Una experiencia de extensión y transformación

CANESTRARO MARÍA LAURA; SALERNO GUSTAVO

Política, ciudadanía y derechos humanos en la escuela

Suárez

Lugar: Mar del Plata; Año: 2011; p. 17 - 30

Actualmente, los jóvenes forman parte del sector más vulnerable de la sociedad argentina, en virtud de los múltiples efectos del proceso de desinstitucionalización ? principalmente, de la escuela y la familia ? y de la desestructuración del mercado de trabajo, profundizada de manera creciente en los últimos quince años (Svampa: 2005). En tal contexto, observamos además una falta de interés y apatía respecto de las cuestiones políticas en particular, que responde, entre otros motivos, tanto al escaso estímulo hacia el debate de tales temáticas que promueve la escuela, como así también a la insuficiente actualización de ciertos contenidos curriculares, lo cual aleja al docente y al estudiante de la implicación con problemáticas sociales del presente. Por ello, mediante el proyecto ?Política, ciudadanía y derechos humanos en la Escuela?, nos propusimos acercar los conceptos indicados en su título al espacio de experiencia escolar, a partir de la reflexión, discusión y promoción de actividades recreativas entre docentes y estudiantes de dichas instituciones y la universidad. Todo ello tuvo el objetivo de ofrecer posibles vías para la promoción de una ciudadanía más responsable, activa y comprometida con las problemáticas de nuestra época.   El trabajo desarrollado problematizó no sólo la utilización de diversas categorías teóricas, sino también la forma en que ellas se ponen en juego y articulan. Consecuentemente, uno de los focos en que se focalizaron los esfuerzos del proyecto fue el de redefinir las diferentes herramientas pedagógico-didácticas conocidas, y esto de manera interna y externa: en principio, concernió al proceso de formación de talleristas en la universidad, para, luego, trasladar los potenciales logros a la actividad de extensión propiamente dicha en las escuelas. El motivo de esta decisión fue el siguiente: partimos de la concepción de que tanto los contenidos de la escuela como las ideas que sustentan el ejercicio de la docencia están vinculados con ciertas significaciones que se constituyen como legítimas y que, en vastas ocasiones, se alejan del contexto (político, cultural, económico, ideológico) en el que se hallan inmersos los actores-protagonistas del proceso de enseñanza-aprendizaje.  Como ya podría resultar manifiesto, el cuestionamiento de las prácticas antedichas conlleva una disquisición en torno al formato del conocimiento; esto es, cómo se organiza la enseñanza del conocimiento: qué criterios y juicios de valor están implicados en la selección de contenidos, cuáles son las condiciones laborales y de formación de los docentes, qué parámetros de evaluación se tienen en cuenta, y cómo se relaciona ello con las demandas sociales del contexto, etc. (Cullen; 1998). En correspondencia con esto, el diagnóstico inicial y la evaluación del proceso realizado como parte de las actividades en las escuelas nos obligó a (re)pensar las estrategias no sólo en función de jóvenes cuyas identidades ya no se definen por la pertenencia a colectivos sociales y políticos, sino más bien por una matriz conflictiva de relaciones sociales (Svampa: 2005). Esta fuente de condicionamiento identitario se pone en evidencia cotidianamente en el contexto-áulico, limitando en no pocas ocasiones las posibilidades de construcción de conocimiento.   En lo que sigue, presentamos algunas reflexiones emergentes de esta experiencia de extensión, desde nuestro doble rol de docentes-coordinadores en los espacios de formación y, en una primera etapa, de talleristas en las escuelas.[1] Pondremos especial énfasis en el proceso de intervención realizado, evaluando los objetivos alcanzados y los desafíos pendientes.       [1] Condicionados además por nuestra práctica docente universitaria, subsidiaria también de una peculiar concepción del conocimiento y, con ello, de una relación docente-alumno.