INVESTIGADORES
RAMOS Ana Margarita
libros
Título:
Memorias fragmentadas en contextos de Lucha
Autor/es:
RAMOS, ANA MARGARITA; RODRÍGUEZ, MARIELA
Editorial:
Teseo
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2020 p. 388
ISSN:
978-987-723-255-4
Resumen:
La mayoría de las personas que integramos el Grupo de Estudios sobre Memorias Alterizadas y Subordinadas (GEMAS) realizamos investigaciones comprometidas con comunidades y organizaciones indígenas --y en menor medida, con migrantes de países limítrofes y afrodescendientes--, tal como ilustra el contenido del presente libro. Entre los compromisos que hemos asumido desde la conformación del equipo, en 2008, se encuentra la tarea de acompañar procesos colectivos de reconstrucción de eventos, experiencias, narrativas y conocimientos de los grupos subalternizados con los que nos hemos ido involucrando, así como también instancias de reflexión sobre los marcos interpretativos que se ponen en juego al momento de abordar las relaciones pasado-presente. Esta decisión implicó, por lo tanto, acompañar proyectos cuyo objetivo es reconstruir tramas de memorias. Dichas tramas orientan decisiones y acciones políticas, ponen en valor historias banalizadas, silenciadas o negadas, y fortalecen procesos organizativos en marcha.Ahora bien, acompañar la reconstrucción de procesos colectivos orientados a consolidar junturas socioculturalmente significativas nos enfrentó al desafío de trabajar con memorias fragmentadas que, a su vez, se nutren con información dispersa en múltiples soportes y materialidades. Hemos desglosado este desafío en torno a dos ejes de reflexión: uno abstracto, analítico, en el que dichas memorias dialogan con la etnografía del fragmento, y otro concreto, anclado en los dispositivos estatales coercitivos y hegemónicos que subalternizaron y continúan subalternizando a los pueblos indígenas. El primer eje de reflexión involucra, entonces, a las herramientas teóricas y metodológicas disponibles para abordar las memorias subalternas desde una etnografía del fragmento. Cuando comenzamos a pensar colectivamente cuáles son los aspectos de la memoria que solemos incluir en la noción de fragmento tomamos conciencia de que no estábamos frente a una posición unívoca, sino que nuestras interpretaciones remiten a una variedad de elecciones conceptuales y entendimientos sobre la política y lo político. Estas divergencias, además, no solo ocurren al interior del equipo de investigación, sino también entre las familias, comunidades y organizaciones indígenas. A partir de estas reflexiones nos preguntamos si en el trabajo con memorias fragmentadas subyace --siempre y en todo lugar-- el deseo de construir narrativas totalizadoras tal como lo hace la hegemonía. Y si así fuera, ¿cuáles serían las características de dichas narrativas? O bien ¿es viable que las historicidades indígenas puedan legitimarse en el espacio público enfatizando positivamente su dispersión, heterogeneidad y fragmentación? Por último, tomando en cuenta los hechos y los relatos que los indígenas consideran significativos para sus propios proyectos de restauración de la memoria colectiva ¿cuáles serían los marcos interpretativos que les permitirían articular los fragmentos?El devenir de los pueblos indígenas, por otro lado, ha sido interceptado por la enajenación de sus territorios y su sometimiento como mano de obra precarizada o semiesclava, a través de dispositivos coercitivos y hegemónicos desplegados por los Estados imperiales primero y por los Estados republicanos posteriormente, en el marco de relaciones de colonialidad cuyas consecuencias continúan hasta hoy. El segundo eje integra, de este modo, dos temas de reflexión: las consecuencias de la violencia estatal para la memoria de los pueblos indígenas y los cuestionamientos de dichos pueblos a los discursos monolíticos de la historiografía nacional.Los avances militares sobre los territorios indígenas, que comenzaron a mediados del siglo XIX en la región Pampeana y Patagónica y continuaron durante el siglo XX en la región Chaqueña ?referidas como "Conquista del desierto" y "Conquista del desierto verde" respectivamente?, no solo impactaron en sus instituciones y estructuras de organización sociopolítica, sino también en sus sentidos de pertenencia y en los procesos de transmisión. La nación argentina se fundó, así, sobre un conjunto de eventos traumáticos que involucró desestructuraciones familiares y políticas, desplazamientos, reclusiones en cárceles y campos de concentración, torturas y asesinatos, relocalizaciones selectivas y acotadas de los sobrevivientes en zonas marginales. La violencia mutó, ya en el siglo XX, en políticas asimilacionistas que aceleraron los procesos de migración desde las zonas rurales a las urbanas e impulsaron las desadscripciones. Más precisamente, fueron dichos procesos de consolidación del Estado y sus políticas de incorporación y asimilación a una ciudadanía indiferenciada --que reúne a sectores subalternos variados-- las que fragmentaron a los pueblos preexistentes; la fragmentación de su memoria es, efectivamente, una de sus consecuencias. Además de la violencia coercitiva, la formación social argentina se ha ido consolidando a través de narrativas y prácticas hegemónicas. Concretamente, los relatos fundacionales presentan a la violencia referida en el párrafo anterior como acontecimientos inevitables y necesarios para la conformación del Estado. En la historiografía nacional --y también en las variaciones locales provinciales-- la historicidad indígena suele estar subordinada a la ideología civilizatoria, orientada por una definición monocorde del progreso. De este modo, la Historia --con mayúscula, totalizante y unilineal-- desestimó esas otras historias múltiples y disgregadas, suspendidas en memorias ocultas, avergonzadas, borroneadas, tachadas y silenciadas. La decisión política --sostenida en el tiempo-- de proyectar una nación a espaldas de los pueblos preexistentes condicionó la conformación de los archivos institucionales y las posibilidades de acceder a los mismos. La selección de algunos segmentos del pasado indígena --archivados, clasificados, catalogados, interpretados y controlados por arcontes que cercenaron el acceso a los protagonistas de los hechos o, bien, a sus descendientes-- generó representaciones subvaluadas de los sujetos y colectivos indígenas y, a su vez, vació de contenido político la resistencia. La arqueología, por su parte, considerada en épocas anteriores como ciencia auxiliar de la Historia, extendió el origen de la nación a la prehistoria. Interpretado a través de fragmentos materiales o intangibles, el pasado indígena ha sido y continúa siendo apropiado como patrimonio estatal complementando, de este modo, la enajenación territorial con la alienación de sus conocimientos, sus prácticas, sus objetos, sus muertos. La fragmentación de la memoria indígena, por lo tanto, también responde a la construcción de una Historia hegemónica que ha negado, banalizado e invisibilizado las historias e historicidades indígenas socavando sus sentidos de pertenencia y devenir.