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Las ruralidades del siglo XXI plantean la necesidad de diseñar e implementar una nueva generación de políticas públicas adecuadas a la diversidad de configuraciones de los territorios agroproductivos, las especificidades subregionales, y el universo diferenciado de actores territoriales. Desde esta premisa es que se busca aportar al conocimiento de las distintas tramas territoriales existentes en un ámbito regional donde la bipolaridad de las estructuras agrarias ha sido la condición dominante en su evolución agroproductiva.En vastos espacios del Nordeste Argentino el efecto condicionante que representó la estructura agraria con predominio de tamaños extremos -resultante de la política de tierras implementada particularmente entre fines del siglo XIX y los dos primeros tercios del siglo XX- ha persistido históricamente, dando lugar al relegamiento de la pequeña y mediana agricultura a las áreas residuales que dejó el reparto de la tierra pública. El confinamiento de las pequeñas explotaciones, -con su potencial de arraigo, soberanía alimentaria y generación de trabajo- a las zonas que quedaron libres (por su lejanía o su poco valor relativo) del reparto discrecional de la tierra en la región, permitió consolidar áreas que se constituyeron en reductos de la agricultura familiar por su propio origen, restringido a la extensión de la tierra que podía ser trabajada por el grupo. Estas zonas objeto de la colonización estatal, han persistido a pesar de la presión ejercida por la avidez especulativa de tierras y se han ido consolidando como tramas territoriales con un potencial estratégico para fortalecer un desarrollo rural regional incluyente y sostenible. Sus inercias y transformaciones en los últimos veinte años constituyen el objetivo del análisis en esta oportunidad.

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