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En este proceso de formación de la identidad nacional llevado adelante por la elite política y económica que lideró la independencia, Pozzi supone un intencional abandono del pensamiento ilustrado por parte de dicha elite, la cual conscientemente dejó de lado el iluminismo en pos de las nociones teocráticas. En tal construcción, tuvieron un rol central ?la invención de una «historia nacional», hasta las políticas migratorias, el racismo, y el desarrollo de la educación popular. Subyacente a todas estas herramientas, hubo un uso casi inconsciente de la religión como amalgama de todo el edificio que se estaba construyendo?. Efectivamente, la historiografía nacional conformada desde finales del siglo XVIII y consolidada durante el siglo XIX por la segunda generación de la elite hegemónica, respondió a los intereses de la clase heredera de la Revolución, y estuvo altamente vinculada al discurso cristiano. Se construyó, así, un discurso histórico que emparentó la historia de los Estados Unidos con la historia del Israel bíblico. Por lo tanto, se logró consolidar un imaginario presente en el sentido común norteamericano, producto de una construcción historiográfica que otorga un rol mesiánico al origen tanto de las primeras colonias británicas en la bahía de Cheseapake y en Nueva Inglaterra como a la posterior fundación de los Estados Unidos como país independiente. El historiador Steven K. Green se refiere a esta construcción como un mito ? término que refiere más las creencias en torno a un hecho que al hecho en sí mismo. Éste colaboró en la legitimación del pasado y en la cimentación de la identidad nacional en el contexto de un nuevo país que pretendía desligarse de la historia europea. Uno de los principales elementos de este mito forjado durante el periodo fundacional sugiere que los Estados Unidos son una nación escogida y beneficiada por la providencia, razón por la cual los Padres Fundadores cimentaron las bases de una nación cristiana.

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