INVESTIGADORES
MAZZOLINI RIZZO Guillermo Daniel
capítulos de libros
Título:
Nuevos tipos de vacunas
Autor/es:
I. MELERO BERMEJO Y G. MAZZOLINI RIZZO
Libro:
Tratado de Medicina Interna.
Editorial:
Elsevier Espana
Referencias:
Lugar: Madrid; Año: 2004; p. 2779 - 2782
Resumen:
El término vacuna, utilizado para designar la inmunización activa preventiva contra las enfermedades infecciosas, deriva de la afortunada coincidencia antigénica entre el virus de la viruela de las vacas o vacuna (en inglés, «cowpox» o «vaccinia»), que cursa como una mastitis relativamente benigna, y el virus de viruela humana. Las observaciones de Edward Jenner sobre ambas enfermedades en seres humanos desembocaron en un famoso y arriesgado experimento, realizado en 1796: un niño al que se inoculó intradérmicamente exudado de pústulas de vacuna de una ordeñadora quedó protegido frente a un inóculo letal procedente de un paciente con ­viruela. Este efecto protector se debe a la similitud entre ambos poxvirus, el de la vacuna y el causante de la viruela humana, un fenómeno que no ha vuelto a ocurrir. Esta vacunación primitiva con pus de las pústulas de la vacuna, aplicada de forma masiva a escala mundial, permitió que en menos de dos siglos (de 1796 a 1980) se consiguiera erradicar del planeta la forma natural de la viruela humana. A finales del siglo xix, casi 100 años después del famoso expe­rimento de Jenner, Louis Pasteur investigando sobre los gérmenes causantes del «cólera de las gallinas», descubrió «por causalidad» que se podían obtener gérmenes vivos atenuados, no sólo incapaces de provocar la enfermedad sino que además protegían a las gallinas frente a un inóculo mortal de gérmenes virulentos. Este descubrimiento de la atenuación microbiana mediante ciertas condiciones de laboratorio fue esencial para el éxito posterior en la obtención de vacunas frente a enfermedades infecciosas humanas o de otras especies animales. La atenuación está causada por la selección de variantes que han perdido factores de virulencia necesarios para infectar y dañar los tejidos y células del huésped, pero que conservan la dotación antigénica para desencadenar una respuesta inmunitaria que protege frente al germen vivo natural y virulento. Las formas vivas atenuadas confieren inmunidad de modo más potente que los gérmenes muertos o no replicantes. La acción patogénica de algunos gérmenes se debe a la producción de proteínas concretas con efectos tóxicos (exotoxinas), y la vacunación contra esas toxinas fue posible al comprobarse que la desnaturalización química de las mismas eliminaba su toxicidad, pero no sus propiedades inmunogénicas para inducir anticuerpos que bloqueaban el efecto patogénico de un inóculo virulento posterior. Los individuos así tratados poseían anticuerpos capaces de prevenir, o tratar, el efecto tóxico en otros sujetos de similar o distinta especie. Así se llegó a la sueroterapia, cuyo efecto es transitorio ya que depende de la vida de los anticuerpos transfundidos. La sueroterapia se denomina también inmunización pasiva, porque se transfiere a un individuo las moléculas de anticuerpos generadas en otro, mientras que la vacunación constituye una inmunización activa, ya que es el sistema inmunitario del individuo vacunado el que desarrolla la respuesta inmunitaria humoral o celular que le protegerá contra la enfermedad cuando posteriormente se exponga al agente infeccioso que la causa. El efecto de la vacunación depende del fenómeno de memoria inmunitaria generada durante la respuesta secundaria, mediante la repetición de las inmunizaciones (v. «Respuesta inmunitaria»).