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El interrogante por la identidad nacional y continental, que se constituye como uno de los motores del pensamiento latinoamericano desde las independencias, encuentra en la búsqueda de un origen uno de los anclajes desde donde sería posible definir la especificidad o idiosincrasia de cada pueblo. Esa búsqueda tuvo su inflexión en torno al concepto de raza en las obras de Vicente Fidel López (1815-1903) en Argentina y de Oliveira Viana (1883-1951) en Brasil, quienes intentaron construir, a partir de sus trabajos, la utopía de un linaje ario para los pueblos americanos. La distancia temporal y espacial que separa la producción de ambos autores conlleva en este caso la inserción en ambientes intelectuales muy diferentes. Vicente Fidel López es un autor vinculado a la cosmovisión romántica, que escribe su Historia de la República Argentina dentro de los cánones historicistas de la generación de Alberdi y Sarmiento y cuyo recorrido biográfico lo lleva a transitar, como los románticos, por el Salón de Marcos Sastre, la Asociación de Mayo, la carrera pública y el exilio antirrosista en Montevideo y Chile entre 1840 y 1853. De prosapia aristocrática, López perteneció a una de las familias más famosas de la oligarquía argentina, fue hijo del neoclásico Vicente López y Planes, autor del Himno Nacional, y padre del novelista Lucio López (Cfr.: Piccirilli, 1972). Es en Las razas arias del Perú ?terminado de escribir en 1868 en Montevideo, bajo el auspicio del gobierno de Justo J. de Urquiza y con la colaboración del orientalista Gaston Maspero, y publicado en francés en París en 1871? donde desarrolla su teoría sobre el origen ario de las poblaciones indígenas que culminaron en la supremacía del Imperio inca. Por su parte, Oliveira Viana fue uno de los primeros teóricos que abordaron la problemática nacional brasileña desde un enfoque sociológico y basándose en los postulados filosóficos del positivismo, el cientificismo y el evolucionismo aplicado a la sociedad que, aunque comenzaron a orbitar sobre las Humanidades desde mediados del siglo XIX, aún a comienzos del siglo XX, y como la misma obra de este autor manifiesta, continuaban vigentes en un sector de la intelectualidad latinoamericana (Cfr. Terán, 2004; Terán, 2008). Divulgador de las teorías eugenésicas en Brasil junto a Renato Kehl, produjo una extensa obra a lo largo de la cual reelaboró los postulados del racismo europeo con el fin de estudiar la constitución biológica y cultural del pueblo brasileño. Su trabajo como consultor en el Ministerio de Trabajo durante la década del treinta y en el de Cuentas durante la del cuarenta lo constituyeron como el principal ideólogo de las políticas laborales y sindicales del Estado Novo de Getúlio Vargas. Tanto en la obra de Viana como en el texto de López el término raza será uno de los elementos con que se elabora el discurso de reconstrucción de los orígenes del ?pueblo peruano? y el pueblo brasileño respectivamente. En este sentido, como ocurriría también en otras latitudes, las voces raza, nación y pueblo tenderían a veces a confundirse entre sí (Cfr. Hobsbawn, 1991; Renán, 1882). Sin embargo, y dada la ya mentada pertenencia a diferentes paradigmas de pensamiento y disciplinas desde las que cada autor trabajó, el sentido que le es dado a dicho término y los protocolos ?científicos?-filosóficos que él supone no son equivalentes en sendos casos. El concepto utilizado por Viana responde a las premisas del racismo científico, enraizado en el desarrollo del pensamiento positivista. Por el contrario, en Las razas arias del Perú, raza tiende a ser utilizado aún en un sentido histórico-filológico, formando una constelación con las ideas románticas sobre el genio de los pueblos y con los nuevos descubrimientos sobre los linajes de las comunidades nacionales provenientes de los avances en los estudios lingüísticos comparativos.Aúna a ambos autores la voluntad de reivindicación de una perspectiva científica y americanista en los estudios sobre los pueblos de este continente. Tanto Viana como López inician sus obras llamando la atención sobre las carencias o imprecisiones de los enfoques y estudios europeos respecto a la realidad americana, y sobre los peligros de universalizar teorías producidas en ultramar sin haber investigado seriamente las particularidades de estas tierras y sus sociedades. En este sentido, ambos proponen sus propias investigaciones como un aporte de interés no solo para sus pueblos, sino también para los sabios europeos y el avance universal de los conocimientos científicos en las áreas de las que se ocupan. Era de suma importancia para estos pensadores latinoamericanos plantear sus reparos a los desarrollos teóricos europeos y sus aplicaciones en estudios de caso ?ya sea respecto a la lingüística comparada o a las teorías de la evolución? puesto que estos proponían para América una condición de inferioridad con respecto al Viejo Mundo: determinados por sus orígenes raciales, sea desde el punto de vista biológico o del Volkgeist romántico; signados fatalmente por su medio natural, los americanos, según los viajeros y teóricos europeos, estaban condenados a la barbarie. Sin embargo, a pesar de la reivindicación de una perspectiva americanista, en la medida en que ambos autores deseaban instalarse en el campo científico internacional y que la supremacía de la cultura occidental no es puesta en duda en sus escritos, ninguno de ellos podrá desvincularse completamente de los modelos teóricos cuestionados, y por tanto tampoco de su visión etno-euro-centrista. Como veremos, sendas obras plantearán ya adecuaciones, ya inflexiones particulares de las reglas generales provenientes del discurso científico-filosófico europeo que buscarán sellar la definitiva incorporación de los pueblos americanos a la civilización occidental.

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