ENTRE PARÉNTESIS
No hay dos sin tres: el trabajo en equipo de un biólogo, una escritora y un ilustrador para escribir un libro
En esta entrevista, el investigador del CONICET Alberto Kornblihtt y Paula Bombara nos cuentan los desafíos de crear una obra sobre genética para niños.
La cita es en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE), un centro de investigación que depende del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Localizado en la Ciudad Universitaria, desde octubre de 2015 cuenta con un nuevo edificio que aún no está terminado.
En el tercer piso trabaja Alberto Kornblihtt, investigador superior del Consejo, biólogo y doctor en Química. Mientras esperamos a Paula Bombara, escritora y bioquímica egresada de la UBA, Alberto recibe en su oficina a varios trabajadores del instituto, del cual es su director.
Cuando llega Paula, colocamos sobre la mesa “Genética: historia de la ciencia que cambió la Historia”. Se trata de un libro de la colección ¿Querés saber? de la Editorial Eudeba que cuenta con la autoría de ambos e ilustraciones de Rodolfo Fucile.
Recorriendo sus páginas, empiezan a rememorar cómo fue que escribieron esta obra. Transcurría el año 2003, cuando Alberto trabajaba en el directorio de Eudeba y Paula acudió a la editorial para proponer la colección para chicos ¿Querés saber?, de la cual actualmente es su directora. “Me propuse como autora de los primeros títulos ya que era la científica que tenía más cerca”, sostiene Paula que en aquella época aún trabajaba como bioquímica. “Para algunos de los primeros títulos Paula consultó conmigo para ver si el enfoque y conceptos de genética, evolución y biología estaban bien encaminados, pero ahí no era coautor, era un revisor o asesor de contenidos científicos”, sostiene Alberto quien destaca que durante muchos años Bombara insistió para que escribiesen algo en conjunto: “Finalmente me convenció” dice él y Paula agrega: “Tenía la idea del impacto que podía tener este libro”.
La colección lleva trece años de vida y treinta y seis libros en su haber. Presenta una serie regular de tapa blanda sobre temas específicos – en este momento Paula está escribiendo “¿Querés saber más sobre las abejas? y otros polinizadores”, junto a la Dra. Ana Laura Pietrantuono- y una serie de tapa dura que tiene un enfoque de reflexión histórica. Componen esta serie especial dos libros: además del que estamos hablando, otro sobre evolución.
Luego de más de un año de trabajo en equipo, finalmente, en diciembre de 2013, el libro “Genética: historia de la ciencia que cambió la Historia” se publicó con una tirada de dos mil ejemplares.
¿Pero cómo fue la cocina del mismo? En 2012, comenzaron a reunirse. “Primero, discutimos con Alberto el enfoque que le queríamos dar, eso fue importante. Que fuera histórico, reflexivo sobre la genética. Juntos establecimos un índice de temas o hechos que tenían que estar sí o sí, que bibliografía consultar. En otra reunión, yo traje un boceto del texto y fuimos comentando renglón a renglón, y vimos qué cosas se podían simplificar aún más. Luego entró en nuestras citas Rodolfo Fucile, el ilustrador. Vino con sus bocetos, al principio desdibujados y luego cada vez más precisos y coloreados.
También tuvimos instancias de corrección de estos bocetos entre los tres”, sostiene Bombara. Muy humildemente Alberto destaca que su papel “fue terciario, ni siquiera secundario. Lo único que hice fue tratar de discutir aspectos de la obra”.
Paula trabajó codo a codo con un diseñador (Pablo Pérez), quien fue el encargado de generar el equilibrio entre texto e imagen, de distribuirlo a lo largo de las páginas. Luego, ella le comunicó al resto del equipo estas decisiones. Una vez terminada la obra fue revisada por la correctora de EUDEBA.
“Genética: historia de la ciencia que cambió la Historia” es el primer y único libro de divulgación para niños de Kornblihtt: “Reconozco que no es fácil escribir para chicos, más allá de que me gustan los chicos y la literatura y que yo les leía a mis hijos todo tipo de cuentos, canciones y poemas. Yo me entregué totalmente a la experiencia que Paula tiene, ella es la que sabe hasta que punto introducir un término específico, cómo no abusar de estos términos”, destaca Alberto al mismo tiempo que hace un paralelismo entre la carta que Francis Crick le escribió a su hijo de doce años en 1953 –explicándole lo que su colega Jim Watson y él acababan de descubrir- y el presente libro: “Ambos son muy respetuosos con los niños”.
El respeto del que habla Alberto se refleja en los conceptos utilizados, el rigor científico que no se pierde y en la invitación constante a que los niños se hagan preguntas. “No les damos los conceptos predigeridos, por eso la sencillez es lo más difícil de lograr. Siempre corrés el riesgo de achatar un camino sinuoso, porque el de la ciencia y el conocimiento es un camino con mucho relieve. También me interesa que en la colección se vea que no todo es fácil pero que igual es apasionante. Hay muchos intentos de presentar los conceptos de un modo fácil y divertido, y la realidad es que no siempre es así. Los conceptos tienen que hacer pensar, demandar cierto esfuerzo en la lectura; si un chico tiene que releerlos esto no quita lo interesante”, detalla Paula.
Y Alberto agrega: “Tiene mensajes que nosotros compartimos. El libro podía haber quedado simplemente en una enumeración de hechos históricos y de asombro por la ciencia, pero ya desde el título al decir que es la historia de la ciencia que cambió la Historia –con mayúscula–, tiene mucho que ver con la historia de nuestro país, ya que gracias al conocimiento de la genética fue posible identificar a los desaparecidos o las relaciones familiares de los hijos de los desaparecidos, con las Abuelas de Plaza de Mayo. Eso se explica al final, incluso hay una ilustración muy emotiva”.
Ciencia y arte
Quien lea el libro se dará cuenta que texto e imagen son protagonistas por igual. La obra posee ilustraciones artesanales –a base de lápiz- en todas sus páginas, lo que la convierte en una verdadera obra de arte. El estilo de dibujos es parecido a los de los libros ingleses de cuentos para chicos del siglo XIX, “con un gran detalle por un lado, pero por el otro con mucha ternura y fuerza en las imágenes”, sostiene Alberto.
Paula sostiene que al ilustrador se le propuso jugar con el texto: que hiciera una interpretación libre de lo que le sugerían los contenidos científicos –que son rigurosos y exigentes-. Los coautores, al venir del ámbito científico, hablaban el mismo idioma y tenían facilidad para dialogar sobre ciertos conceptos, pero el ilustrador pertenece a otro campo, el del arte. De esta forma, Fucile se convirtió en el primer lector de la obra y en conejillo de indias para chequear si los contenidos se entendían. Es importante destacar que a Bombara le interesan mucho “las zonas de contacto creativo que hay entre el trabajo del científico y del artista. Estos puntos de contacto se van perdiendo en la escolarización de los chicos, arte y ciencia se van separando, para apuntar a reunirlos, la propuesta de la colección es que sean libros con alto contenido de arte también”.
Por ejemplo, Fucile para ilustrar el hecho de que hoy en día se puede determinar la secuencia de los genomas de numerosas especies, se le ocurrió dibujar la sala de espera de un consultorio médico en el cual se les va a determinar el genoma a diferentes animales que están haciendo cola esperando su turno.
A la hora de ilustrar los textos sobre bioquímica molecular, fue Alberto quien brindó sus ideas. Como hay enzimas que se encargan de ´leer´ el ADN –escrito en el idioma de cuatro letras de las bases nitrogenadas- y ´traducirlo´ al idioma de las proteínas, había que encontrar una imagen clara y concisa. “Era muy difícil dar la mecánica de cómo se duplica el ADN, o la mecánica de cómo se lee la información del ADN; hay alguien que la traduce a otro idioma para fabricar proteínas –por eso usamos la metáfora de la máquina de escribir-. Estos conceptos le pueden parecer un poco áridos a un niño, pero luego cuando madure y los relea, volver a ver la imagen le va a resultar útil”.
Para dar otro ejemplo, para graficar a las enzimas, que son actores presentes en toda célula, Fucile dibujó unos operarios -sin rostro, de varios brazos- con casco.
Un dato no menor es que Alberto ya había trabajado con Fucile cuando este ilustró un artículo que el investigador escribió para el diario La Nación sobre Darwin y Sarmiento.
La ciencia como un derecho para todos
“Hay que pensar la ciencia como un derecho, como un derecho que los niños pueden exigirnos a los adultos. Ellos tienen que saber que están haciendo nuestros científicos y conocer más sobre aquella rama de la ciencia que más les interese”, enfatiza Paula al pensar que el fin último del libro es mostrar al quehacer científico como algo cotidiano y que nos pertenece a todos, es por eso que se invita a los chicos a hacerse preguntas y a imaginar que algún día pueden ser científicos.
Alberto agrega algo no menor, el hecho que desde esta obra se apela a la igualdad de género en el mundo de la ciencia. Es por eso que al final del libro colocaron una imagen similar a la de tapa -que es la célebre foto de Watson y Crick con el ADN- con una diferencia muy particular: se visualiza un chico y una chica, “porque el mensaje es que la ciencia no es solo patrimonio de los varones, no es que las nenas tienen que jugar con muñecas y los chicos con coches. Ahora en el presente y en el futuro hay más igualdad”, sostiene Kornblihtt.
Ya hacia el final de la entrevista, Alberto se alegra de haber recuperado las anécdotas del proceso de escritura, de pasar revista por las ilustraciones que inundan el libro, y volver a charlar con Paula, ya que con las ocupaciones cotidianas que tiene en su laboratorio había olvidado sacarlo nuevamente de su biblioteca.
ENTRE PARÉNTESIS
Todos los científicos, en algún momento de su carrera, deben volcar parte de sus investigaciones al papel. Para algunos es un desafío grande, otros manejan el lenguaje como peces en el agua. Hay quienes se entusiasman tanto que hasta pegan el salto hacia otros géneros literarios –como la ficción–, y otros que prefieren asesorar a escritores desde sus competencias científicas. Entre Paréntesis se propone como una sección cultural del CONICET desde donde dialogar con aquellos científicos que también forman parte de los anaqueles de las librerías.
Por Denise Targovnik