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Ciertas perspectivas teóricas abonadas por la teoría política y la teoría social, caracterizan al Estado en América Latina como una entidad que posee debilidad para homogeneizar la ley en todo el territorio, que se enfrenta a poderes privados más fuertes que él o que adolece de agencias corruptas e ineficaces en su interior. En todos estos casos, la debilidad, ausencia o disfuncionalidad del Estado es el vector explicativo de determinados problemas sociales. En lugar de pensar en debilidades o disfuncionalidades del Estado, creemos necesario pensar en la posibilidad de abordar las mismas como una modalidad específica de gobierno sobre sectores determinados de la población, que posee finalidades estratégicas y que se despliega en función de determinadas tecnologías que se hacen inteligibles dentro de formas discursivas específicas. El análisis de los espacios sociales relegados a través de la noción de gobierno nos permite incorporar la dimensión de lo estatal, la dimensión de lo social y la dimensión estratégica, nos permite analizar las prácticas de gobierno en términos productivos, estratégicos, y no sólo en términos de disfunción o de ausencia del Estado. En este sentido, la pobreza no debe ser pensada como resultado del mero retiro del Estado sino que, en el marco de una redefinición de las funciones del mismo, es posible identificar toda una serie de tecnologías reproductoras de la marginalidad.

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