BECAS
CORDERO Jose Agustin
capítulos de libros
Título:
Cambios en la amplitud de dieta de cazadores recolectores de Patagonia septentrional desde c. 10.000
Autor/es:
JOSÉ AGUSTÍN CORDERO
Libro:
Signos en el Tiempo y rastros en la Tierra
Editorial:
Universidad Nacional de Luján
Referencias:
Lugar: Luján; Año: 2007; p. 127 - 134
Resumen:
En los últimos años los análisis de los restos faunísticos recuperados en las excavaciones del norte de la Patagonia han quedado retrasados con respecto a otras áreas. La recuperación y los escasos análisis de estos restos nos han permitido hacer algunas inferencias que van desde los procesos de formación de sitios (Lezcano y Fernández 1999) a las estrategias de asentamiento y subsistencia (Ceballos 1987; Fernández 1988) atravesando aspectos tan importantes como la estacionalidad de las ocupaciones y la dieta de los grupos cazadores recolectores (Massoia 1982, 1987; Pérez et al. 1999a y b). Es bastante la tarea necesaria para cubrir este déficit pero aquí queremos plantear la necesidad de realizar análisis zooarqueológicos tendientes a complementar los trabajos que vienen desarrollando, hace casi treinta años, el equipo de Eduardo Crivelli y Mabel Fernández. Correspondió a Silveira (1979) y Mengoni Goñalons y Silveira (1976) ofrecer algunas de las primeras interpretaciones económicas y de subsistencia con base en el análisis tafonómico de conjuntos de restos óseos. Desde entonces los análisis zooarqueológicos se han ido incorporando en los programas de investigación desarrollados en la Patagonia (Borrero 1988, 1995a, 2001; Mengoni Goñalons 1988). En este contexto, resulta importante destacar que la mayor parte de la bibliografía generada al respecto se ha centrado, fundamentalmente, en el estudio de los restos óseos de Lama guanicoe. En este sentido, la identificación de estrategias de procesamiento y la búsqueda de patrones en el aprovechamiento de este ungulado se han revelado como algunas de las principales preocupaciones de los zooarqueólogos que trabajan en la Patagonia (Borrero 1990; De Nigris 1999a y b; Fernández 2001; Mengoni Goñalons 1983, 1988, 1999; Mengoni Goñalons y Di Nigris 1999; Muñoz 1997, 1999). Aunque la importancia de este taxón en la dieta de las sociedades de cazadores-recolectores que habitaron la mitad austral del cono sur sudamericano resulta incuestionable, el papel cumplido por otras especies en las paleodietas patagónicas dista mucho de hallarse claramente establecido y ha sido, con unas pocas excepciones (Mengoni Goñalons 1983; Fernández 1988-1990; Pérez et al. 1999a y b) poco documentado. Las consideraciones anteriores resultan más llamativas si se tiene en cuenta que en la mayoría de los sitios arqueológicos que se han excavado en la Patagonia se ha identificado una amplia variedad de especies. Recién en los últimos años se han publicado algunos trabajos que se abocaron a la problemática planteada por otros taxones (Belardi 1999; Belardi y Gómez Otero 1998; Cruz 2001; Fernández 1999; Pardiñas 1999) o que han considerado en sus discusiones, a partir de un prolijo trabajo tafonómico de base (Cruz 1999), a la totalidad de los materiales faunísticos hallados en un sitio dado (Crivelli Montero et al. 1996; Pérez 1999a y b; Menégaz 1996). En este contexto, no existen, para las provincias de Río Negro y del Neuquén, análisis globales de arqueofaunas. Como bien lo advirtieran Crivelli y  otros (1996), los pocos estudios que se han realizado sólo abarcan aspectos taxonómicos cualitativos-cuantitativos, sesgados en algunos casos hacia un enfoque neontológico y con escasas observaciones sobre implicancias económicas (Massoia 1982, 1987, Fernández 1988-1990; Fischer 1991; Andrade et al. 1999). Esto último representa una realidad preocupante, más aún si se tiene en cuenta que muchos de los sitios excavados durante las últimas dos décadas no cuentan todavía con reportes detallados de los hallazgos faunísticos realizados (Cueva Visconti, véase Cevallos y Peronja 1984; Cueva Cuyín Manzano, véase Cevallos, 1982; Cueva Traful I, véase Crivelli Montero et al. 1993; Cuevas Sarita I y IV, véase Boschín, 2000 o Cueva Epullán, véase Crivelli et al. 1996). Algunos de estos yacimientos cuentan con ocupaciones que se habrían producido ca. 10.000 A.P y que representan las primeras evidencias de presencia humana en la región (Boschín 2000).