INVESTIGADORES
MUZLERA KLAPPENBACH Jose Alberto
capítulos de libros
Título:
TRANSFORMACIONES, CONTINUIDADES Y TENSIONES EN EL MUNDO CHACARERO. LA HERENCIA EN LA PAMPA GRINGA
Autor/es:
MUZLERA, JOSÉ
Libro:
La Argentina Rural. De la agricultura familiar a los agronegocios
Editorial:
Cúspide
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2009; p. 135 - 153
Resumen:
La Pampa Gringa es –por definición- el escenario del chacarero. Un sujeto social que se constituyó como tal a partir de la oleada inmigratoria –sobre todo de italianos y españoles- de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX[1]. Ese pasado colono, atravesará –con múltiples transformaciones, no exentas de tensiones- las historias familiares de los productores agrícolas de la región, influyendo fuertemente en las biografías de aquellos que heredaron (y fueron heredados por) esa tradición chacarera dinámica. Tal es el peso de esa herencia que seguir llamándose “colonos” o “chacareros” es una divisoria de aguas entre quienes pretenden haber superado esa forma de producir (Hernández, 2005) y quienes se aferran a esos valores -a pesar de que en una primera mirada poco o nada queda de las características chacareras de los primeros tiempos[2]-. Ser chacarero implica una identidad, un sentido de pertenencia, una manera de concebir la familia y la producción agropecuaria, una relación con la tierra, una categoría política... y hasta la implicancia de una adaptación permanente, para poder perdurar ante las transformaciones en las condiciones estructurantes.Los chacareros durante más de un siglo se han adaptado a los cambios en las condiciones estructurantes. A diferencia de otros momentos de cambio, donde estos sujetos emergían –si bien disminuidos en su cantidad- conservando sus rasgos básicos (un fuerte vínculo con la tierra, mano de obra familiar como principal fuerza de trabajo y capacidad de acumulación), la última década del siglo XX muestra transformaciones sustantivas en esos rasgos. Estos procesos de transformación los tensionan, colocándolos frente a la disyuntiva de modificar rasgos que hacen a su identidad o ser desplazados de la producción. La paradoja resultante es que estas transformaciones no implican una transformación sustantiva en término de movilidad en la estructura social, a pesar de la profundidad de los cambios tanto en el proceso productivo como en los vínculos y dinámicas familiares. No todos los sujetos logran “adaptarse”, algunos son desplazados de la producción agropecuaria transformándose productivamente[3] y perdiendo traumáticamente el sentido de pertenencia a esa fracción de clase[4] chacarera.En el presente trabajo nos proponemos explorar cómo los mecanismos de herencia actúan como mecanismos de reproducción social al mismo tiempo que la observación rigurosa del mandato paterno puede poner en peligro la continuidad y la subsistencia de una explotación (y con ella una historia familiar de generaciones). Ello implica considerar  las contradicciones que surgen en ese mandato a partir de las transformaciones de las últimas décadas.[1] Para ampliar este punto ver: Plácido Grela (1985 [1958]), El Grito de Alcorta y Juan Manuel Palacio (2006), Chacareros pampeanos. Una historia social y productiva.[2] En los últimos años parece haber un consenso acerca del fin del sujeto chacarero (Balsa, 2006; Cloquell, 2007; Azcuy Ameghino y Fernández, 2008). Balsa refiere a la contraposición de los rasgos actuales con rasgos anteriores, haciendo hincapié en las transformaciones en los modos de vida productos del avance del “mundo moderno” y de las migraciones explotación-pueblo. Cloquell, plantea un abordaje más centrado en las familias, el proceso trabajo y las transformaciones, pero con una escasa atención a los mecanismos de reproducción intergeneracionales y las tensiones en las identidades de los sujetos. El trabajo de Azcuy Ameghino y Fernández, fijando la atención en mecanismos económicos, abordan la problemática desde una perspectiva marxista analizando la concentración del capital y sus consecuencias en la producción, como la aparición de nuevos actores (entre ellos los contratistas de producción).[3] En contratistas de servicios, en mini rentistas, en empresarios agrícolas, en productores familiares cada vez más precarizados y algunos deben abandonar la producción con distinta suerte.[4] Entendiendo a lo largo de este capítulo a la clase social en el sentido bourdiano del término. “La clase social no se define por una propiedad (aunque se trate de la más determinante como el volumen y la estructura del capital) ni por una suma de propiedades (propiedades de sexo, de edad, de origen social o étnico –proporción de blancos y negros, por ejemplo, de indígenas y emigrados, etc.-, de ingresos, de nivel de instrucción, etc.) ni mucho menos por una cadena de propiedades ordenadas a partir de una propiedad fundamental (la posición en las relaciones de producción) en una relación de causa a efecto, de condicionante a condicionado, sino por la estructura de las relaciones ente todas la propiedades pertinentes, que confiere su propio valor a cada una de ellas y a los efectos que ejerce sobre las prácticas.” (Bourdieu, 2000: 104). La clase social se define por el conjunto de agentes con condiciones de existencia homogéneas y que poseen un conjunto de propiedades objetivadas (conjunto de capitales económicos y culturales) comunes, garantizadas jurídicamente o incorporadas a los habitus (Bourdieu,1998).