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El capítulo analiza la presencia de Eduardo Borrás, dramaturgo español exiliado en Argentina, en el teatro rioplatense de los años cuarenta y cincuenta. Borrás constituye uno de los casos de asimilación profunda de escritores españoles exiliados en el mencionado país sudamericano, a punto tal que su procedencia española se disimuló notablemente luego de codearse con buena parte de la comunidad artística nacional más emblemática de los años cincuenta. Esta adaptación al nuevo medio se confirma con su aparición en varios de los más importantes diccionarios teatrales del Río de la Plata. En esas biografías las alusiones a las razones de su exilio o a sus vinculaciones políticas son breves y poco detalladas en contraste con sus contribuciones en el mundo artístico durante su estadía en el país de recepción. Tanto el cine como el teatro fueron para Eduardo Borrás sus hábitats naturales, pero fue el primero el que le dio al autor la posibilidad de trascender los límites nacionales, puesto que varios de sus guiones se filmaron en el extranjero, especialmente en México. A diferencia de otros exiliados que mantuvieron más activas sus redes de integración con la comunidad republicana en el exilio y que frecuentaron con mayor asiduidad en sus obras los conflictos políticos en España o el tema propio del exilio, Borrás pareció inclinarse hacia un cine y un teatro de corte más comercial liderado por un grupo de artistas locales que contaban con gran popularidad en el país e incluso con marcada proyección internacional, tales como Hugo del Carril, Narciso Ibáñez Menta, Amelia Bence, Tita Merello, Alberto Closas, entre otros. Por estas circunstancias, sus guiones y sus puestas en escena se embebieron de elementos del mundo cinematográfico ?decorados, efectos de luces y sonido, vestuario, etc.?, cuya espectacularidad le granjeó tanto simpatías como objeciones entre los críticos.

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