La Charrería como tradición nacional mexicana. Sus funciones en el marco del modus vivendi entre la Iglesia y el Estado (1934-1946)

MATIAS EMILIANO CASAS

Santiago del Estero

Jornada; XVIII Jornadas Interescuelas; 2022

UNSE / Departamentos de Historia

El México posrevolucionario dio cuenta de una tensión que se fue incrementando entre finales de los años diez y mediados de la década del veinte. La conflictiva relación entre el Estado y las jerarquías de la Iglesia derivó en un enfrentamiento directo, canalizado primero por artículos constitucionales y reformas legislativas, dinamitado luego con la Guerra Cristera que se desplegó entre 1926 y 1929. Durante la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934-1940) se profundizó la separación entre el Estado y la Iglesia, motorizada por la reforma educativa socialista. Los enfrentamientos con los cristeros se continuaron en diferentes regiones campesinas del país y recién a finales de 1937 se hizo efectiva la reanudación de los cultos católicos. A partir de allí, la reconciliación entre la Iglesia y el Estado devino en un modus vivendi que se profundizó con el gobierno de Manuel Ávila Camacho. Esta ponencia estudia qué papel jugó la consagración de la charrería como deporte nacional, y del charro como símbolo de la mexicanidad, en ese proceso de reconciliación. En las representaciones del jinete se subrayó su carácter hispano y católico. Las asociaciones charras que se propagaron en paralelo al conflicto fomentaron el fervor por el culto religioso. El guadalupanismo de los charros se plasmó en intervenciones concretas como desfiles, iconografía y torneos en honor a la virgen. La promoción de la charrería gozó del auspicio de diferentes gobiernos que la oficializaron como componente central de la tradición nacional. La pretensión de sintetizar un complejo y heterogéneo universo socio-cultural en un estereotipo como el charro atravesó diferentes tensiones. A partir de los documentos internos de las asociaciones charras, sus órganos de propaganda y la prensa periódica, exploraremos aquí una de sus funciones: cristalizar una convivencia armoniosa entre la política y el clero y refrendar el carácter católico México.