INVESTIGADORES
MUZLERA KLAPPENBACH jose Alberto
libros
Título:
Espacios en disputa y transformación. Poder, conflicto y trabajo en el agro latinoamericano (Siglos XX y XXI)
Autor/es:
MUZLERA, JOSÉ; POGGI, MARINA; GÓMEZ PELLÓN, ELOY
Editorial:
CICCUS
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2017 p. 222
ISSN:
978-987-693-720-7
Resumen:
PrólogoEloy Gómez PellónUniversidad de CantabriaEl libro que el lector tiene en sus manosconstituye una excelente aproximación, en clave sociológica e histórica, a la realidad problemática del agro argentino, y complementariamente a la de otros países de la región, como Brasil y Ecuador. Las páginas de esta obra son el resultado gozoso de la celebración de las XIII Jornadas Nacionales y V Internacionales de Investigación y Debate, que en esta edición fueron subtituladas con la expresiva frase de Sujetos Sociales y Territorios Agrarios Latinoamericanos.Siglos XX y XXI, y que se celebraron en el mes de junio de 2016 en la Universidad de Quilmes, gracias al empeño del Centro de Estudios de la Argentina Rural (CEAR) creado en el seno de esta última Universidad en el año 2010, y del Centro de Estudios Interdisciplinarios Latinoamericanos (CEIL) adscrito a la Universidad de la República de Montevideo, contando con el auspicio del CONICET y con el de la propia Universidad de Quilmes. Pocas veces una institución tan joven como el CEAR ha sido capaz de producir una nómina tan inmensa de actividades y de concitar el interés de tan acrisolados investigadores, lo cual es motivo de satisfacción para todos y muy especialmente para cuantos hacemos del agro el locus de nuestro quehacer investigador. Puede sentirse muy orgullosa la nación Argentina al ver que los fondos públicos que se invierten en estudiar el campo argentino generan unas cosechas tan cuajadas de frutos.Los autores de esta obra, en efecto, son investigadores curtidos, que fueron criados a la sombra de distinguidos científicos sociales argentinos y latinoamericanos en los estudios rurales. Todos ellos nos han ofrecido espléndidas páginas sobre la realidad agraria de Latinoamérica, en general, y de la Argentina en particular. El título del libro, Poder, Conflicto y Trabajo en el Agro Argentino, que no puede encerrar un acierto mayor, remite inconfundiblemente al CEAR argentino, encarnado en un grupo de personas que han hecho de las investigaciones agrarias su vida científica y su pasión académica. La mirada de sus autoras y de sus autores se despliega por los territorios que dan soporte a una actividad agraria impenitente en simbiosis con una naturaleza próvida y con unos sujetos que no son sólo sujetos individuales, que lo son, determinados por el mundo exterior como planteaba el objetivismo de Durkheim, o más bien dotados de capacidad autónoma como los percibía el nominalismo de la teoría weberiana. Son, además, sujetos sociales. Ciertamente, por un ladoson sujetos individuales, señores y dueños de su mismidad, y, por otro lado, viven en interacción con otros seres humanos como ellos, en un idénticolevensweltomundo de vida, como diría Husserl, que los convierte en sujetos sociales, compartiendo una cosmovisión indiferenciada y un mismo estilo de vida. Son personas que tienen intereses coincidentes y se hallan insertos en grupos sociales en los que la liza forma parte de su vida cotidiana, lo cual les impulsa a ser activos, esto es, actores del escenario común en el que les ha correspondido llevar a cabo los roles de su vida cotidiana, que contribuyen a proporcionales su característico estatus. No son una mera categoría estadística, sino algo más. Son hijos del entorno, que se definen por los vínculos que poseen con otras personas y por las instituciones que modelan su conducta.En el libro se habla mucho de poder, de trabajo y de conflicto. Weber predijo que el poder tendía a crecer en las sociedades modernas, como la burocracia y como tantas cosas. Pero a Weber, que le preocupaba la acumulación de poder, le preocupaba más aún que éste se convirtiera en dominación, esto es, que la capacidad de individuos e instituciones de hacerse obedecer fuera desmedida e irrefrenable. En el mundo agrario de Latinoamérica, y Argentina constituye un ejemplo, este poder llega a ser tan grande que deviene en soberbia. Individuos y grupos se sienten capaces de modificar la conducta de otros individuos y grupos, simplemente apelando a una obediencia que se torna en sumisión y en humillación. Y no sólo preocupa la acumulación de poder sino, en ocasiones, también la influencia que ejercen algunas personas individualmente o asociadas con otras para conseguir sus fines. Estas personas influyentes, al amparo de su estatus, heredado o adquirido, ejercen una presión moral insufrible sobre otras personas. Al fin y al cabo, estos son los mecanismos que han permitido la construcción de las relaciones humanas en el medio rural de planicies como la pampeana, la chaqueña o la patagona. Todo ello explica que el medio rural sea de una gran dureza en el plano humano. Una joven escritora argentina de Entre Ríos, llamada Selva Amada, que cultiva la literatura con primor, y que ha he hecho del medio rural argentino el objeto de su narrativa, decía hace poco tiempo, a propósito de una entrevista en un conocido medio de comunicación español (El País, 22/11/2014), que ?cuando me propuse ser escritora pensé que era bueno contar el ambiente en el que me crie: la dominación de lo masculino, de hombres violentos o malenetretenidos, como decimos en Argentina, en un pueblo de gente con pocos recursos?? Ciertamente, no es extraño que la narrativa de Selva Amada sea de raigambre rural; gran parte de la literatura argentina se ha creado mirando a la inmensidad de su ruralía. La vieja literatura gauchesca no ha dejado nunca de existir, porque se ha ido metamorfoseando de mil maneras. Aquellos tipos camperos, rudos y melancólicos sobreviven hoy en otros cuerpos que pueblan el agro de grandes áreas de Argentina, de Uruguay, de Brasil, de Bolivia y de otros lugares. Los peones de hoy son los gauchos del ayer, o, dicho de otra manera, los tipos morales que creó José Hernández, el autor deEl gaucho Martín Fierro residen hoy, enclaustrados en otros cuerpos, en las novelas de Selva Amada. Los gauchos y los peones representan la vida inclemente del campo, la pobreza, la desesperanza y la tristeza, pero también las ansias ilimitadas de libertad en un campo duro para vivir pero bello para amar y para soñar. La literatura argentina posee una profunda tradición ruralista, de modo que se convierte en una inagotable fuente de información para cualquiera que aspire a explorar la cultura de este país, como cuenta con singular maestría Graciela Montaldo en un libro de obligada lectura: De pronto el campo. Literatura argentina y tradición rural (1993), cuya síntesis es que el imaginario argentino está construido a base de escenas rurales extraídas de un fondo común de experiencias que son patrimonio de los argentinos, presentes y ausentes. El mensaje de esta obra es que el campo vertebra la literatura decimonónica de la Argentina y buena parte de la producida en el siglo XX. Más aún, la pampa constituye la imagen secular de los escritores argentinos, y la tradición gauchesca una decantación del campo argentino, que, no en vano, ha seducido a lo más florido de las letras argentinas, y sirva para expresarlo la reescritura dela misma que, con singular pericia, llevó a cabo Jorge Luís Borges. Curiosamente, Argentina ha dejado de ser rural hace largo tiempo. La mitad de los más de 40 millones de habitantes del país viven en localidades de más de medio millón de habitantes. El resto de la población vive en aglomerados urbanos más pequeños, salvo los 3,6 millones escasos de argentinos que habitan en el medio rural y que representan poco más del 8,5 de la población total. Por supuesto, la actividad agraria supone la ocupación directa de una pequeña parte de la población rural, que ronda las 330.000 personas. En consecuencia, las actividades agrarias constituyen la ocupación directa del 2% de la población activa. La mayor parte de los habitantes del medio rural argentino participan del espíritu de las nuevas ruralidades,de acuerdo con el señero concepto acuñado por la difunta Norma Giarracca, dedicados a actividades industriales, artesanales, comerciales, hosteleras, turísticas y de todo tipo. Aun así, la actividad agraria argentina reporta más de la décima parte de su Producto Interior Bruto, lo cual es indicativo de sus descomunales dimensiones. El comercio agroexportador de Argentina es enorme, aunque se haya retraído en el transcurso del último medio siglo. La destacada producción de cereales (trigo, maíz, arroz, sorgo, etc.), de leguminosas como la soja, y de fruta, entre otros productos, convierten a la agricultura argentina en una de las más poderosas de la Tierra. Si a ello se une su desmesurada ganadería, compuesta por un cuarto de millón de explotaciones que se desparraman sobre 153 millones de hectáreas, tendremos una idea aproximada de las magnitudes de esta potencia agropecuaria que es Argentina. Tras estas magnitudes se esconde una distribución desigual y problemática de la tierra, que se explica por razones históricas. Esta injusta distribución de la tierra creció en iniquidad con la República, tanto por el apoderamiento que se produjo durante el siglo XIX de las tierras ocupadas por los pobladores nativos, como por el clientelismo político que dio lugar a generosos repartos de tierra por parte de los gobernantes que, de esta manera, gratificaban el apoyo prestado por los notables, lo cual fue norma durante el siglo XIX, pero aún lo continuó siendo durante el XX, que es período por el cual discurre esta obra. Estos terratenientes acabarían integrando las elites argentinas y ejerciendo un papel determinante en la vida política de los argentinos. La tierra, durante el siglo XX fue lugar de promisión ycontinuó generando grandes capitales que, progresivamente trasvasados a los negocios de la vida urbana, acabaron convirtiéndose enel fundamento de la portentosa actividad mercantil de estos capitalistas argentinos de orígenes rurales.A la postre, Argentina es uno de los escasos países de América Latina que no ha sido objeto de una Reforma Agraria, y eso teniendo en cuenta, a decir verdad, que cuando ésta se ha llevado a cabo en otros países de la región siempre ha generado magros resultados. En el caso de Argentina, un conjunto de factores que se hallan implícitos en los párrafos precedentes de este texto, lo ha impedido. El reparto de la tierra se ha postergado porque, históricamente, cuando ha sido necesario, se ha modificado la frontera agraria mediante nuevas colonizaciones. Por otro lado, la estructura agraria basada en el latifundio es particularmente apta para el negocio agroexportador, el cual siempre ha ocupado un lugar predilecto en la economía argentina. Complementariamente, la reivindicación de la Reforma Agraria fue durante el siglo XX muy templada en Argentina, y modesta incluso en los años sesenta y setenta, cuando en muchos países de América Latina se invocaba la justicia de la tierra. En Argentina, sin embargo, el clamor fue débil porque para esta época el país había adquirido los caracteres típicos de las sociedades urbanas, hasta el extremo de que la población rural era ya escasa. Por estas razones, los partidos políticos, cuando podían existir, eran de base urbana, y más aún los que amparaban la existencia de los gobiernos populistas.Pero, también por estos motivos, en Argentina, al revés que en la mayor parte de los países latinoamericanos, el campesinado ha carecido de fuerza reivindicativa, y hasta se puede decir que desde hace mucho tiempo es muy escaso, si alguna vez fue pujante. Además de ser cuantitativamente reducido, se halla circunscrito a áreas geográficas marginales, o que, al menos, no son decisivas desde el punto de vista económico. Pero, además, estos campesinos, por regla general no son precaristas,y raramente aparceros o medieros, sino que están en posesión de un título que les permite aprovechar la tierra de sus pequeñas explotaciones con ciertas garantías, como arrendatarios o como ínfimos propietarios. En general, además, no son campesinos que produzcan exclusivamente para el consumo, sino que, de acuerdo con una definición mucho más amplia de campesino, generan pequeños excedentes para el mercado, y, en este sentido se hallan más cerca de los pequeños productores, dedicados, sustancialmente, a la generación de bienes para el mercado. Además, no es raro que algunos de los miembros de la explotación campesina sean, al mismo tiempo, peones, jornaleros o temporeros en una gran explotación, lo cual les permite compartir su visión campesina de la vida con otra más que podemos llamar proletaria. La Reforma Agraria implica la existencia de una estructura de la tierra en la cual la distribución de la tierra genere unas contradicciones tan grandes y radicales que hagan inasumible el sistema, que es, justamente, lo que no ha sucedido ni tan siquiera en la rica pampa argentina.El campo argentino de hoy sigue siendo patrimonio de grandes productores agrícolas y pecuarios, que conviven con medianos y pequeños productores, aunque estos últimos lo hagan en medio de crecientes dificultades y su existencia sea menguante, y con un campesinado limitado cuantitativamente. Todos estos grupos sociales viven en un mundo rural en el que los actores sociales se multiplican por causa de las nuevas actividades que van naciendo en el mundo rural, esto es, de las nuevas ruralidades, acaso como resultado de la propia evolución del capitalismo, y con el consiguiente avance de la población asalariada. Es así que la agricultura a tiempo parcial, la pluriactividad y otras estrategias son términos al uso en el campo argentino. Podríamos decir que una de las características del campo argentino en las áreas más cercanas a las grandes aglomeraciones urbanas es la de la multifuncionalidadde las áreas rurales, en buena medida por efecto de las políticas públicas de desarrollo.El libro que tiene la oportunidad de leer el amable lector examina rigurosamente distintos escenarios del agro latinoamericano, brasileños ecuatoriano y argentino, con especial atención a este último. Un grupo de selectos investigadores de las ciencias sociales analiza con mirada penetrante los espacios de la ruralidad, dando buena cuenta de las relaciones de poder, de la estratificación social y de la conflictiva existencia de los sujetos sociales que protagonizan la obra, mostrándonos cómo el agro latinoamericano en general, y el argentino en particular, ha sido labrado con el duro esfuerzo de mucha generaciones, que con fortuna en unas ocasiones, y con desdicha en otras,construyeron el mundo que conocemos hoy. Enhorabuena a sus editores y a sus autores, y a todos cuantos han convertido en realidad el sueño de ver publicado este libro.Santander (España), 1 de febrero de 2017