Resignificación social del concepto de evaluación como proceso del alumno, del docente y del sistema, y de la importancia de la implementación de un sistema único de información educativa

EXPÓSITO, C.; ET AL.

Mendoza

Encuentro; Tercer Encuentro Provincial ?Compromiso por la Educación?; 2017

Dirección General de Escuelas - Mendoza

Generar una resignificación de la evaluación no es ?como dictar una ley y hacer que se cumpla?. Es una tarea de concientización cultural desde la razón lógica y el respaldo político con hechos concretos. Vivimos en una época ?bisagra?, donde la significación de ciertos términos se ha ido tergiversando para poder adaptarse a nuevas modalidades de interpretación de la realidad. Uno de los conceptos que difícilmente pudo encontrar su lugar en nuestra época ha sido el de ?evaluación?. Sigue siendo un término que se asemeja más a una auditoría que a una herramienta para valorizar el crecimiento o los avances de un determinado proceso. La pregunta que surge es: ¿se puede transformar a la evaluación en una herramienta de conocimiento, tanto para profesores (sistema en general) como para los alumnos? Para responderla, se vuelve imperioso acabar con el mito -fruto de muchas de nuestras propias experiencias- del control. Es decir, ¿la evaluación sirve para controlar? Seguramente sí, Sin embargo, no es ésa su función en educación. Una evaluación sistémica, continua, de carácter integral y sólida base científica, acumulativa, funcional, crítica, orientadora, flexible e incluso -para terminar de destruir el mito- colaborativa, generará ?información oportuna y de calidad que permita conocer mejor los logros alcanzados y los desafíos pendientes del sistema educativo y, de esta manera, (podrá) brindar orientaciones que contribuyan a la mejora continua de los aprendizajes y a una mayor equidad? (Aprender 2016). Si como sociedad logramos comprender que todo acto de evaluación es una posibilidad de crecimiento, que es la herramienta por excelencia para poder mejorar, su connotación peyorativa se desestimaría socialmente. Además, no sólo sería beneficioso para los estudiantes, sino también para docentes e instituciones. Es hora de cambiar el paradigma, es hora de aprender a vivir de nuestros logros y sentirnos orgullosos de nosotros mismos.