INVESTIGADORES
BERON Monica Alejandra
congresos y reuniones científicas
Título:
Traspasando barreras, Interacciones sociales y conflicto allende la cordillera andina
Autor/es:
MÓNICA BERÓN; RODRIGO MERA; DOINA MUNITA
Lugar:
Valparaíso, Chile
Reunión:
Congreso; XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena; 2009
Institución organizadora:
Sociedada Chilena de Arqueología
Resumen:
En los últimos años, investigaciones arqueológicas que se están desarrollando a ambos lados de la Cordillera de los Andes en latitudes que van de los 32º a los 39º de latitud sur, indican que los pasos cordilleranos han sido vías de  movilidad, interacción e intercambio de bienes y personas en el pasado, tanto como en el presente. Barreras naturales como cadenas montañosas o grandes ríos han sido vistos como fronteras en el sentido de que separan entidades socio-políticas diferentes y eventualmente antagónicas. Sin embargo, la evidencia pasada y presente da cuenta de su importancia en los procesos migratorios de las poblaciones y en la transmisión e intercambio de bienes culturales, ya sea por vías formales o informales. Los pasos a través de terrenos montañosos han sido vitales como rutas de contacto en este sentido, dado que en las latitudes trabajadas, los Andes no se comportan como una frontera infranqueable sino más bien como una unidad geomorfológica inserta en un territorio que comprende ambas vertientes y los valles y relieve serrano asociado a sus piedemontes. La alta frecuencia de pasos transcordilleranos, la baja altitud que alcanza el macizo cordillerano en la zona trabajada y las referencias etnográficas recogidas hasta el día de hoy, demuestran un movimiento permanente de los grupos culturales durante milenios. En este sentido es posible resignificar el concepto de frontera como lugares socialmente activos, culturalmente recreados y transformados a través del tiempo, en los que las unidades sociales se entrecruzan, superponen y recombinan en diferentes escalas de análisis espaciales y temporales. En tal sentido, la arqueología, antropología biológica y la etnohistoria de estos lugares “de frontera”, son relevantes en el estudio tanto de las estrategias adoptadas por las poblaciones humanas en estos ambientes, como en el de las interrelaciones entre poblaciones existentes en cada una de sus vertientes; poblaciones que adoptaron modalidades diversas, condicionadas ya sea por la existencia o no de pasos cordilleranos, por las condiciones biogeográficas de cada zona, o bien por sus motivaciones sociales y/o políticas. El contexto cultural macrorregional, presenta un amplio espectro de posibilidades que se resuelven de modo distinto a lo largo de este escenario. Esto tiene relación con aspectos geográficos y ambientales como la transitabilidad de los Andes en cada sector, la posibilidad diferencial de implementar prácticas de subsistencia similares, la existencia de grupos socialmente configurados con componentes étnicos diferentes y la variable de delimitación territorial. La interacción entre Chile Central y las provincias cuyanas de Argentina se viene planteando desde hace tiempo y, en épocas prehispánicas más tardías esta interrelación se reconoce por la  presencia de cerámica propia de Chile Central en territorios trasandinos, así como también de obsidianas de amplia distribución, cuya procedencia se ha relacionado con las fuentes del Pehuenche, en el lado argentino. Esta situación se intensifica en los momentos más tardíos del Holoceno (último 2000 años), donde hay una diversidad de grupos ocupando los valles, ámbitos boscosos  y cordilleranos tanto en  Chile Central como más al sur. En este trabajo expondremos casos de interacción y de similitudes de bienes culturales y datos bioantropológicos localizados en sitios ubicados entre los 37º y 39º de Latitud sur, en ambas vertientes cordilleranas. Del lado argentino, evidencias encontradas en distintos puntos del paisaje, desde la zona cordillerana y de valles de Neuquén, hasta el centro de las llanuras pampeanas y en la zona serrana de Lihué Calel, ofrecen datos de cultura material (cerámica y cuentas de collar, algunas de ellas elaboradas sobre valvas marinas fósiles procedentes del Atlántico) y de aspectos biológicos, que conducen a esta propuesta de interacción. La evaluación de rasgos métricos (estatura, medidas craneofaciales, etc.) y de diferentes modalidades de entierro, parece reflejar la presencia de dos poblaciones diferentes en el área, que confluyen en la sacralización de un mismo espacio para el entierro de sus muertos en el Holoceno tardío (Sitio Chenque I, utilizado entre 1050 y 320 años AP). Además se ha registrado bienes culturales a modo de acompañamiento de las inhumaciones (fragmentos de tupu, aros de cobre) que son propios de tecnologías desarrolladas en el Centro-sur de Chile. Mientras, en el lado chileno, recientemente se ha excavado el sitio Villa JMC-1 ubicado en la localidad de Labranza, IX región de La Araucanía. Éste correspone a un cementerio asignado al período Alfarero Temprano (Complejo Pitrén) y cuenta con un fechado 14C de 1.060 +/- 40 años AP. En él se registró cerca de 50 contextos funerarios, algunos de ellos con ajuares que incluyen collares de cuentas elaboradas sobre valvas marinas del Pacífico y otras líticas; además de piezas singulares como aros de cobre, no registrados anteriormente en contextos Pitrén. En términos materiales, la particularidad más evidente que registran ambos cementerios, tiene relación con que los aros de cobre registrados no sólo muestran una similar caracterización metalográfica, sino que un similar estilo decorativo. Por su parte, la cronología radiocarbónica de ambos casos sugiere la simultaneidad de contactos entre las poblaciones de ambas vertientes cordilleranas. Se plantea un episodio de interacción entre grupos de ambos sectores, aunque no es posible precisar aún desde que momento ambas poblaciones interactuaron, o de que manera se dio esta posible coexistencia. La evidencia apunta a considerar que también habrían surgido situaciones de conflicto y una posible competencia por el uso de los territorios y los recursos. Esta situación estaría evidenciada por la existencia de varios casos de violencia interpersonal en el mismo registro arqueológico de Chenque I, aspecto que aún no puede ser establecido claramente para el sitio Villa JMC-1, dada la precaria conservación del registro bioantropológico.