El capitalismo, el arsénico, un perro, una especie de paté, y yo

FERREYRA, JULIAN

Cordoba

Congreso; Cuarto Coloquio Spinoza; 2007

Frente a las interpretaciones que ubican a Deleuze como un apologista de todo lo que fluye y mana, cuyo blanco de ataque es el Estado y lo estable en todas sus formas, recurrimos a las obras en torno a Spinoza para señalar otra clave de lectura de su obra política. Estas obras apuntalan la distinción de la ontología y la filosofía práctica. Por una parte, un plano ontológico donde se construye un plano de inmanencia donde todo se compone con todo, donde cada modo efectúa toda su potencia a cada momento, donde no hay ni Bien ni Mal, donde todo vale. Por otra parte, un plano práctico donde, merced de las oposiciones y los puntos de vista, hay aumentos y disminución de potencias, hay lo bueno y lo malo, donde hay luchas y valores. Por supuesto, ambos planos están articulados; sin embargo, no son puntos de vista equivalentes. Cuando Deleuze, en obras como Mil Mesetas, enfatiza términos como lo molecular, el rizoma, lo liso, las máquinas de guerra, la desterritorialización, lo hace para insistir en los aspectos de una ontología de la inmanencia que, en ese momento del campo intelectual francés, se encontraban bloqueados por filosofías de la trascendencia. Construir a partir de estos conceptos ontológicos una axiología, establecer una jerarquía que coloca lo molecular por encima de lo molar, o las máquinas de guerra por encima de los aparatos de Estado, implica una deriva impensada por el propio Deleuze, pero que ha sido desde el inicio una corriente vigorosa de lecturas de su obra. El capitalismo, molecular y desterritorializado, no se compone con nosotros, como tampoco se compone el arsénico. Es allí donde Deleuze recurre a Spinoza como personaje conceptual para acentuar que en el plano de la filosofía práctica no hay que renunciar a nuestras partes extensivas, hay que luchar por un cuerpo político que sea adecuado a nuestras relaciones constitutivas, que aumente nuestra capacidad de actuar en lugar de someternos afectándonos de tristeza.