CIECS   20730
CENTRO DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS SOBRE CULTURA Y SOCIEDAD
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Presentación del libro. El purgatorio que no fue. Acciones profanas entre la esperanza y la soportabilidad
Autor/es:
MARÍA EUGENIA BOITO
Lugar:
Santa Fe
Reunión:
Feria; Feria del Libro, Santa Fe; 2010
Institución organizadora:
Libreria Palabras Andantes
Resumen:
Presentación del libro El purgatorio que no fue. Acciones profanas entre la esperanza y la soportabilidad, Feria del Libro, Santa Fe, 2010 El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio. (Italo Calvino, las ciudades invisibles, 69) Esto le responde  Polo a El Gran Kan en las últimas líneas de Las ciudades invisibles, de Italo Calvino. En ese bello texto, Calvino antes ha planteado el carácter multifacético y heterogéneo que configura la materialidad de las ciudades. Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos. Mi libro se abre y se cierra con las imágenes de ciudades felices que cobran forma y se desvanecen continuamente, escondidas en las ciudades infelices.             La referencia a este texto en las dos citas anteriores nos permite organizar ciertas reflexiones: en primer lugar, en la ciudad parecen existir imágenes de ciudades felices -hechas de memorias, de deseos, de intercambios, de signos de lenguaje-  que aparecen y rápidamente se desvanecen en el aire, pero que persisten escondidas hasta una nueva aparición (que en términos de W. Benjamin, gran enamorado de las ciudades y de las imágenes, aparecen como relámpago e interpelan a ser vistas, reconocidas); en segundo lugar, las ciudades infelices son definidas como el infierno de los vivos, infierno que esta aquí, que ya existe y que encuentra dos formas muy distintas de no sufrirlo: por un lado el anestesiamiento de la percepción, volviéndose parte del infierno; se trata de volverse monstruo por convivir con el horror, volverse piedra como en la escena griega al mirar de frente a lo horroroso; por el otro, una fuerza distinta se apodera de la intención de dejar de sufrir ese infierno no ya por inmersión en él, sino por la búsqueda  -en el entre, al interior del infierno- de “que” y “quien” no es infierno:  una imagen, una fuerza, un conjunto de energías a las que es necesario darles espacio.