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Durante mucho tiempo se tuvo por cierta la idea de que los esclavos no podían formar familias. Estigmatizados como impíos, lujuriosos y lascivos estos eran representados fuera de los vínculos "estables". Un número alto de mujeres esclavas solas con hijos, y una proporción considerable de hijos ilegítimos, parecían confirmar esa imagen. En los últimos años diversas investigaciones pusieron en cuestión estas nociones de desorganización familiar atribuidas a las duras condiciones de la esclavitud (al mismo tiempo que el esclavo deja de ser considerado sólo un objeto de propiedad y víctimas pasivas del poder discrecional de los amos). Esta revisión, ha generado una comprensión más diferenciada de las posibilidades que tuvieron los esclavos de formar una familia y de mantener vínculos de parentesco, aunque también comporta el riesgo de minimizar la naturaleza coercitiva de la esclavitud. Casi por definición, cualquier estudio de la familia esclava introduce nuevas variables de análisis. A través de este estudio me propongo retomar las investigaciones que realicé hace algunos años referidos a las familias esclavas de La Rioja y Catamarca. Entonces centré el análisis en el matrimonio y en la ilegitimidad tanto de los esclavos como de los afromestizos libres. Aquí pretendo volver sobre estas cuestiones, pero reflexionando ahora desde una perspectiva comparada. Con ello busco no sólo ampliar y matizar el marco en que se instituyen estas prácticas, sino también el de comenzar a articularlas con las trayectorias personales y sobre todo familiares. En ese trazado me interesa además visualizar las tensiones y las experiencias donde los esclavos elaboraron nuevas subjetividades, mediatizadas por el resto de la población libre, tanto mulata, india, mestiza y blanca.

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