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En 1972, la ONU declaró que 1975 sería el Año Internacional de la Mujer. La preocupación de la ONU por monitorear la integración de las mujeres en la vida social se derivaba de los cambios propiciados por la implementación del patrón mundial de acumulación basado en la industrialización con intervención del Estado pero también de los desafíos planteados por las movilizaciones de masas. Entre estos movimientos contaban no sólo los emplazados en el centro mismo del sistema capitalista mundial (el feminismo de segunda ola, el Mayo Francés, el movimiento pacifista en Estados Unidos) sino también los surgidos en el denominado Tercer Mundo. Tanto en Europa como en América Latina, los límites de la iniciativa de la ONU fueron cuestionados por algunos movimientos de mujeres. En nuestra región, la convocatoria recibió críticas en el mismo sentido, pero también tuvo efectos multiplicadores del feminismo y de los movimientos de mujeres en general. La convocatoria sirvió de organización paraguas para poner sobre el tapete cuestiones relativas a la diferencia sexual y dar a las mujeres mayor visibilización como sujetos sociales con reivindicaciones propias en momentos en los que varios de nuestros países atravesaban situaciones de dictaduras institucionales de las Fuerzas Armadas.

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