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Desde su formación como disciplina científica, la economía ha procurado describir ciertos procesos asociados a la producción de riqueza, su distribución y consumo. En definitiva, dar cuenta de distintos sistemas económicos, sea enfocando sobre alguno de estos problemas o varios a la vez, sea desde una óptica agregada o desde la perspectiva de cierto agente. La especificación precisa del problema deriva en metodologías afines, que se ponen a prueba buscando dar cuenta de cierta situación social concreta. Al asumir, entonces, que la corriente marxista tiene limitaciones, no estamos sino afirmando que comprendemos sus implicancias. Que las relaciones económicas que postula componen el mejor relato del que disponemos, pero con ello no le va la capacidad de determinar todo fenómeno. Justamente, es sobre los fenómenos que escapan al relato o lo habitan en las márgenes a donde apuntamos en este trabajo. Creemos que falta aún precisar herramental de análisis económico para aprehender estos fenómenos, y captar su potencia revolucionaria. Los aportes a la comprensión de los mismos provienen principalmente de la antropología, la sociología, la filosofía política, las ciencias de la comunicación, y en menor medida, la ciencia política. La economía, empero, aún no ha dado cuenta de las potencialidades y las limitaciones en el desarrollo de estos fenómenos, que agruparemos -para darles entidad al interior de la disciplina- como pertenecientes a la economía social. Esta suerte de paraguas conceptual tiene un grado de indeterminación significativo, que puede estar escondiendo cierta holgazanería teórica. Pensar estos fenómenos económicos no es trivial para una práctica revolucionaria: se pueden entender como prácticas emancipatorias en el seno de la sociedad capitalista: gérmenes a desarrollar en otra (nueva) sociedad, pero que ya se encuentran hoy, en el marco de múltiples contradicciones que las ahogan

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