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El cine, como material cultural, tiene la posibilidad de crear mundos (Muñoz, 2020) y de hacer reingresar la intimidad en su politicidad, arena recuperada por los feminismos (Berlant, 1998). El giro afectivo, por su parte, nos brinda elementos para aproximarnos a dichos procesos, atendiendo a las formas en que circulan los afectos en cuanto dimensiones sociales y por tanto políticas. En este caso, reflexionamos junto al film Las Herederas (Martinessi, 2018) que nos presenta a Chela, una lesbiana de alrededor de cincuenta años, de clase acomodada venida a menos, quien mira las escenas a través de una puerta entreabierta en su casona de Asunción (Paraguay). Esta mirada se nos ofrece como clave de lectura para rastrear la lengua (fugaz) de la intimidad afectiva entre Chela, su pareja Chiquita, sus amigas, su empleada doméstica, y el personaje de Angy.El arresto de Chiquita pone en jaque los circuitos afectivos y hasta la orientación corporal de la protagonista (Ahmed, 2019). En este nuevo escenario, Chela expone su mirada oblicua, agazapada tras la hendija, que nos permite enfocar el relato de manera crítica, considerando la puerta entreabierta como un marco dentro del marco de la propia filmación. Las voces fuera de campo, o que lentamente se aproximan al campo visual del/la espectador/a, nos sugieren los vaivenes de intensidad afectiva que atraviesan la narrativa del film. A su vez, dialogan con los diversos modos del silencio, de lo no dicho, e incluso, con la presencia latente de la lengua guaraní. Así, proponemos atender, a través del resquicio, a los modos en que opera la heterosexualidad como sistema que (des)habilita intimidades. Creemos que el film sugerido elabora una sutil puesta en tensión de ese sistema sexo-género. Mediante gestos de seducción entornada y de eroticidad lésbica, la interpelación corporal tiene efectos de desorientación y reorientación hacia otros cuerpos.

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