INVESTIGADORES
RODRIGUEZ GUSTA Ana Laura
libros
Título:
Ideas, presencia y jerarquías políticas. Claroscuros de la igualdad de género en el Congreso Nacional de Argentina
Autor/es:
BORNER, JUTTA; CAMINOTTI, MARIANA; MARX, JUTTA; RODRÍGUEZ GUSTÁ, ANA LAURA
Editorial:
Prometeo Libros - Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2009 p. 173
ISSN:
978-9875743151
Resumen:
Desde una perspectiva comparada, Argentina exhibe avances elocuentes en cuanto al acceso femenino a cargos estatales. Desde la promulgación de la Ley de Cupo Femenino (1991) la proporción de legisladoras nacionales se ha ampliado de modo sostenido. En virtud de la notable eficacia del cupo, en 2008 el Congreso de la Nación es una de las cinco organizaciones parlamentarias con mayor presencia femenina del mundo y el “caso argentino” es internacionalmente considerado un paradigma. Dada la elevada proporción de legisladoras nacionales –que hoy asciende a un 40 por ciento del total de las bancas– cualquier observadora casual de una sesión en el recinto de la Cámara de Diputados o del Senado Nacional podría especular que la igualdad entre hombres y mujeres se encuentra instituida en el Congreso argentino. Sin embargo, la premisa principal de este estudio es que la equidad de género no puede ser analizada atendiendo simplemente a los números. Dada la importancia del lenguaje y los símbolos, es preciso distinguir la composición por sexo (esto es, las proporciones relativas de hombres y mujeres) y la tipificación por género de una organización u ocupación, entendida como el proceso por el cual una tarea pasa a ser interpretada en términos de la distinción entre lo femenino y masculino (Britton 2000). Así, cuando una posición ocupada por mujeres es asociada con una referencia masculina, emergen disonancias notorias. El libro se interroga si el Congreso de la Nación ofrece oportunidades análogas a legisladores y legisladoras, y si sus actividades son apreciadas de forma equivalente. Específicamente, el análisis se organiza a partir de la siguiente pregunta: ¿en qué medida los cargos de autoridad y las instancias de trabajo más jerarquizadas están distribuidos de modo equitativo entre varones y mujeres? Asimismo, se examinan las ideas e intereses temáticos de legisladores y legisladoras, centrando la atención en las valoraciones que reciben. La indagación de esas cuestiones –que han sido empíricamente poco investigadas– permitirá identificar dinámicas de igualdad y de desigualdad de género en el Congreso argentino y ofrecer contribuciones al debate político. A modo de reseña de los principales argumentos sustantivos, este libro sugiere que si bien la Ley de Cupo Femenino ha implicado una afirmación del derecho de las mujeres a ser representantes, facilitando su acceso sistemático a bancas legislativas, en los procedimientos de selección de candidatos los actores con poder decisorio son, abrumadoramente, hombres. En estas circunstancias, las mujeres generalmente tienen una menor injerencia en las negociaciones relativas a la confección de las listas, lo cual no implica que todos los hombres se beneficien de manera invariable, sino que quienes se ven de hecho más beneficiados son, primordialmente, hombres. Además, el estricto cumplimiento de los mandatos del cupo femenino con independencia de consideraciones sustantivas de justicia y equidad inherentes a una política de acción afirmativa tendería a transformar los porcentajes mínimos previstos para candidaturas de mujeres en el espacio destinado a ellas en las listas. Además, este libro devela que los legisladores y las legisladoras que integraron el Congreso de la Nación entre 2003 y 2007 exhiben patrones diferenciados de carrera política. Mientras buena parte de los legisladores ha combinado el ejercicio de funciones ejecutivas y legislativas en distintos niveles de gobierno, e incluso varios de ellos han sido gobernadores e intendentes, las mujeres tienen trayectorias preponderantemente legislativas. Estas diferencias parecerían sugerir que, en términos generales, los hombres disponen de mayores oportunidades de acceso a cargos estatales que implican un importante poder de decisión y manejo de recursos. Al ser considerados de manera conjunta, los contrastes identificados en los procesos de selección de candidatos y en las trayectorias políticas insinúan la existencia de una estructura de oportunidades políticas desigual. Entonces, en aras de promover la equidad entre mujeres y varones, ¿qué desafíos enfrenta una organización legislativa inscripta en un entramado político institucional que manifiesta desigualdades de género? Más allá de la presencia de procesos que favorecen la igualdad de género, las legisladoras parecerían gozar de menores grados de poder relativo. Desde la entrada en vigor de la Ley de Cupo Femenino, pueden visualizarse avances en la participación de mujeres entre las autoridades de ciertas comisiones y, más recientemente, en su acceso a las vicepresidencias de ambas Cámaras. Con todo, también se observa una sistemática exclusión femenina de las máximas jefaturas de los bloques partidarios y de las presidencias del Senado y de la Cámara baja. Este último fenómeno sugiere la existencia de un techo de cristal, que alude a situaciones en las cuales las mujeres enfrentan barreras de acceso a cargos de conducción y liderazgo aún cuando su presencia numérica en una organización sea elevada. En otro orden, este estudio sugiere que el ingreso de legisladoras a un Congreso otrora predominantemente masculino habría permitido ampliar la agenda de debate y elaboración de proyectos, al incorporar preocupaciones anteriormente ausentes o insuficientemente valoradas por parte de legisladores. Sin embargo, la mayor presencia femenina parece haber estimulado una suerte de “división sexual del trabajo legislativo” que acentúa la dedicación de las mujeres a cuestiones asociadas con la reproducción y el cuidado. En cambio, los hombres aún conservarían la “voz cantante” en materia económica, a pesar de que diversas legisladoras se ocupan de esos temas. Según nuestra interpretación, dicha división sexual del trabajo no implicaría simplemente una complementación entre tareas que llevan adelante legisladoras y legisladores sino, más propiamente, jerarquías, ya que la economía emerge discursivamente como un dominio temático más valorizado que aquellos en los cuales las mujeres han cobrado mayor protagonismo. Finalmente, el análisis de algunas instancias críticas del proceso legislativo de la Ley de Cupo Sindical Femenino (2002) y de la de Aprobación del Protocolo Facultativo de la CEDAW (2006) deja entrever que las legisladoras suelen ser las protagonistas principales del impulso de iniciativas sobre igualdad de género. Por su parte, los legisladores (que no manifiestan un compromiso análogo con respecto a estos temas) controlan la mayoría de los recursos institucionales necesarios para garantizar su tratamiento y sanción. Desde un punto de vista normativo, si las leyes de cupo apuntan a remover obstáculos  que históricamente han dificultado la participación de mujeres en la toma de decisiones públicas, la persistencia de desigualdades de género en el Congreso de la Nación debería concitar atención y actualizar la discusión política.