CONICET | Buscador de Institutos y Recursos Humanos

La crisis económica mundial por la que estamos atravesando al finalizar la primera década del nuevo milenio ha traído a la discusión nuevos tópicos, a la vez que ha acentuado la vigencia de otros. Uno de ellos refiere a la necesidad de reinyectar capital en el sistema para reactivar los circuitos genuinamente productivos y poner nuevamente en marcha las economías de todo el mundo. Este desafío, que se visualiza fuertemente en las grandes empresas, no le es ajeno a las medianas y pequeñas (pymes). Sin embargo, las dificultades con las que tropiezan estas últimas para acceder a los fondos necesarios siempre han sido mayores, y en situaciones de escasez e incertidumbre, se agravan notoriamente. Peor aún es su situación si se encuadran dentro del sector de economía social, ya que a los problemas comunes a otras empresas de cada sector, se agrega la falta de confianza y los desafíos propios de efectividad de la forma organizacional. Un caso muy particular lo constituyen las cooperativas de trabajo, revaloradas por algunos sectores en Argentina en la década del ´90 como instrumentos viables para resolver algunos de los acuciantes problemas del desempleo; y por otros por la perspectiva que introducen de autogestión, gobierno democrático y servicio solidario. Aunque el país cuenta con algunas experiencias anteriores de cooperativas de trabajo exitosas, las que fueron creadas en este período tuvieron principalmente como matriz de surgimiento la implementación de planes gubernamentales y las empresas recuperadas. En ambos casos uno de los desafíos más fuertes para posibilitar su viabilidad empresarial es la adecuación de capital para facilitar la adopción de innovaciones, las tecnologías y calidades que demanda el mercado, volúmenes y reducciones de costos, etc. Sin embargo, las fuentes externas que podrían posibilitar el acceso al mismo son muy limitadas, caras y a veces inalcanzables por diversas razones;[1] y la alternativa de incrementar el capital propio con parte de los excedentes generados o ahorro personal, aún en el caso de que existieran, poco realistas. El desafío no es solamente por la crisis, sino por las dificultades que agrega la propia forma cooperativa, la que se alega, como se verá luego, que no aporta incentivos para incrementar el capital social. Por lo tanto, comprender también la naturaleza de ese desafío es un primer paso para encontrar formas de superar las limitaciones, sobre todo en el caso de decisores de políticas públicas y sociales interesados en apoyar emprendimientos autogestionarios, como también a los propios participantes de entidades cooperativas de grado superior para fomentar su desarrollo y académicos en la formación de profesionales que puedan atender a esas entidades. Por esa razón, este trabajo tiene como objetivo reflexionar sobre algunas teorías de las empresas autogestionadas de trabajadores (EAT), en relación a la dificultad de aumentar el capital social por parte de sus asociados. Metodológicamente, se procederá a hacer una revisión bibliográfica de la postura de diferentes autores que, en distintas partes del mundo, se han abocado a tratar el tema. Finalmente, sobre esa base, se presentarán algunas conclusiones priorizadas en función de la posibilidad de aplicación al contexto argentino. [1] Como la carencia de garantías reales para ofrecer, la precariedad e informalidad impositiva, etc.

enviar mensaje