IDIHCS   22126
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES EN HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
Unidad Ejecutora - UE
capítulos de libros
Título:
Las revistas y la comunidad: formas de la crítica para nombrar una época
Autor/es:
CORA GORZINSKY; VERÓNICA STEDILE LUNA; DANIEL BADENES; IVANA NITTI; GUSTAVO ZANELLA; SOFÍA CASTILLÓN; LUCAS PEDULLA
Libro:
Editar sin patrón. La experiencia política profesional de las revistas culturales independientes
Editorial:
Club Hem Editores
Referencias:
Lugar: La Plata; Año: 2017; p. 257 - 289
Resumen:
Las revistas siempre se están haciendo, como fantasía, deseo, planes, índices, o en los trotes tiranos de una deadline. No son, necesariamente, el resultado ni el medio para un fin determinable (aunque parezca o se anuncie lo contrario); se trata más bien de un elemento entre otros: otros trabajos, otras apuestas, otras obras. ¿Qué hay alrededor de una revista sino trazos de comunidad? Esos trazos son espacios imaginarios y territoriales que se recorren, se habitan. Comunidades donde proliferan nombres y cuerpos que se vuelven renuentes a la distinción ?quién está en qué lugar?; comunidades donde la revista es un elemento más en esa ?topografía de lo posible? que los sujetos piensan para el colectivo entendido como declaración de igualdad y no como grupo necesariamente. Por estos motivos, las revistas son principalmente estados en desplazamiento e interrupción (¿cómo va?, ¿en qué está?, ¿en qué estado está la revista?, son preguntas frecuentes). Entre las discusiones, los silencios, las derivas, las demoras, los costos, la agenda, las modas, lo inesperado, las novedades, el presente, las revistas son un corte y un ejercicio de anacronismo: siempre se corre contra el tiempo, porque el tiempo es también un ejercicio de hegemonía (dónde se traman las urgencias). Pero nada de eso caminaría si no surgiera allí lo impropio, lo que ?no es propio de? ni propiedad de nadie pero nos une, es decir, la comunidad no como adscripción a algo que la antecede, sino como espacio donde es posible imaginar formas de darse la palabra e intervenir sobre lo que hay. La comunidad que avizoramos en una revista es ese espacio que no exige una esencia para ordenar las acciones. Por eso las publicaciones corporativas, del mundo de los índex y las clasificaciones, se parecen tan poco a una revista. Es posible pensar dos grupos: las periodísticas que trabajan sobre lo que las luces de la agenda no dejan ver, al mismo tiempo que ensayan otras nociones de periodismo; y las que escriben en los reversos de la urgencia mediática. Claro que esta distinción entre dos posibles clasificaciones, siempre limitantes, no hace justicia a la proliferación y diversidad de nuestras revistas políticas y culturales. Otras quizás orbitan entre ambas retóricas, que son a su vez, una forma del tiempo: el tiempo de lectura que requieren, el tiempo de aparición, el tiempo de armado. A su vez, podrían pensarse otras clasificaciones; por ejemplo, revistas de arte, revistas de ensayo fotográfico, revistas que han vuelto al río como espacio de referencia, revistas de crítica política. Unas buscan plantear otro concepto de comunicación, opuesto al hegemónico-informativo de los grandes medios; otras exponer un desarrollo de debates y preguntas que quieren salir de las aulas universitarias y la escritura para revistas científicas indexadas. Unas apelan a la nota, al informe de ese hecho o conflicto preciso que no se está escribiendo, que no se nombra en las páginas de Clarín, La Nación, Página 12, Perfil; sus escrituras se encuentran ligadas directamente a un territorio: las cárceles, el conurbano bonaerense, las periferias de La Plata, los muchos y diversos ?interiores? de nuestro país, la política internacional. Estas revistas abren sus escrituras allí donde el llamado ?periodismo de investigación? es justamente la anti-crítica, la afirmación de un rechazo que ya se consensuó en otro lugar. La crítica es en ellas una crítica a la información como producto de mercado: comprar y vender los datos, las narraciones que se requieren para homogeneizar sentidos ?la inseguridad, la necesidad de cámaras y policías, la violencia irredimible de los sectores populares ? y encerrarlos en el límite de lo construido. Revistas como La Garganta Poderosa, la Agencia Paco Urondo, Anfibia, Tecla Ñ, Revista Panamá, PIA Noticias, son espacios gráficos muy diversos que han apostado a trabajar entre la denuncia inmediata a contramarcha del ocultamiento pomposo que garantiza la indignación fogoneada y al mismo tiempo correrse de la coyuntura para seguir pensando preguntas. Las revistas que clasificaríamos en un segundo grupo son incansables generadoras de hipótesis sobre nuestro estado de cultura. Producen ensayos extensos que cifran imaginarios, identidades, ficciones, figuras, entre la historia de la Argentina y la actualidad, sobre cómo se han ido conformando los puntos más intensos y contradictorios también de nuestras formas de habitar lo común. En esas revistas la ?crítica? opera desde esa condición de inactual, de desfase, de atemporal. Aunque no tanto quizás. El presente aparece como montaje.En un número de El río sin orillas, de octubre de 2012, Diego Caramés sobre Nueva Argirópolis, corto de Lucrecia Martel que integró el proyecto 25 miradas sobre el Bicentenario. Lo que ve allí es una hipótesis de la inversión: de la promesa civilizatoria como la pensaba Sarmiento en su texto homónimo, a la denuncia por un estado ausente en ese delta poco asible, que Caramés piensa como utopía y resto crítico. Las islas son el resto fluvial con que la nación aún no puede pensarse. Hoy, mientras vemos al Tigre convertido en una meca del turismo y la celebración de las cámaras, la escritura dialoga incluso con la fugacidad de una campaña electoral: de Sarmiento a Sergio Massa, las escrituras están ahí para pensar sentidos más allá de la información.