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Tanto Sayak Valencia Triana, filósofa mexicana, como Elsa Dorlin, filósofa francesa, conceptualizan un transfeminismo que articula producción económica con producción subjetiva. Valencia Triana lo hace desde la consideración de que el biopoder contemporáneo, afín a un capitalismo financiero e informático, produce un régimen gore de funcionamiento, que gestiona la violencia desde los medios autorizados para ello (el estado) y los desautorizados; es decir, los Otros, a una cronología de las transformaciones de la producción industrial del último siglo desde el punto de vista del que se convertirá progresivamente en el negocio del nuevo milenio: la gestión política del cuerpo, del sexo y de la sexualidad. A esos Otros, Valencia Triana les denomina sujetos endriagos; estos se caracterizan por combinar la lógica de la carencia (círculos de pobreza tradicional, fracaso e insatisfacción), la lógica del exceso (deseo de hiperconsumo), la lógica de la frustración y la lógica de la heroificación (promovida por los medios de comunicación de masas) con pulsiones de odio y estrategias utilitarias. Resultando anómalos y transgresores frente a la lógica humanista, a la vez que reforzadores de los estereotipos de género, especialmente del masculino.Dorlin, por su lado, comparte las consideraciones macro de este planteo, pero se pregunta ¿cómo posicionarse en esta perspectiva desde puntos de vista subordinados? ¿Qué ocurre con grupos a los que los procesos de subordinación los constituyen mediante el escamoteo de la legitimidad del ejercicio de la violencia? La filósofa nos brinda una respuesta que permite entender la imposibilidad de la legítima defensa para estos grupos y nos invita a rastrear la producción de resistencias. Nos detendremos a pensar especialmente la cuestión cuando esos grupos están feminizados.