INVESTIGADORES
PACHILLA pablo Nicolas
congresos y reuniones científicas
Título:
¿Dónde vivimos? Consideraciones sobre las nociones de mundo, tierra y Gaia
Autor/es:
PACHILLA, PABLO NICOLÁS
Lugar:
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Reunión:
Congreso; II Jornadas Nacionales de Becaries Doctorales y Posdoctorales de Filosofía ?Investigar en tiempos de pandemia?; 2020
Institución organizadora:
UNSAM
Resumen:
La tradición filosófica del siglo XX, profundamente marcada por la fenomenología, dedicó célebres páginas a la noción de mundo. El mundo, en tanto plexo de significaciones, sería el dónde de nuestra experiencia inmediata, previo y más originario que las nociones físicas del espacio montadas sobre él. Por el otro lado, el planeta o la Tierra corresponderían a una visión reduccionista ligada a la tendencia objetivante de la ciencia moderna. Se trata de una concepción que entró en crisis a partir del calentamiento global de origen antrópico y el reemplazo del Holoceno por el Antropoceno. En efecto, el mundo humano cargado de sentido se ve ahora constantemente irrumpido por intrusiones de aquel espacio otro que ya no reviste las características objetivas galileanas otrora atribuidas a él, sino que se revela cada vez más como un cuerpo sensible capaz de reaccionar. Una de dichas “intrusiones” es la pandemia de Covid-19 que marcó el año actualmente en curso. Esa es la razón por la cual autores como Bruno Latour e Isabelle Stengers utilizan el nombre de Gaia para hablar del planeta Tierra —aunque, desde luego, si prefieren dicho término evidentemente no se trata exactamente de lo mismo. Invocar una deidad puede parecer innecesario y extemporáneo, y sin embargo el vocablo tiene sus motivaciones. El mismo fue inicialmente propuesto por el químico e inventor inglés James Lovelock para referirse a la singularidad de nuestro planeta en el universo conocido, en tanto que sistema homeostático donde los elementos orgánicos y los inorgánicos juegan un papel homologable al que juegan en un organismo. Al igual que un organismo vivo contiene elementos inorgánicos y no por ello se niega su organicidad, del mismo modo, sostiene Lovelock, es preciso pensar a Gaia como análogo de un organismo. La teoría recibió asimismo grandes contribuciones de la bióloga norteamericana Lynn Margulis. A partir del holocausto oxigénico provocado por los primeros seres fotosintéticos, las cianobacterias habrían comenzado a “construir” —no hay que pensar en intenciones de por medio— la atmósfera terrestre tal como la conocemos, aquella que posibilitó la existencia y continuidad de innumerables formas de vida a lo largo de cuatro mil millones de años. De este modo, una de las bases de la teoría de la evolución clásica, a saber, la dualidad entre individuo y ambiente, se torna borrosa, puesto que los individuos no solo se adaptan a su ambiente sino que lo modifican, y el mismo reacciona a su vez sobre dichas modificaciones. Las apropiaciones filosóficas del concepto de Gaia, sin embargo, exceden con mucho sus formulaciones científicas. Latour, acaso el pensador más importante de la actualidad a este respecto, utiliza el nombre de Gaia para elaborar el concepto de una red abierta a la construcción política mediante el trazado de alianzas entre quienes son capaces de admitir y reconocer aquello de lo requieren para su existencia. A partir de ello, la tierra adquiere una nueva relevancia y se distingue de la noción astronómica de planeta. La pregunta que nos interpela en este contexto es: ¿cómo repensar la noción de mundo a partir de estos desplazamientos?