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Las nuevas biotecnológicas reproductivas han abierto posibilidades impensables hace algunos años que hoy día son realidad y que podríamos decir incluso una realidad rutinaria. Los problemas reproductivos de los animales, ya sean estrictamente reproductivos, fisiológicos o incluso de imposibilidad de reproducción porque el animal haya muerto, quedan sobradamente solventados con la metodología de la clonación. Para ello ha hecho falta todo un desarrollo y optimización de muy diversas técnicas reproductivas y del control de muchas variables. El resultado es que disponemos de una metodología de clonación que nos permite mantener en el tiempo aquellos genotipos o animales de alto valor, sea genético, económico o sentimental. Así la puesta a punto de la metodología de la transferencia nuclear lo ha propiciado, unida a otras técnicas como la fecundación in vitro (FIV), la inyección intracelular de esperma (ICSI), la transferencia de embriones (TE) y técnicas de cultivo celulares. Se han obtenido resultados extraordinarios en la clonación reproductiva, el rescate de animales castrados e incluso de animales muertos de forma natural o por accidentes. Pero existe un hecho biológico que conviene considerar. Cuando se habla de clonación no podemos decir que el animal obtenido (el clon) va a tener las mismas características que el animal original. El genoma no es estático sino que se ve influenciado y modulado constantemente. El fenotipo de un animal es el resultado de la interacción de su propio genoma y del ambiente. Los procesos epigenéticos juegan un papel fundamental en el resultado final, además de que en el animal clonado existe una información genética proveniente del óvulo receptor del núcleo de la célula del animal a clonar, es decir, el genoma mitocondrial materno que también tiene su influencia.

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