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El perro (Canis familiaris) es indudablemente una de las especies más estrechamente vinculada con las sociedades humanas y una de las que presenta mayor dispersión a lo largo del mundo. No solo constituye el animal doméstico más rápidamente incorporado a la vida cotidiana de sociedades muy diferentes entre sí, sino también la primera en ser domesticada. La información arqueológica muestra que los perros acompañan a los grupos humanos desde finales del Pleistoceno lo cual se refleja en un notable registro cuyas cronologías más tempranas lo ubican entre los 14.000 y los 12.000 años AP del Neolítico de Asia y Europa. A partir de ese momento se reconoce una gran irradiación de la especie, alcanzando la mayor parte del planeta durante el Holoceno. Si bien en América el perro habría ingresado con los grupos cazadores-recolectores asociados con el poblamiento inicial del continente (ca. 13.000 años AP), su dispersión a través del mismo no se produjo de manera homogénea. En Norteamérica, los registros muestran una dispersión relativamente rápida y en contextos arqueológicos muy diversos. Por el contrario, en el hemisferio sur este proceso se habría producido con posterioridad y habría estado restringido a contextos específicos, sobre todo del área andina y/o en asociación con sitios vinculados a sociedades jerarquizadas. En el caso de Pampa y Patagonia, hasta la reciente aparición de restos de perro en los sitios El Chenque 1 (La Pampa) y Angostura 1 (Río Negro), las evidencias eran escasas y controvertidas. En este trabajo se presenta una síntesis del estado de la discusión sobre la presencia de Canis familiaris en Sudamérica, en general, y en Pampa-Patagonia, en particular. Asimismo, se propone un modelo general para explicar su dispersión y tardía aparición entre las sociedades igualitarias del Cono Sur.

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