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Esopo resulta una figura sintomática en torno a las historias de libertad y opresión por su propia peripecia pseudo-biográfica: de esclavo analfabeto devino un sabio de condición libre. Ganó la libertad en recompensa a la sabiduría alegórica de sus fábulas. Si bien su nombre y el género al que ayuda a consolidar y dar autonomía están ligados a la tradición oral del siglo VI a.C., ya a finales del siglo V las fuentes poéticas y filosóficas aluden a la circulación, lectura y estudio de las fábulas esópicas en formato oral y escrito, como lo indica la frase Αἴσωπον πεπάτηκας (Aristófanes, Aves, v. 471). Esta tradición escolar se sistematizará un siglo después a partir de la colección de fábulas atribuida a Demetrio de Falero. Esos primeros testimonios de prácticas educativas vinculadas a la enseñanza de fábulas se continúan en las colecciones fabulísticas literarias y escolares de época helenística y derivarán en los ejercicios progymnasmáticos de los rétores (algunos, como Aftonio, con colecciones de fábulas con fines escolares) de la época imperial. Allí la fábula es el primero de los ejercicios en el proceso de alfabetización. Proponemos en este trabajo articular un breve recorrido por pasajes de fuentes literarias y filosóficas que permiten recuperar la tradición oral y escrita de la enseñanza de la fábula. Especialmente analizaremos pasajes de dos obras de Filóstrato, Imágenes (1.3) y Vida de Apolonio de Tiana (5.14-15), donde las composiciones ancladas en la oralidad ficcional del estilo directo hacen legible el sustrato de una cultura escrita que lee y teoriza sobre la fábula esópica. En esa tradición, la libertad ficcional (pseudos) de este género, asociada a la libertad de su fundador, deviene la condición misma de su sabiduría.

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