BECAS
GILARDENGHI Esteban Ezequiel
congresos y reuniones científicas
Título:
Tirando el achique: evitando el off-side ontológico en el análisis de la materialidad y espacialidad de dos estadio de fútbol de la Ciudad de Buenos Aires
Autor/es:
GILARDENGHI ,EZEQUIEL; BARBICH, SANTIAGO
Lugar:
San Miguel de Tucuman
Reunión:
Congreso; XIX Congreso NAcional de Arqueología Argentina; 2016
Institución organizadora:
Instituto Miguel Lillo
Resumen:
?TIRANDO EL ACHIQUE?: EVITANDO EL OFF-SIDE ONTOLÓGICO EN EL ANÁLISIS DE LA MATERIALIDAD Y ESPACIALIDAD DE DOS ESTADIOS DE FÚTBOL DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRESEsteban Ezequiel Gilardenghi1, Santiago Francisco Barbich21Institudo de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 25 de mayo 217, 3º piso (1002) Ciudad de Buenos Aires, bubalev@hotmail.com2CONICET ? Facultad de Ciencias Naturales y Museo, División Arqueología, Anexo Museo, UNLP, Av. 122 y 60, Laboratorio 102 (1900) La Plata, sbarbich@fcnym.unlp.edu.arPalabras clave: materialidad ? agencia ? espacialidad ? estadio - prácticaKey words: materiality ? agency ? spaciality ? stadium - praxisIntroducción: pensamiento moderno vs. giro práctico en las ciencias socialesAño 2077. El comandante de la NASA Jack Harper (Tom Cruise) chequea su rumbo: las coordenadas de Titán, una de las 9 lunas de Saturno, son correctas, no debería tardar más de 2 hs en llegar. Si bien sabe que son sus últimas horas de vida, también tiene la certeza que la tierra depende de él. Las dos horas transcurren frágilmente por el espacio exterior. Un movimiento leve lo sacude fuera de algunos recuerdos pasajeros y una voz metálica le da bienvenida: ?te esperaba??. Sin poder manejar los controles de su nave, esta se adentra por un pasillo luminiscente y luego de unos minutos llega a una cámara vacía en cuyo centro resalta una figura rectangular similar a una pantalla de computadora. ?Sabía que tarde o temprano te darías cuenta??. Jack, que ya no presentaba signos de nerviosismo, sonrió. Casi como un acto reflejo, accionó aquel botón rojo sabiendo que destruiría la nave y todo a su alrededor. La destrucción del ?cerebro? terminaría no solo con su sufrimiento sino también con miles de cuerpos ajenos a él, incluyendo aquellos drones y cyborgs a miles de kilómetros de distancia, con algunos de los cuales había compartido su niñez. En su última milésima de segundo de existencia vio cómo se destruía el cerebro pensante que controlaba el accionar de los miles de cuerpos robóticos en la tierra e imaginó a estos cuerpos cayendo inertes sobre el suelo?Esta escena de la película Oblivion muestra un cerebro maestro controlando el accionar de diferentes corporalidades, sin el cual estas no podrían existir. Representa, a grandes rasgos, un ejemplo de primacía de la mente sobre el cuerpo (mente pensante y cuerpo ejecutante, Ingold 2011), un pensamiento característico de la sociedad moderna. El origen de esta concepción se remonta al SXVII con los postulados teóricos de Descartes, que calaron profundo en la construcción del pensamiento occidental en todas sus variables (método científico, comprensión del mundo, comprensión del otro, etc.). Dicho pensamiento se basó en la división entre mente (res cogitans) y materia (res extensa), caracterizando una ontología dualística compuesta por dos tipos de esencias, dos conjuntos separados en el que uno predomina por sobre el otro. Mientras que en el primero se encuentran los sujetos, los humanos, la moral, la sociedad y la agencia, en el otro se presentan entidades desprovistas de subjetividad, como el cuerpo, los objetos, la naturaleza y la materialidad. Dicha separación acarrea consecuencias ineludibles en el modo en el cual nuestra sociedad entiende, ordena y clasifica el mundo, tanto en la cotidianeidad como en las prácticas científicas. Esta ontología de la modernidad postula al dominio de la naturaleza, entonces, como un reducto pasivo sobre el cual el hombre y su mente ejercen su control. Posteriormente, a partir de la década del 70, nuevas ideas constituyen en las ciencias sociales lo que se conoce como el giro práctico (Bourdieu 1977, Foucault 1976, Giddens 1976, 1979). Es en la praxis en donde, a partir de este momento, se empiezan reconciliar estas esferas, revalorizando la importancia de la materia y dotándola de características que antes le habían sido negadas. En la ciencia, el pensamiento cartesiano ha generado una división (muchas veces ad hoc) a partir de la extrema particularización de los objetos de estudio produciendo separaciones muchas veces innecesarias entre disciplinas que estudian fenómenos similares o interconectados. Lejos de haberse superado esta dicotomía, ha sido muchas veces enmascarada en forma de interdisciplinariedad, que si bien genera un nexo entre distintas disciplinas o ciencias, no escapa a la especificidad de cada una, lo cual mucha veces limita la profundidad del análisis. Las ciencias sociales y humanas, no han sido ajenas a este fenómeno, produciéndose una separación idealista entre disciplinas cuyo objeto de estudio en última instancia es el mismo. Así la sociología, la antropología, la geografía, la arqueología y la historia se presentan aisladas entre sí, cuando en realidad los marcos teóricos, metodologías y las prácticas utilizadas son similares o en muchos casos iguales. No obstante, en los últimos años estas barreras han comenzado a derrumbarse para permitir estudiar objetos y sujetos desde una mirada más amplia que antes se veía restringida dentro de las categorizaciones de una ciencia en particular (Journal of Material Culture 1996). Pretendemos en este trabajo realizar una arqueología de lo cotidiano (Orser 1996, Johnson 1996), especialmente focalizada en la arquitectura, entendida como una de las tantas materialidades existentes en nuestra sociedad, y la organización del espacio (Zarankin 1999, 2002). Esta propuesta plantea similitudes con lo que Daniel Miller denomina Estudios de Cultura Material, en donde se intenta ir más allá de las divisiones disciplinarias y de las concepciones utilitaristas de la materia, y abordar lo material como eje transversal en el estudio de las sociedades humanas. En estos estudios se pone el foco en el mundo artefactual, sin necesariamente anclarlo a una teoría general de los artefactos o de la cultural material, evitando un reduccionismo que puede generarse al estudiarla desde los límites y fundamentos de una disciplina en particular (Miller 1998). Este razonamiento va de la mano con la concepción de un mundo líquido que fluye cuyas barreras son permeables y permiten la relación de objetos y sujetos antes explícitamente diferenciados (Bauman 1999). Pretendemos a partir de esto transitar por una ciencia líquida donde no primen los objetos de estudio prefijados sino las relaciones entre ellos y con los humanos con los que interactúan. El estadio de fútbol como materialidad y como fenómeno socialEl objetivo de este trabajo es analizar la materialidad y espacialidad de dos estadios de fútbol (Club Atlético River Plate y Asociación Atlética Argentinos Juniors) para comprender qué tipo de prácticas, conductas y movimientos se generan a partir de la relación entre los diferentes agentes que forman parte en la constitución del estadio como fenómeno social. Partimos de la idea que contempla a los seres humanos en una interrelación constante con los paisajes, lugares, objetos y otros sujetos y seres. Entendemos la relación de todos estos en mutua constitución, siendo a la vez productores y productos que se generan uno a partir de la existencia de los otros (Olsen 2003, Alberti y Marshall 2009). Un lugar, un objeto o una persona se conforman al ser percibidos, observados y vividos. Es necesario entonces para estudiar el pasado y el presente abordar su comprensión desde la escala corporal y desde el estar-en-el-mundo (Olsen 2003, 2010, Thomas 2001, Acuto y Gifford 2007). Este estar-en-el-mundo nos parece relevante en nuestro trabajo debido a que implica que los sujetos (sean humanos, animales, plantas u objetos) tienen: a) fisicalidad, b) tienen efectos, c) despliegan capacidades y e) interactúan entre sí (Latour 1996). Estos procesos no pueden entenderse por separado sino que cada uno es parte constitutiva de un fenómeno, evento o acción. De esta forma, el estadio, sus espacios delimitados, objetos y rasgos arquitectónicos, así como los espectadores y sus cuerpos, son actantes (Latour 2005) que producen y reproducen las prácticas sociales. Lo consideramos, en términos de Foucault (1976), una tecnología de poder, en tanto tiene la capacidad para generar, manipular y modificar las relaciones que se dan dentro de ese fenómeno (social y material) que es el estadio.Con la arqueología conductual en los años 70, surge la idea de que toda conducta humana implica materialidad. Es decir que no hay acciones o interacciones que se den por fuera de una materialidad y de un espacio material, social e históricamente construido: la cultura material es parte inseparable de la conducta humana (Reid et al. 1974, Schiffer 1975, 1976). En este sentido la arqueología, en tanto disciplina que estudia la relación entre conducta y materia, emerge como la ciencia de la materialidad por excelencia (Olsen 2003). Es así que consideramos a los estadios como nuestro registro arqueológico, como una materialidad plausible de ser estudiada para comprender ciertos aspectos de la conducta humana. Si bien para muchos científicos sociales, incluso colegas arqueólogos, un trabajo que no implique excavaciones o el estudio de objetos antiguos no puede ser llamado arqueológico (Trigger 1989), nosotros no compartimos esta posición ortodoxa y consideramos que una arqueología del presente y lo cotidiano puede ser útil para entender procesos sociales, generar ideas sobre conductas, comportamientos y, de esta manera, contribuir al entendimiento de las sociedades humanas. En este sentido, consideramos a la ciencia permeada por la subjetividad del investigador (su biografía, su pensamiento político, su realidad social, etc.). Por ende, la elección de determinados problemas de investigación así como la manera de abordarlos no escapan a dicha realidad contextual. La división entre las llamadas ?ciencias duras? y ?ciencias blandas? (división que reproduce también la ontología de la modernidad) ha contribuido a esencializar la objetividad de las primeras y el acercamiento a la subjetividad de las segundas. Sin embargo, toda ciencia se basa en primer lugar en la observación, que implica siempre una participación (Ingold 2011), la cual genera diferencias (subjetividades) en las técnicas, abordajes y conclusiones a las que se arriba. Ya no podemos pensar, como predicaba el pensamiento popperiano, en el investigador por fuera del fenómeno que observa. En este sentido, Bruno Latour ha descripto a partir de su trabajo etnográfico en laboratorios científicos (1999), cómo aun en las llamadas ciencias duras, la subjetividad está presente tanto en la técnica como en la interpretación. De esta manera, nuestra elección del objeto de estudio difícilmente pueda desprenderse de nuestras subjetividades. Al tomar como registro arqueológico al estadio estamos construyendo nuestro objeto de estudio de igual manera que si eligiéramos un sitio arqueológico, una vasija cerámica o los microvestigios vegetales de la capa 2 de un alero en la Patagonia. Es necesario destacar que más que centrarnos en la importancia del estadio en sí y en lo que representa, pretendemos llevar a cabo un trabajo etnoarqueológico para poder aportar al conocimiento de las relaciones entre la gente y las cosas. La agencia de las cosasEl estudio que pretendemos llevar a cabo en esta instancia se basa en dos postulados teóricos que son a la vez caras de una misma moneda. En primer lugar, partimos de la consideración del estadio como objeto que tiene agencia. Agencia, entendida como la habilidad o posibilidad de ciertos seres de elegir y reflexivamente monitorear acciones y de ajustar su entendimiento del mundo en consecuencia. La materialidad como agente dota de poder a los individuos, permitiéndoles cumplir objetivos, pero también los enreda de maneras no anticipadas, poniendo a prueba sus conocimientos, disposiciones y restringiendo sus capacidades (Nielsen 2015). Las cosas, objetos, paisajes, poseen cualidades reales (poseen una fisicalidad) que afectan y moldean tanto nuestra percepción de ellos como nuestra cohabitación con ellos (Olsen 2003). De esta manera, considerando al estadio como agente activo en interacciones sociales, prestamos especial atención a aquellas prácticas que su arquitectura y su materialidad habilitan o aquellas que restringen y prohíben, es decir, cómo el estadio construye una espacialidad que impone y cancela ciertas prácticas (no solo movimientos) así como permite y propone otras. En esta concepción, los objetos poseen ?affordances? (Gibson 1979, Knappett 2005, Ingold 2011), ciertas características que conducen la acción humana, proveen un rango de experiencias sensoriales (y excluyen otras) y establecen obligaciones en las personas en la manera en que nos relacionamos con objetos y con otras personas a través de esos objetos (Gosden 2005).Siguiendo esta línea, otros autores han desarrollado herramientas conceptuales similares que destacan la agencia de los objetos que habitan, como los humanos, el mundo. Schiffer (2011), por ejemplo, afirma que las cosas poseen capacidades, competencias o habilidades que pueden ser ejercitadas en situaciones concretas (?características de performance?). Esta definición complementa el concepto de affordance al ser considerada una propiedad relacional, es decir que existe en tanto y en cuanto se manifiesta a partir de interacciones particulares en momentos determinados. Mientras el affordance es una propiedad inherente al objeto, disponible para ser usada, que se basa en las características intrínsecas del mismo, entendemos que el concepto de característica de performance de Schiffer, se acerca al de Umwelt de von Uexkull (1992, Ingold 2011), en tanto estas son cualidades otorgadas al objeto por la necesidad de la criatura con la que interactúa en una acción o actividad específica. Combinando las definiciones de los autores mencionados, pensamos que la agencia de las cosas se basa en su fisicalidad y aquellas características que esa fisicalidad propone, las especificidades de las actividades en las que el objeto está tomando parte, y las necesidades y subjetividades de los otros objetos o criaturas con las que interactúa. La agencia distribuidaLa otra cara de la moneda la constituyen aquellas personas que interactúan con ese estadio y experimentan, a través de su cuerpo, su ?affordance?. Pretendemos estudiar cómo actúa la agencia de los individuos, es decir, cómo viven a través de sus cuerpos la diagramación del espacio y la materialidad en el estadio, no como receptores pasivos sino como actantes que contribuyen a la construcción de esta práctica. Según Merleau-Ponty (1962) el cuerpo es el lugar de la experiencia a través del cual se está en el mundo, y este estar-en-el-mundo se aprehende y entiende a través de diversas tareas y acciones que se llevan a cabo a partir de las posibilidades materiales y espaciales a las que el cuerpo accede (Olsen 2003). Al mismo tiempo que el cuerpo vivencia ciertas normas (espaciales, materiales, sociales, etc.), las naturaliza y las reproduce, sin embargo su rol no es pasivo, es decir, no es solo un receptor y ejecutor de las imposiciones o configuraciones del estadio, sino que también las reinterpreta y resignifica generando nuevas prácticas sociales. Como dijimos, estos dos focos no son separables sino son dos caras de la misma moneda. Ambos, en tanto procesos que suceden a la vez, sin uno de los cuales el otro no tiene razón de ser, constituyen el estar-en-la-cancha. Es en esta complementación que las cosas llegan-a-ser (Ingold 2011): los seres y las entidades no existen a priori sino que surgen en correlación con otras cosas, seres y entidades de diferentes características y fisicalidades, en palabras de Ingold: las cosas son sus relaciones. No hay sustancias o esencias que se conecten desde sus individualidades, sino que los objetos y los sujetos se constituyen mutuamente. Para Ingold, esta constitución relacional de las cosas se entiende como un campo de líneas entretejidas o malla (meshwork), que cobra importancia a partir de permitir relaciones de igual grado entre sujetos, objetos y entidades, los cuales, como dijimos, no se relacionan desde sus características inherentes sino que actúan cómo líneas o trayectorias que corren paralelas acercándose más o menos generando proximidades compartidas (Ingold 2011). Esta concepción evita pensar al objeto como una entidad aislada que tiene importancia per se y rescata su constitución relacional e inherentemente determinada (Alberti y Marshall 2009). Entender el registro arqueológico como parte de un meshwork, en el caso del estadio, implica pensar sus rasgos, elementos y las personas interactuando y combinándose de manera tal que ningún participante cobra mayor relevancia que otro. De esta manera, se evitan jerarquizaciones a priori sobre la prevalencia de un actante sobre otro, como suele ocurrir en análisis que parten en concepciones ontológicas de la modernidad.Esta malla dota a todos los actantes de relevancia ontológica a partir de considerar una agencia distribuida (Latour 2005), donde la acción de un actante genera otras acciones en otros actantes (sean estos objetos, humanos, animales, etc.).Evitando el off-side ontológicoLos objetos, en este caso la arquitectura y la espacialidad, no son solo un medio para llegar a entender algo más amplio como ?la cultura? o ?la sociedad? (Olsen 2003, Gosden 2005). Es decir que no necesariamente reflejan o representan otras cosas. En el caso del estadio este no refleja las normas, leyes y ciertas características de la sociedad, sino que las construye en la práctica que se performa en él. Es nuestro objetivo ver más allá de la materia como una cáscara o como un elemento que está ahí en representación de otra cosa; aquí pretendemos volver a poner el foco en el objeto en sí y en su rol como productor de las relaciones sociales.Queremos evitar considerar al estadio como un edificio, o un mero escenario donde suceden determinadas actividades o donde simplemente se reproducen ciertos aspectos de la sociedad, queremos evitar el off-side ontológico: una posición ilícita que implicaría ver el estadio separado de los sujetos y de las prácticas. Pretendemos darle continuidad a un juego donde todo está enredado y se construye mutuamente en la práctica (Hodder 2011, Ingold 2011). Queremos quedar habilitados: los objetos y los sujetos son en el mundo, son entre ellos, son en la acción, son en el estadio, son el domingo .Ahora bien, a los fines de un trabajo como el que pretendemos llevar a cabo debemos partir de ciertos elementos observables. Dichos elementos tienen una fisicalidad y serán los puntos de partida para comenzar a relacionarlos y enredarlos, para entender cuáles son sus conexiones con otros elementos en una práctica específica (Hodder 2011). Estos elementos que definimos en principio como punto de partida de nuestro análisis son: el estadio como un todo (como un edificio), las entradas, escaleras, paredes, asientos, escalones, rejas, para-avalanchas, baños, playones y campo de juego. Nos focalizaremos en estos elementos no solo según la función para la cual fueron construidos sino también considerando qué implicancias y nuevas prácticas tienen y generan para con los cuerpos que experimentan en el estadio y lo construyen cada vez que lo usan. BIBLIOGRAFÍAAcuto, F. y C. Gifford. 2007 Lugar, arquitectura y narrativas de poder: relaciones sociales y experiencia en los centros inkas del valle Calchaquí Norte. Arqueología suramericana 3 (2): 135-161.Alberti, B. e Y. 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