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En el frontispicio de la primera edición del Novum Organum, se observa una nave que emprende un viaje dejando tras de sí las Columnas de Hércules, símbolo del límite geográfico y cultural del mundo antiguo. Bacon invita a romper las estrechas fronteras del orbe intelectual con el fin de descubrir nuevos conocimientos, así como la empresa de Colón descubrió nuevos mundos en el orbe terrestre después de cruzar los límites del mundo conocido. Esos nuevos mundos soñados por Bacon han sido de alguna manera descubiertos. Parece indudable que en las distintas ciencias y tecnologías de hoy día, aun en su extrema complejidad y alto grado de especialización, son todavía reconocibles algunos de los rasgos distintivos del proyecto baconiano: la investigación metódica y experimental, el trabajo en equipo, el registro sistemático de la información, la publicación de los resultados, la producción y la innovación como resultados de la investigación básica, entre otros. Acaso, lo que más llama la atención de la visión anticipada de Bacon sobre la ciencia futura es su clara percepción de la estrecha articulación del saber y el poder y sus profundas consecuencias en la vida material de los hombres y de las sociedades, la importancia de la incidencia del Estado en la investigación científica, las diferencias notables que surgen entre las naciones debido a sus distintos niveles de desarrollo científico y tecnológico, la necesidad de esclarecer los fines morales de la ciencia antes de cualquier aplicación de los avances del conocimiento científico. El planteo y la reflexión sobre estas cuestiones centrales que involucran la relación entre la ciencia y la sociedad se hace cada vez más necesario en el mundo contemporáneo. Esta necesidad es, a la vez, una muestra de hasta qué punto las bases del proyecto baconiano todavía impregnan la cultura de nuestro tiempo.