INVESTIGADORES
BUTTO Ana Rosa
capítulos de libros
Título:
Legitimando discursos: la consolidación de la arqueología y la construcción de la hegemonía del estado argentino.
Autor/es:
BUTTO ANA; CATANIA BRUNO
Libro:
Bicentenario. Problemas de dos siglos de historia
Editorial:
Instituto de Historia Argentina y Americana Dr Emilio Ravignani
Referencias:
Lugar: Ciudad Autonoma de Buenos Aires; Año: 2009; p. 1 - 350
Resumen:
Hacia finales del siglo XIX asistimos al proceso de conformación del estado nacional argentino. Esta construcción no fue homogénea como se la quiso presentar desde el discurso hegemónico del poder, sino que estuvo llena de quiebres y fracturas, tanto en lo referente a lo discursivo, como a las personalidades. De manera esquemática, podemos afirmar que existieron dos modelos contrapuestos de país: el unitario y el federal. El proyecto unitario, defendido principalmente por la elite porteña, sostenía la centralidad de Buenos Aires en el incipiente estado nación. Esta centralidad implicaba grandes intereses económicos, como la exclusividad del puerto bonaerense para el comercio, lo que implicaba la concentración de los ingresos aduaneros en la capital. Por otro lado, el proyecto federal, que sostenían los integrantes de las elites del interior, especialmente de las provincias mesopotámicas, la Rioja y Catamarca, se asentaba en la defensa de los intereses políticos y económicos de la gente poderosa que allí habitaba. Éstos sostenían la autonomía de las provincias y estaban claramente posicionados contra la hegemonía política y económica bonaerense. Consideramos que esta división en cuanto a los proyectos políticos de conformación del estado nacional repite su estructura dicotómica en la conformación de la ciencia arqueológica, procesos que coinciden parcialmente en su cronología. Debemos recordar que esta época fue también la de la conformación del campo científico nacional, y de afirmación de los paradigmas que primarían por largo tiempo en cada una de las disciplinas. Centraremos nuestro análisis en la construcción de la ciencia arqueológica argentina, en cuyos inicios encontramos dos modelos, dos formas diferentes de pensar el quehacer científico. Por un lado, los filólogos, un grupo de intelectuales que habitaban en el interior del país, y por ende se encontraban más cerca geográfica y culturalmente a la ?cuestión india?. Estos aficionados estaban interesados en las culturas aborígenes, preferentemente en todo lo que tuviera que ver con su folclore, sus mitos, leyendas, las tradiciones rescatadas de relatos orales, la interpretación de sus iconos y sistemas religiosos. Lejos de una idea evolucionista les daban a los ?indios? el status de agente activo y creador. Sus principales exponentes eran Lafone Quevedo y Adán Quiroga, quienes vivían en los valles del Noroeste argentino. Quevedo se instaló en el año 1860 en Andalgalá y se dedicó al estudio sistemático de la cultura calchaquí, a partir de los restos materiales, tales como las ruinas y cerámicas, y también su iconografía. Quiroga, por su parte, vivió en múltiples provincias, como Córdoba, Catamarca y Tucumán, y su acercamiento a la arqueología estuvo ligado a un manifiesto político nacionalista, contrapuesto al modelo liberal. Al respecto, plateaba que ?apartar al indio de la historia es desdeñar nuestra tradición y renegar de nuestro nombre de americanos? (Haber, Supuestos teórico metodológicos de la etapa formativa de la arqueología de Catamarca 1875-1900, 1994: 45). Defendió el pasado indígena como constituyente de la propia historia argentina, poniendo el énfasis en las raíces nativas, contrapuesto al modelo europeizante en boga. Por otro lado, los naturalistas viajeros conformaban un grupo de científicos cuyas premisas se basaban en el evolucionismo cultural; teoría que postulaba el progreso unilineal de todas las sociedades. Cada pueblo podía ser clasificado dentro de esta tipología, principalmente en base a sus avances tecnológicos. Existían tres estadíos evolutivos, ordenados de menor a mayor complejidad cultural: salvajismo, barbarie y civilización. En el primer escalón se encontraban las sociedades aborígenes más sencillas y prístinas; mientras el lugar de las sociedades avanzadas, desarrolladas y evolucionadas lo ocupaban las culturas occidentales, sobre todo las europeas. La metodología empleada por estos intelectuales era el positivismo empirista, bajo el cual la disciplina buscaba establecerse como una ciencia objetiva, políticamente neutral. Sus formas de investigar se asemejaban entonces a las de las ciencias naturales. En consecuencia, los indígenas eran considerados como objetos y no como sujetos, ya que esta arqueología no buscaba estudiar las sociedades pretéritas sino simplemente sus restos materiales. Indígenas y objetos pasaron, entonces, a ser considerados como fósiles minerales, naturales, los cuales debían ser estudiados por medio de la observación, medición y descripción. Los más importantes naturalistas fueron Francisco Moreno, Estanislao Zeballos, Inocencio Liberani, intelectuales con cargos institucionales. Moreno, como perito encargado de la delimitación fronteriza con Chile, visitó diversas sociedades indígenas del sur. De estas visitas acumuló gran cantidad de restos fósiles y culturales, que luego fueron albergados en el Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires, para luego ser trasladados al Museo de la Plata, museo del cual Moreno sería su primer director. Zeballos escribió múltiples libros acerca de los indígenas patagónicos, entre ellos ?La Conquista de 15000 leguas?, utilizado por el Gral. Roca como justificativo teórico y político de su proyecto de conquista de la Patagonia. Liberani, de profesión químico, y a cargo de la cátedra de Historia Natural de la Escuela Nacional de Tucumán, se encargó de confeccionar una colección de fósiles. Realizó también diversas expediciones al Valle de Santa María, subvencionado por el estado. En el presente trabajo intentaremos desentrañar la relación existente entre la política estatal y la definición de la arqueología como disciplina científica. Al respecto, podemos afirmar que la consolidación de una arqueología naturalista fue consecuente con los intereses del estado nación, colaborando en la estigmatización del indígena como otro externo a la nación, negándole su agencia en la historia y la actualidad. A su vez, mediante la creación de museos, la subvención de campañas arqueológicas y el nombramiento de estos académicos en cargos institucionales, el gobierno de la época prestó todo su apoyo al desarrollo de esta línea de pensamiento, que legitima su discurso.