INVESTIGADORES
NUÑEZ Paula Gabriela
congresos y reuniones científicas
Título:
Viajeras en la Patagonia argentina a mediados del siglo XX
Autor/es:
GISELA KACZAN; PAULA GABRIELA NÚÑEZ
Reunión:
Congreso; XV Jornadas de Historia de las Mujeres- X Congreso Iberoamericano de Estudios de Género; 2023
Resumen:
La ponencia que se presenta analiza algunas representaciones de las viajeras en la Patagonia argentina a mediados del siglo XX. Revisaremos estas ideas partiendo de la noción de viaje y su significado para las mujeres, y lo entrecruzaremos con las nociones de cuerpo y su vinculación con el espacio. Entendemos que los viajes se originan por numerosos motivos y en numerosas formas, pero podemos decir que, en su generalidad un viaje implica movilidades, tanto físicas como simbólicas. Es desplazarse geográficamente del lugar de origen hacia un destino que puede ser conocido o no. Es activar las expectativas, las dudas, las emociones para cambiar, de algún modo, lo que fuimos una vez culminada la experiencia.En este sentido, la perspectiva de género ofrece miradas a través de las cuales interpretar argumentos e imaginarios instalados y su correspondencia con marcas y sensibilidades más estables o transgresoras. Permite cuestionar comportamientos y marcas asentadas en las desigualdades entre varones y mujeres en una práctica distante de la habitual.El marco teórico que fundamenta nuestras miradas en torno a los cuerpos que transitan los espacios son los aportes de la geografía feminista. En esta corriente, el espacio comenzó a ser entendido en términos de “complejidad de relaciones”, la especificidad de cada lugar es el resultado de la mezcla distinta de todas las relaciones, prácticas, intercambios, etc. que se entrelazan dentro de este nodo. El cuerpo sexuado y generizado se convirtió en el lugar por excelencia para explorar nuevas formas de entender el poder y las relaciones sociales entre personas y lugares. Entendemos que es imposible pensar en la experiencia humana sin una inscripción en su medio, el cuerpo permite el anclaje, cuerpo y espacio están interconectados y de allí las normas y las disidencias se cruzan.Para abordar el estudio revisaremos discursos narrativos y visuales desde fuentes que repararon en el turismo como actividad tales como registros de Parques Nacionales y guías de turismo, hasta revistas de amplia circulación y fotos de archivos regionales, públicos y privados propios de la zona andina.Las primeras relaciones entre viajes y mujeres, se han nutrido principalmente del aporte de narrativas sobre sus movilidades y del rescate de sus voces, iniciados en las últimas décadas y en el marco de los estudios de las ciencias sociales y humanas. Se trata de algunas de las pioneras que en la medida en que atravesaron geografías y campos culturales desiguales durante los siglos XIX y XX, abrieron horizontes, rompieron ciertas limitaciones sociales, descubrieron, se transformaron. De allí el hecho de que no sea casual que el viaje haya alimentado diferentes imaginarios y para las mujeres haya sido un móvil para trascender espacios, alejarse de los otros, alcanzar posiciones, superarse y activar otras sensibilidades, pero no todos fueron concretados ni ajenos a la provocación de controversias. Ahora bien, los cuerpos que transitan los espacios no necesariamente repiten normas, de hecho, hay espacios con permisos especiales para el tránsito, como la montaña, donde las “normas” de vestimenta y comportamiento cambian. En estos lugares, donde la normalidad de los cuerpos se resignifica en la construcción del viaje, y donde los mismos cuerpos serían vistos como disidentes en otros escenarios, se dan los cruces entre la norma y la transgresión.Pensando en el espacio propuesto para el análisis, todo en Patagonia se presenta como peligro a los ojos de la apropiación militar y científica que se abre en el siglo XIX y se profundiza en las primeras décadas del siglo XX. Así, la disidencia estaba en el mero hecho de existir, sea cual fuera esa existencia. En los años que nos ocupan, la disidencia se “domestica”, porque se plantean ejercicios claros de integración. En particular el turismo en Bariloche se origina marcado por esta pertenencia como base de la correcta forma de vivir el paisaje. Y aun cuando las iniciativas del Estado a mediados del siglo XX hayan asegurado el acceso a mucha más gente, esta marca continúa, tanto en las políticas relativas al cuidado del Parque Nacional como en el ordenamiento urbano o en la propia presentación en las guías turísticas. Ello es interesante, pues es en estos años donde se modifica la modalidad turística, convirtiendo el ocio en parte obligada de la práctica ciudadana el vínculo entre cuerpo y espacio parece continuar con los sesgos que estructuraron las regiones que se visitan. Bariloche no es ejemplo de subversión sexual explícita, pues en general los cuerpos caminan el espacio vestidos. El deporte es lo distintivo y el ejercicio del mismo se presenta como una profundización de la pertenencia y corrección corporal ligada a la clase, o a la pertenencia a sectores sociales barilochenses. El esquí y el andinismo no son experiencias masificadas, el practicarlas deviene en muestra de privilegio, aun en el marco de las políticas de turismo social de la década del ‘50.Recorrer las montañas se presenta como parte de una educación ciudadana de privilegio, donde las mujeres, en estas prácticas, se encuentran con importantes niveles de reconocimiento, al tiempo que es un ejercicio que se enmarca en un nacionalismo androcéntrico que atenta contra ese mismo derecho.Las viajeras presentan formas particulares de vivir el andinismo, que resultarían extrañas en escenarios urbanos, son muestras de capacidades tanto físicas como mentales. En un lugar donde la juventud y el deporte aparece con permisos para estar, los relatos muestran varones y mujeres, que se distinguen poco en el abrigo que llevan para subir cumbres. No son cuerpos sexualizados, son cuerpos heroicos. Las mujeres aparecen como parte de las actividades más destacadas, tanto en la montaña como en el esquí, vestidas con ropas similares a las de sus compañeros varones. La disidencia no está en el romper permisos, sino en el conseguirlos para habitar un espacio para pocas personas. Se llega, entre otros condicionamientos, por capacidad física. Las imágenes reflejan el saberse capaces en territorios inhóspitos y hostiles. Es una construcción de elite que se propone como promesa para toda la población nacional, que se incorpora a la identidad de quienes transiten este espacio como viajeros, en una población negada en diferentes formas, donde no se sabe qué elementos resultan anclajes de una disidencia ignorada o indeseada.Las mujeres en la montaña aparecen con un reconocimiento de igualdad. No son "cualquier mujer" sino algunas especialmente reconocidas, para quienes se asume que es natural la actividad pero que están lejos de representar a las mujeres en general.El montañismo, aún presentándose como una actividad para toda la población, termina siendo practicado por ciertos grupos, donde la desigualdad de género no se discute, pero habilita ciertas formas de reconocimiento a las mujeres que permiten una jerarquización como sector dentro de la sociedad en general.Las mujeres de montaña son viajeras y empoderadas, nadie carga sus mochilas y caminan a la par del grupo en donde estén. Pero sus voces son menos registradas, los relatos son mayormente masculinos.Lo interesante de estas mujeres son aquellas turistas que vienen a la práctica de montañismo, para quienes la pertenencia social citada no corresponde, dado que pertenecen a otras esferas. Estas mujeres visitantes tienen otra característica, muchas escriben (Ada María Elflein, llegada como corresponsal a Bariloche es un ejemplo de ello), y forman parte de los sectores económicos más acomodados del país, que permiten la financiación de la actividad de montaña.Estas mujeres se inscriben como un ideal del empoderamiento femenino, pero apoyado en pertenencias sociales que reitera prácticas androcéntricas.