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El artículo analiza distintas escenas de lectura que aparecen en la prensa de Castañeda. También aborda ciertas referencias y reflexiones del cura acerca del libro y sus lugares de conservación y ordenamiento: las bibliotecas. El eje de análisis está puesto en un sesgo particular que destaca la relación que construye el fraile con los libros cuando ellos están en falta, son escasos o son inútiles porque ya no colman las expectativas del lector. En el revés del lamento por la carencia o escasez de materiales impresos, surgen algunas imágenes interesantes que funcionan como huella de las prácticas de lectura y escritura en las que Castañeda estaba comprometido. En ellas se mezclan, de manera poco discernible, trazos novedosos con otros propios de una concepción tradicional de la actividad de leer.

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