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Desde finales del siglo XIX hasta pasada la primera mitad del siglo XX las comunidades wichís fueron contratadas de forma masiva como mano de obra temporaria y barata al menos en dos economías de enclave: las explotaciones madereras del este chaqueño y los ingenios azucareros del borde oriental de los Andes. A partir de las migraciones estacionales a los ?ingenios? (pine-wetes) el mundo material wichí experimentó mutaciones profundas. Los ingenios no sólo fueron un vector fundamental de ?occidentalización? de la tecnología indígena (p. ej., promoviendo la incorporación de las herramientas de hierro, de ciertas prendas, de recipientes de metal, del dinero o de muchos bienes de consumo), sino también un sitio de intercambios entre los distintos grupos indígenas que allí se daban cita (intercambios de los que los wichís aparentemente tomaron, p. ej., instrumentos musicales como el birimbao, herramientas como el yesquero o adornos como el achiote). Asimismo, los ingenios influenciaron no pocas permanencias en la cultura material indígena. En los campamentos precarios que levantaban en el predio asignado por la empresa, los wichís mantuvieron varias prácticas tecnológicas que ya habían caído en desuso ?o lo estaban haciendo? en el Chaco adentro (p. ej., la casa semiesférica tradicional). O bien, cuando en la década de 1960 las empresas tecnificaron la cosecha y el transporte, y disminuyeron drásticamente la demanda de mano de obra indígena, los wichís recuperaron y renovaron artefactos de sus abuelos que por un tiempo habían quedado en estado ?latente? (p. ej., las armas o los instrumentos para cazar, pescar o recolectar). A partir de datos etnográficos de primera mano y de una revisión extensiva de la bibliografía, en esta ponencia me gustaría precisamente evaluar los cambios y las continuidades que la vida del ingenio acarreó en la dimensión material y representacional del mundo artefactual wichí.

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