INVESTIGADORES
PAGLIONE Horacio A.
congresos y reuniones científicas
Título:
Archivos personales, redes y correspondencia
Autor/es:
SIK, EUGENIA; CASTRO, VIRGINIA; PAGLIONE, HORACIO (SEUD. TARCUS)
Lugar:
Ciudad de Buenos Aires
Reunión:
Congreso; Archivos personales en transición: de lo privado a lo público, de lo analógico a lo digital; 2019
Institución organizadora:
CeDInCI, Archivo IIAC-Untref y Universidad de la República (Uruguay)
Resumen:
Puntualizo aquí una serie de ejes que tienen que ver, sobre todo, con mi propio trabajo y mi propia experiencia como gestor de fondos de archivo ?que contienen, en buena, medida epistolarios?, como editor de epistolarios, como estudioso de los epistolarios para uso de la historia intelectual. La cultura de izquierdas es ?o, en todo caso, hasta hace muy poco fue? una cultura letrada. Y el ciclo de las izquierdas ?siglos XIX y XX? coincide, puntualmente, con ese período histórico que Armando Petrucci, en este libro de referencia (Escribir cartas. Una historia milenaria), identifica como el de una verdadera ?obsesión epistográfica?. Y si bien él nos señala que el género epistolar remonta a la Antigüedad, nunca se escribieron tantas cartas como en el siglo XIX y en el siglo XX. Y señala que asistimos a la muerte o a la transfiguración del género a comienzos del Siglo XXI. La tradición de izquierdas conoce una experiencia epistolar ordinaria, podríamos decir, fundacional. Me refiero a las cartas cruzadas entre Marx y Engels a lo largo de cuatro décadas. Son, para decirlo en mis propios términos, ?cartas de una hermandad?. Marx y Engels constituyen una cofradía íntima, que sólo admite dos miembros, en la que uno y otro se expresan sin reservas, de un modo totalmente desenfadado (por momentos desenfrenado) sobre todos los acontecimientos y con enorme acidez sobre las figuras históricas que conocieron y que poblaron buena parte del siglo XIX. Son cartas de intercambio de conocimientos, de descubrimientos, de avances de escritura, de recomendación de lecturas. Se ayudan mutuamente, se respaldan, se corrigen? Despliegan tal destreza en la confección de sus cartas, incluso, en las que salen apresuradas, permitiéndose juegos verbales, saliéndose a menudo del texto en lengua alemana y apelando a numerosas expresiones en francés, en inglés, en español, incluso en ruso. Son testimonio extraordinario de una complicidad duradera, apenas ensombrecida por un pequeño acontecimiento. Además de esta hermandad política, intelectual, filosófica, teórica, histórica, Marx y Engels han sido grandes corresponsales a lo largo de toda su vida, al punto tal (para que se den una idea de la envergadura de lo que estamos hablando) que la Neue MEGA, la nueva edición de las Obras de Marx y Engels, recién está editando la correspondencia completa entre ellos dos y con diversas figuras del siglo XIX? Y la parte dedicada a la correspondencia va a llevar treinta y cinco volúmenes? Ya se han publicado varios. Treinta y cinco gruesos volúmenes, de unas quinientas páginas cada uno, que reúnen una correspondencia, que, más o menos, está organizada cada dos años. Ellos se escribían casi diariamente. Hay alrededor de doscientas y pico de cartas, trescientas cartas cruzadas entre ellos por año, además de las cartas a terceros. Pero la correspondencia política tiene en la cultura de izquierdas otro precedente extraordinario. Pienso en las cartas cruzadas entre Mijaíl Bakunin, Alexander Herzen y Nikolai Ogarev, recuperadas por E. H. Carr ?el historiador británico? en un libro extraordinario, Los exiliados románticos. Relación triangular donde juegan un papel muy singular las mujeres de Herzen y Ogarev: Natalia Zakharina y Natalia Tuchkova. Cartas realmente apasionadas, con confesiones exaltadas de amor, cruzadas, ¿no? Éstos a quienes se llamó ?los hijos de Rousseau y las hijas de George Sand?, que ya parecen anticipar a mediados del siglo XIX el poliamor de nuestros días.Otro clásico de la cultura de izquierdas lo constituyen las cartas del destierro. Pienso, por ejemplo, en las Cartas desde lejos que escribe Lenin desde Suiza, días antes de regresar a Rusia, en abril de 1917, adonde analiza la situación revolucionaria que se abre en febrero de ese mismo año. Otro clásico son las cartas de la prisión, que muchas veces recogían los propios camaradas y se publicaban, a veces, estando los emisores todavía presos. Cartas extraordinarias, que hablan de las condiciones en la prisión, que tratan de darse aliento y dar aliento a los compañeros que están siguiendo con atención el proceso y reclamando por su libertad. Pienso en esas ediciones que leyó, digamos, la generación del 17, la generación del veinte, la generación de los años treinta? Coincidió que estuvieron presos, entre 1916 y 1918, los dos grandes líderes revolucionarios alemanes: Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. De ambos se publicaron volúmenes que se llamaron Cartas de la prisión, y que fueron leídos con mucho entusiasmo, con mucho fervor. Hasta que en 1947 apareció un nuevo testimonio epistolar que también marcó la historia de la cultura de izquierdas, que son las Lettere dal carcere (las Cartas de la Cárcel), de Antonio Gramsci, que Einaudi publicó en 1947 y que ya en 1950, tres años después, la editorial Lautaro de Sara Maglione, por iniciativa de Gregorio Weinberg, daba a conocer en español.Podríamos poner muchísimos ejemplos, pero quiero llegar a los fondos del CeDInCI y a mi propio trabajo como lector/ editor de epistolarios. Pero cómo no recordar, por ejemplo, el rol que jugó la correspondencia de los hermanos Flores Magón, entre el México de la revolución y el mundo del exilio y de las izquierdas en los Estados Unidos. O el rol políticamente articulador en todo el Continente de la correspondencia de los líderes de la Reforma Universitaria. O el rol que juega en la articulación de la diáspora aprista. O en los exilios latinoamericanos de la década de 1970. En movimientos de carácter internacionalista, como son, por definición, las izquierdas, las cartas no sólo fueron vehículo de ideas y de información, sino auténticos articuladores políticos.  Militantes, obreros, publicistas, escritores e intelectuales trazaron con sus epistolarios -extensas cartas doctrinarias, breves misivas, escuetas notas enviadas por correo-, un verdadero mapa de intercambios y de redes que han atravesado todo nuestro Continente. Algunas preservadas, otras inhallables, reencontradas, ilegibles, las cartas confrontan a los investigadores, a los archivistas, a los editores, con numerosos desafíos. En principio, nos interesa rescatar una dimensión a la que estamos prestando atención recién en las últimas décadas, que tiene que ver con su propia materialidad: el delicado papel que las soporta, la temblorosa caligrafía, las peripecias de su conservación, ¿no? Los soportes, las tintas? De los antiguos pliegos varias veces doblados y lacrados hasta las cartas contemporáneas. Estos pliegos en papel carta: todavía el papel de nuestras impresoras mantiene, al menos en el nombre, una señal de lo que fue esa hoja que se doblaba al medio: se escribían normalmente las cuatro carillas (o tres carillas y se dejaba libre la última), se doblaba, se ensobraba? Las tintas: las escrituras en pluma de ganso primero, luego con la pluma metálica, luego la aparición de la estilográfica, y, más tardíamente en nuestro país, de la birome. El surgimiento de la máquina de escribir y la posibilidad del carbónico para hacer copias, y conservar copia de las cartas enviadas o enviar copias a distintos destinatarios. Luego, el desafío de descifrar la profunda densidad de los diálogos y el juego nunca transparente entre la vida pública y el mundo privado, que fue uno de los ejes del Congreso. También, el universo de lo cotidiano con sus complejas notas de intimidad, subjetividad, afectos. Por supuesto: el conjunto de esos desafíos evidencia, al mismo tiempo, la necesidad de un enfoque que sepa combinar, con creatividad y rigor, herramientas de diversas disciplinas.En un campo en pleno proceso de expansión (y podríamos decir, quizá, de consolidación) como es de los estudios sobre las izquierdas, la apelación a todo ese conjunto de fuentes, y a la correspondencia en particular, ha dado lugar en los últimos años a una verdadera renovación. Desde los estudios sobre el movimiento obrero hasta la historia de los intelectuales, los enfoques socio-biográficos y el análisis de las prácticas militantes, los clásicos enfoques institucionales y político-ideológicos han ido cediendo su lugar a una historia de las izquierdas mucho más multidimensional, crítica y abierta a la polifonía, las disidencias y los márgenes. Lejos de la hagiografía y los tonos monocordes de los relatos oficiales y las historias oficiosas, hoy se descubren nuevas cartografías, impensadas relaciones intelectuales y afectivas, inesperados itinerarios personales. En este marco, la correspondencia recupera otros emisores que no siempre son los autores de las grandes obras o las grandes figuras, las figuras de grandes nombres, pero sí participantes de un diálogo que es, al fin, el de la reinvención permanente de las izquierdas.