos en el procesamiento de residuos crustáceos para la obtención de quitosano, un biopolímero de múltiples aplicaciones.
¿Cuál es la importancia de este tipo de investigaciones?
Desde el punto de vista del aprovechamiento de los recursos y las connotaciones que tiene con el medioambiente, es realmente muy importante porque los residuos de crustáceos de los que se obtiene el quitosano son contaminantes, lo que significa un gran problema para algunos municipios. Nosotros diseñamos el proceso y la logística a efectos de aprovechar esos residuos, eliminar la contaminación, generar un producto que tiene alto valor agregado a nivel internacional, y desarrollar una serie de tecnologías que pueda ser aplicada para el tratamiento de aguas contaminadas.
¿De qué manera benefician al país los resultados de sus investigaciones?
Hemos incursionado en distintos campos para resolver problemas locales y también internacionales, porque nuestro trabajo como investigadores en el área de ingeniería implica desarrollar líneas innovadoras y con aplicación tecnológica. No nos conformamos solamente con que los resultados se publiquen en revistas científicas de muy buen nivel, sino que apuntamos a que los temas tengan trascendencia y le puedan servir al país. Otro objetivo importante que siempre he planteado es la formación de recursos humanos, fomentando que becarios e investigadores se desarrollen en temáticas de interés y generen posteriormente y en forma independiente sus propios grupos de trabajo.
Por Marcelo Gisande. CCT La Plata.