INVESTIGADORES
CARAVACA Jimena
artículos
Título:
Reseña crítica de MARÍA-APARECIDA LOPES Y MARÍA CECILIA ZULETA (COORDS.), MERCADOS EN COMÚN: ESTUDIOS SOBRE CONEXIONES TRANSNACIONALES, NEGOCIOS Y DIPLOMACIA EN LAS AMÉRICAS (SIGLOS XIX Y XX)
Autor/es:
CARAVACA, JIMENA
Revista:
H-industri@
Editorial:
Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Económicas. Instituto Interdisciplinario de Economía Política de Buenos Aires. Área de Estudios Sobre la Industria Argentina y Latinoamericana
Referencias:
Lugar: CABA; Año: 2018 vol. 12 p. 143 - 146
Resumen:
El monumental volumen editado y coordinado por Lopes y Zuleta propone un recorrido por algunas cuestiones centrales de la historia del continente americano, desde una perspectiva innovadora. Se trata de revisar, indagar y analizar las relaciones económicas y comerciales y la diplomacia como forma de reconstruir la historia económica americana con mirada transnacional. En esta apuesta se cruzan varias cuestiones que hacen de la compilación un libro destacado. En primer lugar, hay un posicionamiento que recorre la mayoría de los catorce trabajos que componen el volumen: la atención está dirigida hacia el continente como un todo. Las Américas como unidad conceptual incluye tanto a la América Latina como a los Estados Unidos y Canadá. Por mucho que geográficamente esto no sorprenda, la apuesta es innovadora en tanto los trabajos sobre las relaciones económicas entre ambas partes del continente, y aún sobre la geopolítica de los subcontinentes vecinos, tienden a plantear un vínculo de oposición donde el imperialismo y la relación diferencial de poder entre ambas partes se hace dominante analíticamente. Es decir, la construcción analítica de América Latina como actor económico diferencial, ocurrida a mediados del siglo XX, moldeó en buena medida la forma de abordaje que sobre el continente construimos desde las ciencias sociales y las humanidades. En otras palabras, la concepción según la cual la región compartía características económico-productivas que permitían tratarla como un conjunto, a saber, los países subdesarrollados, permeó en profundidad el esquema analítico que utilizamos para adentrarnos al estudio de esos mismos países. Al construirse América Latina, podríamos decir desde el Manifiesto cepalino, comenzó a ser analizarla como eso mismo que habíamos construido, un todo definido por sus semejanzas (entre países subdesarrollados) y por sus diferencias con los países del norte del continente. Ese abordaje es el que proponen desarmar las coordinadoras de Mercados en común. La propuesta es recuperar la relación, antes que la distancia, entre los dos polos económicos del continente, sin que eso signifique la omisión analítica de las relaciones de poder. Al volver el foco a las relaciones y flujos, el imperialismo, la coerción económica y el poderío de Estados Unidos pierden centralidad en el análisis. No desaparecen, lógicamente, pero carecen del protagonismo que opacó ciertas aproximaciones a la relación económica y política entre América Latina y Estados Unidos. Esta mirada, además, propone con éxito un doble juego analítico respecto del Estado, de centralización-descentralización. Si el imperialismo pierde potencia como principal factor explicativo de la relación entre las dos partes del continente, gana terreno el factor político en el menú de explicaciones. Es decir, parafraseando aquel título famoso, el Estado vuelve al primer plano. Y con él, la política. La indagación en la diplomacia como agentes comerciales pero también políticos de los Estados resulta un acierto que atiende una vacancia de la historia económica. Con esta perspectiva, los textos muestran las relaciones entre Estado y mercados, y dejan en evidencia la construcción política que da forma a los espacios y relaciones económicas entre países. Pero, y esto es otra de las cuestiones interesantes que plantea la complicación como un todo, al matizar la cuestión determinista del poderío y control de los Estados Unidos sobre el resto del continente, gana lugar la política, como dijimos, pero también otros agentes no necesariamente políticos. En este sentido, la propuesta descentra al Estado, al incluir en el análisis a actores económicos vinculados a la diplomacia aunque no formalmente parte de ella. Las empresas proveedoras de servicios; el poder financiero y sus agentes; los organismos regionales y supranacionales; las empresas y los lobistas; y los patrones de consumo que los mismos propician; los bancos, entre otros, son parte central de un análisis donde la diplomacia y las relaciones comerciales no se circunscriben a la política exterior en sentido estricto. Esta descentralización de lo estatal que propone el volumen colectivo encuentra un nuevo punto de apoyo en la perspectiva transnacional de abordaje que recorre buena parte de los capítulos. No es que el Estado desaparezca con su potencia explicativa de los fenómenos comerciales y diplomáticos, sino mas bien que esos mismos fenómenos no pueden ser analizados, solamente, desde los limites que un Estado (o los Estados intervinientes en esa relación comercial-diplomática) impone. En este sentido el libro se acerca a los postulados, aún en discusión, de la historia global. No se trata de la comparación como método, ni de desconocer la importancia fundamental de los Estados en los vínculos entre países, sino más bien, de intentar un abordaje que contemple las reacciones globales que cada política puede generar. Es decir, en Mercados en común es transnacional tanto el objeto de estudio como el método de análisis. Las relaciones comerciales internacionales no deberían ser entendidas sino en el espacio global; pero también, sugiere el libro, ciertas políticas económicas nacionales deben ser analizadas en el espacio transnacional. Y esa ubicación en lo global no asume un rol siempre pasivo de los países menos favorecidos del intercambio. Ya sea se trate de comercio de bienes o servicios y de intercambio de ideas, la propuesta del volumen es recuperar el lente analítico transnacional para el estudio incluso de episodios que podrían ser entendidos de economía doméstica, con la precaución de atender a negociaciones, relaciones de cooperación, iniciativas propias de los países en cuestión sin caer en la simplificación de ubicarlos en planos opuestos como creadores o receptores sin agencia. El mismo eje analítico distintivo se aplica a la relación sur-sur, poco atendida en general por una historiografía heredera de aquel esquema que partió al mundo al dos que mencionábamos antes.