INVESTIGADORES
ZANCA Jose Antonio
libros
Título:
Cristianos antifascistas. Conflictos en la cultura católica argentina
Autor/es:
ZANCA, JOSÉ ANTONIO
Editorial:
SIGLO XXI EDITORES
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2013 p. 269
ISSN:
978-987-629-336-5
Resumen:
La historiografía argentina ha registrado la intervención pública de lo religioso a partir del estudio de los grupos nacionalistas desde la década de 1930. Si bien esa propuesta ha brindado singulares aportes, un segmento importante del catolicismo, representado por las figuras de Manuel Ordóñez, Rafael Pividal, Augusto Durelli, Ludovico Ivanissevich Machado, Eugenia Silveyra de Oyuela, en empresas culturales como la revista Orden Cristiano, Estrada, Edición, Relación, Criterio (en los años cincuenta), su peso en la cultura antifascista, o en estructuras políticas como el Partido Demócrata Cristiano o el humanismo e integralismo universitario, no ha sido incluido en ese cuadro. El trabajo pretende debatir las lógicas de construcción de capital simbólico y legitimidad en el interior del campo católico argentino, examinando su dinámica interna a partir de la caracterización del humanismo cristiano y su inserción en el proceso histórico en el que se movió la cultura católica en las décadas centrales del siglo XX. El humanismo cristiano estuvo vinculado con la presencia de intelectuales europeos entre los que se destacó la figura de Jacques Maritain, quien visitó Argentina en 1936. Su oposición a Franco durante la Guerra Civil española y al fascismo en general, pautaron las características de un segmento del laicado mundial que tuvo una expresión importante en Sudamérica. Detrás de los posicionamientos políticos de este sector se podía leer una particular antropología. En los años treinta, preponderaba en el nacionalismo una visión oscura del ser humano - reflejada en el concepto de hombre-masa, que recogía Pío XII en su alocución de navidad de 1944 - irredimible y sometido a la acción de los líderes, los caudillos, los que superando la mediocridad del número, estaban destinados a las grandes hazañas. Los maritainianos argentinos (como también se los designó) formularon una interpretación alternativa: si bien coincidían en reconocer la "tragedia" que abrió la modernidad con la autonomización del hombre y su aspiración al autogobierno, el humanismo cristiano proyectaba, a través del personalismo, una forma de reconocimiento de los derechos humanos y la democracia como elementos de inspiración "esencialmente cristianos". Esa distinta concepción del hombre le permitió a los maritainianos reconciliarse como católicos con la democracia, defendiéndola como un sistema que habilitaba el perfeccionamiento humano. La irrupción de la "nueva cristiandad" maritainiana expresaba, en forma invertida, la aspiración a una nueva laicidad: diversa a la del siglo XIX, era impulsora de una nueva relación entre iglesia, religión, estado y sociedad civil. Al mismo tiempo, el humanismo cristiano proyectó una nueva eclesiología y religiosidad, en la cual se invertía el proceso de "clericalización" del campo católico argentino, característico de los años veinte y treinta. El discurso del humanismo cristiano catalizó de distintas maneras el proceso de secularización interna del campo católico, es decir, su "desclericalización". Por un lado, en los contextos de crisis y enfrentamiento interno con otros sectores, fuese la autoridad eclesiástica, el nacionalismo, etc., los humanistas desarrollaron formas de reivindicación de componentes de la modernidad - como los derechos de la persona - pero también de una nueva forma de religiosidad, más austera e interior, frente a la formal e instrumental del nacionalismo más maurrasiano. Si no reconcilió al catolicismo con la modernidad, el humanismo intentó buscar los orígenes cristianos de sus "buenas" realizaciones. Por otro lado, involucrado en las tensiones mismas del campo católico, el humanismo cristiano utilizó el capital intelectual propio para emitir discursos que se distinguían en su legitimidad de la autoridad tradicional de la jerarquía. Haciendo una relectura del magisterio, instrumentalizando la palabra del Papa, desplegando estrategias en un medio que les era claramente hostil, la propuesta del humanismo a la larga tendría proyecciones más efectivas que las de sus contendientes. El texto explora las características de ese entramado de símbolos, tradiciones y prácticas que constituyó la cultura católica entre el período de entreguerras hasta el Concilio Vaticano II. La forma particular en la que se articularon los diversos discursos dentro del catolicismo revelaba una tensión permanente entre el peso del magisterio eclesiástico, en su intento por construir una tradición interpretativa única y controlada, abarcando todas las áreas del quehacer humano; y las hermenéuticas que a cada paso surgían, - en especial con la ampliación del campo católico - y que eran refractarias, en mayor o menor medida, a ese intento de ser normatizadas. El debilitamiento del control eclesiástico sobre la palabra de los intelectuales quedó expuesta en los años cincuenta, cuando a pesar de la persecución del Vaticano a las obras que intentaban cerrar el ciclo de la cristiandad, las nuevas formas de percibir el pecado, la sociedad, el sacerdocio y finalmente, la Iglesia, se fueron desmarcando cada vez más del espíritu normativo de Roma y de sus episcopados más obedientes.