Fue una final del mundo

EDUARDO GALAK

Memórias do Futebol: infâncias em jogo

Brazil Publishing

Año: 2021; p. 1 - 5

Fue una final del mundo. Fue, por lo menos, la final de mi mundo. Siempre me llamó la atención cómo la magia del lenguaje nos deja frente a esos abismos que nos seducen a arrojarnos: especialmente para los rioplatenses, las palabras pueden teñirse de un dramatismo tal que la cosa pega un giro drástico y el término adopta una significación radical, distinta a lo que cualquier fundamentalista del vocabulario o exegeta etimológico aceptarían. Se suceden los “bárbaro”, “terrible” y otros adjetivos que, al contrario de lo que el diccionario se esmera en definir, escapan a su sentido fatalista y reposan en la exageración como recurso para recordarnos que no hay palabras que contengan a la cosa. En ese terreno se ubica el uso que en Argentina se le da al partido definitorio de la Copa Mundial de la Fédération Internationale de Football Association: despojándola de todo, para elevarla al todo, la final del mundo.Pero no es sobre los usos del lenguaje que este escrito aborda. Ni menos sobre el campeonato organizado por la FIFA. No, es sobre la competición que desarrolla un movimiento juvenil sionista internacional en Argentina, Hejalutz Lamerjav, reuniendo a diferentes comunidades judías anualmente para que disputen en diversos rubros. Por supuesto, no pueden faltar los deportes. Por supuesto, no puede faltar el fútbol, que si bien vale como en los Juegos Olímpicos una medalla como cualquier otro deporte, todos sabemos que no vale lo mismo.Y era la final, y era mi penal, y era el último, y si lo hacía éramos campeones. Pero era después de haber errado de una manera terrible –acá no hay eufemismos, acá hay pura literalidad– un penal en la semifinal, que terminaríamos ganando por un claro 3 a 0. Y era, además, el clásico y en una final: Hagshamá vs. Etgar, Bahía Blanca vs. Rosario.