INVESTIGADORES
AMADORI Arrigo
congresos y reuniones científicas
Título:
La inserción del Virreinato Perú en la Monarquía Hispánica en el siglo XVII: esquemas historiográficos, discursos y prácticas políticas
Autor/es:
AMADORI, ARRIGO
Lugar:
Salta
Reunión:
Conferencia; XIV Jornadas de Investigación y Docencia de la Escuela de Historia.; 2014
Institución organizadora:
Universidad Nacional de Salta
Resumen:
Haciendo un guiño a la historia del Imperio Romano, una de las principales fuentes en la que los hombres del siglo XVII se apoyaban para pensar la Monarquía Hispánica, tanto en su articulación como en su destino, puede aceptarse que el año 1640 fue sin duda alguna un annus horribilis que marcó el inicio de una década crítica. En claro antagonismo con el annus mirabilis de 1625, en el que la recuperación de Bahía y la toma de Breda parecían inclinar la balanza mundial de poder en favor de los Austrias y su imperio planetario, el comienzo de la cuarta década de la centuria constituyó un punto de inflexión en la articulación de este cuerpo político de escala global. La presión a la que el poder central, impulsado por el valido real, el conde-duque de Olivares, sometió a algunas de las posesiones de Felipe IV durante las décadas de 1620 y 1630 en su intento de atenuar la situación angustiante de la Real Hacienda, asegurar la obediencia y preservar la preponderancia exterior de la monarquía por medio de una guerra que adquirió una dimensión inusitada hasta el momento, provocó un descontento general que conmovió la estructura de la monarquía. De hecho, las rebeliones de Cataluña y Portugal, junto con los graves acontecimientos de Sicilia y Nápoles de 1647-1648, a los que podríamos agregar e incluso los sucesos de México y Andalucía, son claros indicadores de los graves problemas que tenía la Corona en su relación con las élites de los distintos reinos que conformaban la Monarquía Católica. Pese a que en este conjunto de conflictos de carácter interno podemos ubicar distintas motivaciones, agentes y tipologías, ya que el arco comprendido entre la obediencia y la rebelión contemplaba la resistencia pasiva, el fraude, la obstrucción institucional, amenazas, revueltas, negociaciones, etc., lo cierto es que el elevado grado de conflictividad contribuyó a la pérdida de la primacía externa de la monarquía y habría dado pie a la revisión del modelo de relación entre rey y reinos basado en la idea de equilibrio y del refuerzo del vínculo con el poder central a instancias de las instancias mediadoras. De hecho, el conflicto interno comprometió la situación hispánica en el orden exterior, ya que incrementó los frentes de lucha, permitió a sus enemigos aliarse con los rebeldes y mermó sus posibilidades de victoria. Ahora bien, si ha sido y es frecuente que la historiografía haya abordado la crisis de la monarquía de la década de 1640 desde una perspectiva preponderantemente europea, lo que se explica, en buena medida, por la gran virulencia de los acontecimientos y las enormes implicancias para el futuro de este cuerpo político, lo cierto es que los territorios americanos no han sido incorporados sistemáticamente a esta reflexión. Sin duda se trata de una omisión significativa, tanto para entender la coyuntura crítica de la monarquía en todas sus variantes, como para comprender la gestión política, las dinámicas de poder y el funcionamiento institucional que conformaron un modelo gobernabilidad de un territorio que, en una misma coyuntura de incremento de la presión fiscal y reformista de las décadas de 1620 y 1630, se comportó de un modo muy distinto al de los reinos rebeldes o sublevados. En concreto, el Virreinato del Perú y específicamente la ciudad de Lima, que es el espacio en el que centraré esta intervención, al igual que en Castilla, cuyo caso fue resaltado en un magistral y pionero artículo de John Elliott, no experimentó ningún tipo de rebelión, ni sobresalto. En la capital virreinal, la coyuntura crítica se saldó con la continuidad del reconocimiento de la autoridad y la jurisdicción reales, aunque con un incremento de la participación en el ejercicio del poder de la élite local y con la creciente necesidad de la administración de contar con su colaboración para afrontar algunas de sus actividades esenciales, como la defensa o la percepción de ingresos de la Real Hacienda. Todos estos elementos, conjugados con el acceso de miembros de la élite a varios espacios de poder marcaron el fin de un modelo de relación político y económico establecido para el virreinato durante el reinado de Felipe II, e inauguraron una fase en la que el peso del mantenimiento del vínculo transatlántico recayó, fundamentalmente, en los súbditos peruanos. Más allá de las disputas y las tensiones, el trasfondo que revela el análisis político del reinado de Felipe IV en Lima revela que, al menos durante estas décadas, la actividad política fue entendida más como un ámbito acuerdo que de conflicto que contempló formas de oposición, negociación, rectificación y acuerdo en el marco de una estructura difusa de poder que permitía el alcance de puntos de acuerdo funcionales que, con frecuencia, la historiografía ha señalado con la denominación de pacto colonial. En definitiva, el problema de fondo sobre el que propongo reflexionar es el de los mecanismos de inserción del virreinato del Perú en la monarquía a través del análisis de la relación entre Lima y Madrid. Esta elección se fundamenta ?además de en la limitación de tiempo- en el carácter de cabeza del reino que poseía la Ciudad de los Reyes con todo lo que ello implicaba, que permite contemplar una interacción más intensa entre los grupos de poder local, probablemente de los más poderosos de la monarquía, y los representantes de la Corona. Además, es un objeto de análisis que, con los debidos reparos, podemos asimilar a los que nos encontramos en los reinos europeos de la monarquía. Sin embargo, es importante tener presente que lo ocurrido en Lima es excepcional dentro del virreinato, ya que constituye un enclave de carácter cortesano sin otro equivalente dentro de la jurisdicción. Con el fin de integrar esta problemática en el contexto de la monarquía compuesta que es donde adquiere todo su sentido, presentaré una aproximación desde varias perspectivas. Así, en primer lugar, haré un recorrido por algunas de las posturas analíticas y teóricas que han ido jalonando el estudio de la inserción de los territorios en la Monarquía católica, para luego centrarme en las prácticas políticas, en los mecanismos y en las dinámicas de poder que tuvieron un peso decisivo en el carácter no revolucionario -para parafrasear a Elliott- de la élite limeña.