INVESTIGADORES
VESPUCCI Guido
capítulos de libros
Título:
Cuerpos, identidades y discursos. Algunas reflexiones sobre la frontera de lo monstruoso a partir del Beso de la mujer araña
Autor/es:
GUIDO VESPUCCI
Libro:
Criaturas y Saberes de lo Monstruoso
Editorial:
Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2008; p. 225 - 236
Resumen:
Presidiarios, prisión, presidio. Subjetividades abyectas, institución de control y normalización social, metáfora de la exclusión. Estas tres categorías, junto con sus respectivos significados, conforman tres niveles de existencia del universo de la abyección y la monstruosidad. Todo presidiario es una encarnación concreta y fragmentaria del presidio, entendido como símbolo del mal y de la exclusión social. En tanto que la prisión es el escenario de interacción entre teorías científicas, tecnologías modeladoras, burocracias, actores dominantes y subordinados; es también un lugar oculto, por definición invisible a los ojos sociales. El núcleo del escenario en el cual transcurre la obra de Puig, la prisión, condensa entonces este universo de lo abyecto y de lo monstruoso. Allí confluyen un sinnúmero de discursos, diversas formaciones discursivas que se refieren unas a otras, se confrontan ideológicamente, se alían estratégicamente. Esta situación de interdiscursividad actualiza las divisiones entre lo permitido y lo prohibido, entre lo normal y lo patológico, se establecen las fronteras de las monstruosidades y de las humanidades. Por un lado se engloban los distintos discursos normalizadotes: el proyecto liberal-nacional, el discurso sobre la modernización, las teorías eugenésicas, el variado espectro de los discursos psi y sus derivados. Por el otro, toda una gama de discursos libertarios: las izquierdas, el feminismo, el movimiento anti-psiquiátrico, el hipismo, la contracultura y demás queerness. La vuelta a El Beso de la mujer araña -una vez más entre tantos otros estudios- es síntoma de esta riqueza. No es casual que el escenario social del cual emerge sea un contexto de crisis nacional y de reinserción al mercado internacional. Los setentas revelan esta tensión en la que se vuelve a definir el proyecto de nación y su papel en el mundo. Al calor de los discursos contestatarios y de las ideas libertarias que impugnan el orden, urge la necesidad de redefinir el sujeto moral y nacional, el ciudadano normal. Regresan entonces los fantasmas decimonónicos, los monstruos sexuales y los monstruos políticos que hay que conjurar. A pesar de que, como dijera Jean Genet, una paria son todas las parias, Molina y Arregui encarnan monstruosidades específicas. Siguiendo a Foucault, el primero transgrede la división natural de los sexos, monstruo sexual, el segundo atenta contra el pacto social, monstruo político, y esto los convierte paradójicamente en monstruos el uno para el otro. Segunda frontera de lo monstruoso. Pero si de paradojas se trata, no sólo la prisión fracasa en su cometido normalizador-regenerador, por el cual produce nuevos criminales que son funcionales para custodiar el orden (Molina espiándolo a Arregui), sino que además fracasa también en su nosografía criminal. En efecto (no deseado) la celda se constituye en la unidad mínima de una comunidad de conversación, en la cual ambos personajes abrirán sus respectivas representaciones culturales a través de un proceso consensual-comunicativo para desmitificar la monstruosidad particular que los separa.