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Este trabajo analiza las estrategias con que varias de las novelas más canónicas de la época seminal del Movimiento Chicano han construido el espacio natural y rural que aparecen en ellas: 1) El reemplazo del territorio real que fuera usurpado por un espacio imaginario mítico que cohesiona y da orgullo cultural a la comunidad. Aztlán, que anula toda frontera, tanto nacional como de la propiedad privada de la tierra, se transforma en un espacio, más que propiamente geográfico, identitario de la comunidad: Nosotros somos Aztlán culmina el Plan espiritual del Movimiento. 2) El reemplazo del discurso paisajista, que fuera a su vez cooptado por la tradición literaria nacionalista anglo, por una comunidad de voces plurales, muchas veces sin nombre ni más protagonismo individual que el que le corresponde en una consideración igualitaria de los sujetos sociales. 3) El reemplazo de una ecología del gasto y el abuso que el colonialismo europeo lleva a América y el mundo, sostenido por el orden capitalista en lo económico y el discurso judeo-cristiano (Génesis 1: 26-28) que considera al hombre como rey culminante de la creación y por tanto, residente de un planeta sojuzgable y consumible, por una ecología de la pertenencia e interdependencia de los seres en todos los órdenes, mineral, vegetal y animal, en función de la supervivencia de la especie humana como parte del orden ecológico de un planeta que no es un regalo de los dioses sino que compartimos momentáneamente.