A propósito de "Ser digital", de Nicholas Negroponte

COSTA, FLAVIA

Causas y Azares

Lugar: Buenos Aires; Año: 1996 p. 178 - 179

Es la nuestra, se dice, una sociedad de la información. Para Nicholas Negroponte, sin embargo, no se dice lo fundamental. Porque una cosa es la información guardada en libros, revistas, discos de vinilo, cintas magnetofónicas, celuloide, papel fotográfico o videocasettes –digamos, archivada en un soporte palpable, perecedero, unidireccional-- y otra, muy distinta, la información digital; la que circula, ubicua e indestructible, por redes fantasmáticas a velocidad de rayo láser. Una información sin materia y sin contexto predecible cuyo correlato necesario sería un nuevo tipo de ser humano, capaz de organizar su percepción, su sensibilidad, su modo de ver el mundo en consonancia con estas entidades meramente luminosas. El razonamiento no es nuevo. La tesis de que los hombres son, y son transformados, a partir de las tecnologías con las que conviven ha dado lugar a obras disímiles y muchas veces fundamentales: desde la asombrosa teoría de la megamáquina humana del urbanista Lewis Mumford hasta la estupenda novela "La invención de Morel", de Bioy Casares; desde las reflexiones “mediológicas” de Marshall McLuhan al improbable ficcionario ciberpunk. En esta tradición ecléctica e inquietante se inscribe el libro "Ser Digital", el último escrito por el fundador del Laboratorio de Medios del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Allí se afirma que "las computadoras afectarán y modificarán dramáticamente la calidad de vida del hombre, gracias a su omnipresencia, no sólo en el campo científico, sino en todos y cada uno de lo aspectos de la vida humana". Y esto implica, para el autor, una total transformación de los hábitos cotidianos en un mundo que se dirige de manera "irrevocable e imparable" hacia la digitalización. Sexy pero banal, la tesis de Negroponte se detiene en esa afirmación y pasa a ser, primero, un compendio de datos, anécdotas y recetas para el uso correcto, racional, de las nuevas tecnologías, aplicadas ya al entretenimiento, a la educación, al diseño o a los negocios. Segundo, una apología del nuevo modo de ser que, mucho más que "irrevocable e imparable", parece ser profundamente bienvenido.