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Las publicaciones periódicas constituyen la fuente y el instrumento privilegiados para auscultar los tiempos y los ritmos con que las ideas, las palabras y las imágenes producidas por un campo disciplinar internacional, lleguen erráticamente a nuestros países. Las traducciones y reproducciones son el embalaje y el marco que define la perspectiva posible desde dónde conocerlas y contextualizarlas. Las citas, las paráfrasis escamoteadas, nos dan la pista de la singularidad de las selecciones locales, la extensión y coloratura de su recepción. Son la prueba de las lecturas, y de un tráfico de novedades estimulados por el viaje circunstancial o la beca de estudio. Además las revistas como fuente ofrecen la garantía de un público lector extendido y la certeza de que fueron referencia obligada para la mayoría de los profesionales, sobre todo si trabajamos sobre la primera mitad del siglo. Por último, son foro de debate, de delineación de perspectivas comunes frente a coyunturas locales y escenario para la consolidación de nuevos estadios del sentido común. Estas presunciones se demuestran cabalmente en torno a la emergencia y consolidación del Urbanismo como nueva profesión, hacia fines de los años 20, y a sus sucesivas transformaciones teóricas y procedimentales, aceleradas por la oportunidad de la reconstrucción de la ciudad de San Juan, asolada por el terremoto de 1944. Allí se demuestra no sólo el sorprendente nivel de actualización y la inagotable curiosidad de los profesionales nativos, sino también su capacidad de definir una agenda propia, vinculada a acontecimientos y oportunidades locales, y donde la referencia a teorías y modelos extranjeros es estratégica y cuidadosamente selectiva.

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