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Sociedades que se encontraban entre las más tradicionales de la Argentina, con prácticas materiales y culturales muy arraigadas, atravesaron un proceso de modernización parcial y particular. Ese proceso no ocurrió, sin embargo, sin conflictos. Muy por el contrario, estuvo jalonado por marchas y contramarchas, pero en términos generales esa modernización operó mejorando la calidad de vida de la población; generando fundamentalmente mejores infraestructuras, mejores condiciones en las viviendas y mejores condiciones ambientales. En el camino muchas de esas prácticas materiales y culturales se perdieron o se desnaturalizaron.Pero, como vimos también, prácticamente la otra mitad de la población regional el 46,7 %- empeoró su calidad de vida a lo largo de esos años. Esto ocurrió sobre todo en áreas tradicionales con economías poco desarrolladas y poco vinculadas con los mercados internacionales los mapas son elocuentes: buena parte de Catamarca y La Rioja y parte de Santiago del Estero-, prácticamente un vacío demográfico habitado, además, con muy pocas excepciones, por sociedades tradicionales que estuvieron al margen de los procesos económicos regionales. Pero ocurrió también en varias de las capitales provinciales. De allí el volumen tan considerable de población. Los procesos que ocurrieron en esas ciudades incidieron en un deterioro de las condiciones del hábitat para amplios sectores de la población, pero a su vez hubo allí retroceso de las condiciones ambientales. De manera paralela se produjo un aumento de la violencia. El resultado ha sido la fragmentación del territorio hasta magnitudes nunca antes vistas, lo cual sin lugar a dudas repercutió negativamente en la calidad de vidaEstos resultados mixtos, con luces y sombras, no serían los deseables para una región que históricamente se ha caracterizado por encontrarse entre las más desiguales, más pobres y con peor calidad de vida del país.

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