INVESTIGADORES
CUOZZO sergio Antonio
libros
Título:
Degradación de Clordano y Metoxicloro por Actinobacterias Regionales
Autor/es:
CUOZZO S.,; BOURGUIGNON N.; AMOROSO M.J
Editorial:
LAP LAMBERT Academic Publishing GmbH & Co. KG
Referencias:
Lugar: Saarbrücken; Año: 2012 p. 69
ISSN:
978-3-659-01420-8
Resumen:
Los plaguicidas sintéticos surgen entre 1930 y 1940 como resultado de investigaciones enfocadas al desarrollo de armas químicas que originalmente fueron probadas en insectos. La pujante industrialización, los intereses económicos de los grandes productores de plaguicidas, así como la necesidad de controlar químicamente las plagas, favoreció su fabricación y consumo a escala mundial (OMS/OPS, 1993). Con el paso de los años se han hecho evidentes los efectos indeseables de los plaguicidas sobre la salud del ser humano y el medio ambiente. Es evidente que los plaguicidas son sustancias químicas deliberadamente tóxicas, creadas para interferir algún sistema biológico en particular y que carecen de selectividad real (Ramirez y col., 2001). Muchos plaguicidas han sido paradójicamente cancelados o restringidos por los países desarrollados, pero exportados a los países en vías de desarrollo (Karam y col., 2004). Actualmente el Código Internacional de Conducta de la Food and Agriculture Organization (FAO) define a los plaguicidas como “cualquier sustancia o mezcla de sustancias destinadas a prevenir, destruir o controlar cualquier plaga, incluyendo los vectores de enfermedades humanas o de los animales, las especies no deseadas de plantas o animales que causan perjuicio o que interfieren de cualquier otra forma en la producción, elaboración, almacenamiento, transporte o comercialización de alimentos, productos agrícolas, madera y productos de madera o alimentos para animales, o que pueden administrarse a los animales para combatir insectos, arácnidos u otras plagas en o sobre sus cuerpos. El término incluye las sustancias destinadas a utilizarse como reguladoras del crecimiento de las plantas, defoliantes, desecantes, agentes para reducir la densidad de fruta o agentes para evitar la caída prematura de la fruta, y las sustancias aplicadas a los cultivos antes o después de la cosecha para proteger el producto contra la deterioro durante el almacenamiento y transporte” (FAO 1990). El uso dado a los plaguicidas ha sido múltiple y variado lo que explica su ubicuidad. La agricultura es la actividad que más emplea este tipo de compuestos, consumiendo el 85% de la producción mundial (Ramirez y col., 2001). También han sido utilizados para combatir enfermedades transmitidas por insectos vectores, tanto al hombre como a animales (Benimeli, 2004). El medio ambiente es una fuente primordial de exposición a plaguicidas, a partir de la actividad agrícola, donde aproximadamente el 47% del producto aplicado se deposita en suelos y aguas colindantes o se dispersa en la atmósfera (OMS/OPS, 1990). Así los suelos reciben el contaminante ambiental por diferentes vías, incluyendo la aplicación directa del plaguicida,  deposición atmosférica, erosión de áreas contaminadas, deposición ilegal e irrigación con agua contaminada (Barra y col., 2006) Otros fenómenos que favorecen la diseminación ambiental son la fotodegradación y la volatilización, además de la lixiviación y el lavado superficial del suelo, relacionadas ambas con las corrientes de agua y con las lluvias (OMS/OPS, 1990). Existen también estudios que comprueban que los cambios climáticos afectan de modo negativo a la toxicidad y distribución de estos contaminantes (Noyes y col., 2009). La adsorción de los plaguicidas en los suelos depende de las propiedades químicas del plaguicida (solubilidad en agua, polaridad) y de las propiedades del suelo (pH, permeabilidad, textura contenidos de materia orgánica y arcilla) (Aydinalp y Porca, 2004; Phillips y col., 2005). Estos compuestos se enlazan fuertemente a la materia orgánica del suelo, por lo que su desorción y su velocidad de transferencia de masa de la fase sólida a la fase acuosa es baja (Sánchez-Camazano y col., 2003).