INVESTIGADORES
DE PINO Veronica
libros
Título:
Guia del autoestopista covidiano
Autor/es:
FRACCAROLI, LAURA; DE PINO, VERÓNICA
Editorial:
El buho desplumado
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2021 p. 50
ISSN:
978-987-88-1722-4
Resumen:
Sin dudas el 2020 fue un año particular, lo recordaremos en todo el mundo por haber sido atravesado por la pandemia de COVID-19. Nos envolvió mucha incertidumbre, mucha cantidad de información y desinformación que aparecía diariamente sobre hechos científicos, cuidados higiénicos, distanciamiento social, cambios de hábitos y de rutinas. Y llegamos así al final de ese año adaptándonos a las nuevas reglas del juego y creyendo que todo pasaría pronto. Sin embargo, COVID contraataca. Haciendo referencia a nuestra amadísima saga; cuando creíamos que lo teníamos más o menos bajo control vino una segunda ola que nos dejó otra vez con pocas ganas de guardarnos, de usar el barbijo, o de no ver a los que amamos. Pensar otra vez en el aislamiento nos deja sin esperanza, o con muy poca. Y esa nueva esperanza que viene en forma inyectable, casi en igual medida deseada y vilipendiada, se hizo esperar. Sí, nos referimos a las vacunas. No vamos a recomendarte una, pero es muy importante vacunarse. Vacunas. Todo un tema. Podríamos decir que es ?el tema del verano? que encabeza todos los rankings: es un hitazo. Pero, como pasa con los temas del verano, nadie sabe muy bien que está cantando ni de dónde salió ese tema, que seguro es pegadizo y nos tiene a todos tarareándolo sin discriminación de edad, género o posición social: casi como el COVID, muy democrático e igualitario. Entonces estemos a la moda y cantemos el tema del verano. Viene a nuestra memoria un tema particularmente pegadizo (y bastante cuestionable) del 2008 que decía clavo, que te clavo la sombrilla, y así podríamos seguir para estar a la moda, casi en la cresta de la ola veraniega continuando con las analogías, y hacer un ?¿eres old?? a ver quien recuerda ese hitazo? Pero, volviendo a la actualidad, una excelente rima para nuestro tema del verano podría ser ?vaca, vacunate con la vacuna?? porque vacuna, como su nombre lo sugiere, suena a ?vaca? y esta vez el sentido común no se equivoca. La palabra vacunar se remonta a la investigación (bastante carente de evidencias y de citas) de quien fuese después nombrado ?el padre de la inmunología? Edward Jenner a quien claramente la historia no solo absolvió, sino que lo transformó en genio (Baxby, 1999). Más allá de ser una figura controversial, el Dr. Jenner publicó su Inquiry en la que, además de confundir varios tipos de viruelas, probó que, si inoculaba a un ser humano con material de una vaca que hubiera padecido viruela vacuna, este material protegería al humano de enfermarse gravemente. Si bien la idea no era del todo novedosa, dado que en el otrora Imperio otomano la práctica de variolización era frecuente, sí fue novedoso tomar material de otro ser vivo incluso de uno que no comparte ni siquiera el género con los humanos. Podrían decirnos que sí comparten género: que hay vacas y toros, como mujeres y hombres. Pero aquí ?género? no se refiere a eso, tampoco al material del que está hecha la ropa. El género es la primera de las dos palabras que componen los nombres científicos de los seres vivos, eso que parece un trabalenguas generalmente con sonido a latín. Y que dos seres vivos compartan género y especie, que es la segunda palabra que forma el nombre científico, va a determinar cuán factible es que se contagien o no de la misma enfermedad. Porque cuanto más parecido es un nombre científico a otro, más parecidos son los organismos en cuestión. Y en esta cuestión hay pocas similitudes con las vacas, y aunque tanto vacas como seres humanos somos susceptibles, los dos tipos de viruelas son diferentes. Es por esto que las vacunas le deben su nombre a la investigación del Dr. Jenner aunque como ya dijimos se ?inspiró? en una idea que llevó desde el Imperio otomano al Reino Unido una literata inglesa, Lady Mary Wortley Montagu allá por el 1700. Lady Mary aprendió durante su estancia en Turquía que, si se tomaba material de alguna persona que hubiera padecido de una forma leve de viruela y se lo inyectaba a personas sanas, estas desarrollaban inmunidad contra la forma más grave de viruela. Y si en ese entonces ya se sabía eso, ¿por qué tanto problema con las vacunas actuales? En realidad, dicha práctica tuvo varios problemas, el primero es que el nuevo inoculado puede contagiar la enfermedad a quienes lo rodean y que no la hayan padecido, y que juzgar la gravedad de los síntomas de aquellos que actuaban como fuente para el material era muy subjetivo y dependiente del estado de salud de la persona antes de enfermarse. Sin embargo, este análisis funcionó al menos para que el Dr. Jenner, que como médico era un buen naturalista, observara y propusiera su teoría sobre la viruela vacuna y su similitud con la humana, cuestión que hoy sabemos que es cierta, pertenecen a la misma familia viral. Otro virus para el cual aún no hay cura, solo tratamientos para los síntomas y aunque hay algunos antivirales desarrollados, no están probados. Cualquier similitud con la realidad es pura biología. Y en nuestra realidad hay otro virus incurable que hace rato nos canta las 40 (¿eres old?). Si bien a esta altura de la virus-realidad, ya escuchamos de distintas fuentes diversas definiciones sobre qué es un virus, no está de más repasar que son unas pequeñísimas partículas de ácidos nucleicos envueltas por una cubierta generalmente proteica que puede estar decorada con otras proteínas. Esas proteínas suelen ser las que usan los virus como medio de entrada a las células para infectarlas. Esas células una vez infectadas se ?marcan? para que el sistema inmune las ataque. Pero mientras eso sucede, la función celular se ve afectada, más aún si el virus rompe las células para salir. Entonces, debido al efecto combinado entre el virus propiamente dicho y la acción del sistema inmune, se altera o pierde la función de un órgano o tejido, es decir, se produce una enfermedad. Pero el sistema inmune entonces, ¿es uno de los malos de la película? La respuesta no es sencilla, porque no podemos vivir sin él, pero a veces tampoco con él. Decir que sea bueno o malo no es correcto en biología y además no sería justo para él, que es lo que le tocó ser. Es la figura controversial que tiene todo el anime que se precie de tal, como Lady Eboshi de la Princesa Mononoke. Y como a Lady Eboshi hay dos formas de verlo: el sistema inmune es egoísta, aprende a reconocer lo propio, y todo lo que no es él mismo, no le importa y lo destruye. O podemos verlo de forma heroica, como un sacrificado personaje de acción que a veces se excede en su lucha contra el mal, no como en The Boys, más bien como Mr. Increíble. Pero la verdad, como siempre, está en el medio, en la escala de grises. En la búsqueda de esa verdad, o ese término medio, caen las vacunas, donde una pequeña porción del patógeno en cuestión es presentada al sistema inmune para que entrene sin destruir todo, como cuando nuestros héroes y heroínas practican el uso de sus poderes recién descubiertos en un lugar seguro para no lastimarse o lastimar al resto. La seguridad de ese entrenamiento va a depender de cómo esté diseñada esa vacuna y aunque a veces ese entrenamiento del sistema inmune puede salir mal (como la historia del primer vuelo en escoba del pobre Neville Longbotom), la vacunación ha salvado muchas vidas a lo largo de la historia y hemos combatido muchas enfermedades. La viruela, que se erradicó en 1977 de la cual ya no hay casos reportados, la rubéola, la rabia, la polio, etc. Y en este momento, aún en plena pandemia hay varios diseños de vacunas dando vueltas. Muchas preguntas. Mucho lobby de tal o cual laboratorio. Muchas dudas. Y mucha, pero mucha noticia falsa, desinformación, y tuits a favor, en contra, masomenos y uno muy genial que dice ?en CABA no te dan la vacuna, te enseñan a pescar anticuerpos? (Nicolas Baintrub @nicobaintrub en Twitter 9:03 hs argentina enero 21). Vamos a escribir esta breve guía ?del autoestopista covidiano? para que no tengas que pescar tus propios anticuerpos sino poner el brazo con confianza y aceptar el regalo.