INVESTIGADORES
FINQUELIEVICH Susana
congresos y reuniones científicas
Título:
La tecnificación de los humanos: ¿Nuevos contratos sociales?
Autor/es:
SUSANA FINQUELIEVICH
Lugar:
Río de Janeiro
Reunión:
Congreso; Humanidades Digitales Rio 2018; 2018
Institución organizadora:
Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro (UNIRIO), y el Laboratorio de Humanidades Digitales ? LHuD del Centro de Investigación y Documentación de la Historia Contemporánea de Brasil (CPDOC) de La Fundación Getulio Vargas (FGV)
Resumen:
Desde que se tiene registros de la vida del ser humano, la tecnología ha sido la clave de la evolución como sociedad. Sin las variadas tecnologías que han desarrollado las distintas especies de homínidos, probablemente seguiríamos viviendo en cavernas y alimentándonos de lo que pudiéramos encontrar. Desde las antorchas con las que nuestros ancestros pudieron explorar la noche, la agricultura, la domesticación de animales y la selección de semillas, los sistemas de riego de la antigua Mesopotamia, las máquinas a vapor del siglo XVII, la bombilla eléctrica de Thomas Edison, el teléfono inventado por Antonio Meucci, el primer automóvil construido por Karl Benz, hasta los Smartphones, las pieles humanas artificiales y las retinas electrónicas, las modificaciones nacidas de la ciencia y la tecnología son los factores de mayor cambio en la sociedad. Somos, desde los tiempos paleolíticos, humanos tecnificados, cuerpos que según sus necesidades in-corporan o añaden elementos externos. El homínido que cayó de un árbol, se rompió una pierna y tomó una rama caída para apoyarse, creó el primer bastón. Se trataba ya de un huma(noide) tecnificado. Le siguieron más elementos de ayuda para capacidades insuficientes. Les sucedieron las prótesis, cada vez más perfeccionadas: se buscaba la sustitución de un miembro del cuerpo por un aparato especial que reproducía la parte faltante. En 1858 se desenterraron en Italia los restos de una prótesis para pierna, construida con hierro y bronce para una persona amputada por debajo de la rodilla. Databa del 300 A.C. Las siguientes se registran en el Renacimiento, cuando se crearon prótesis de hierro, acero y cobre. Reclamadas por las guerras en las cuales los hombres perdían sus miembros, las prótesis se fueron mejorando. A medida que se desarrollaba la Guerra Civil estadounidense, la cantidad de amputados crecía de forma astronómica, lo que forzó a médicos y legos a aventurarse en el campo de la protésica. James Hanger, uno de los primeros amputados de la Guerra Civil, desarrolló con duelas de barril cortadas la ?Extremidad Hanger?. Otros médicos desarrollaron los perfeccionamientos que impusieron en los mecanismos y materiales de los dispositivos de la época. Las dos Guerras Mundiales fomentaron el avance en este campo. Después de la Segunda Guerra Mundial, los veteranos estaban descontentos por falta de tecnología en sus dispositivos y exigían mejoras. El gobierno de los EE. UU. cerró un trato con compañías militares para que mejoraran la función protésica en lugar de la de las armas. Una prioridad sugestiva.En cuanto a las prótesis dentales, los primeros dientes falsos descubiertos datan del siglo séptimo. Estaban hechos de dientes humanos y animales, atados por un brazalete etrusco de oro. Las evidencias arqueológicas indican que los egipcios comenzaron en el siglo XVI a engarzar los dientes en un alambre de oro, aunque los japoneses se atribuyen la autoría temprana de las técnicas dentales. Tallaban dientes de madera, un tipo de dentadura que continuaron utilizando hasta el siglo XVIII, en que adoptaron las técnicas occidentales. En 1820, se le pidió al orfebre Claudius Ash que fabricara una dentadura de mayor calidad, hecha de porcelana y montada en láminas de oro de 18 quilates, con muelles también de oro. Este fue el comienzo de las prótesis modernas. La visión también fue auxiliada: en el siglo XIII, el monje franciscano inglés Roger Baco descubrió que un segmento de cristal hace ver los objetos mayores y más gruesos. Se supone que fue el verdadero inventor de las gafas, una de nuestras tecnologías de ayuda más comunes. (Parra, 2009).Los miembros artificiales no sólo ayudan a los seres humanos: también los perfeccionan. Oscar Pistorius es un atleta sudafricano, conocido tanto por su velocidad como corredor como por haber matado a su mujer en un episodio confuso. A los once meses de edad, le amputaron las piernas, por no tener peroné. Pistorius posee las marcas mundiales en las pruebas de 100, 200 y 400 metros lisos para atletas que han sufrido una doble amputación. Para correr utiliza prótesis transtibiales construidas en fibra de carbono. Aunque estas piernas artificiales le permiten competir, su uso ha generado protestas de que le dan una ventaja injusta sobre otros corredores. Registra 46,34 segundos en 400 metros, o la máxima velocidad en los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004. Fue seleccionado para participar en los Mundiales de Daegu de 2011 (Corea del Sur) en 400 metros y en el relevo 4×400, donde llegó hasta las semifinales y ganó la medalla de plata con el equipo sudafricano en el relevo 4×400. El 4 de julio de 2012 el Comité Olímpico Sudafricano confirmó al atleta para asistir a los Juegos Olímpicos Londres 2012, convirtiéndose en el primer atleta con doble amputación que logra estar en una competencia olímpica.Humanos digitalizadosBioingeniería, biotecnología, biología sintética, por enumerar sólo algunas disciplinas, ofrecen todo tipo de alternativas y nos permiten imaginar el futuro libre de defectos físicos. Prótesis y órganos del cuerpo fabricados a partir de impresoras 3D, piel electrónica, retinas biónicas, hablan de un avance científico sin precedentes. Sólo en Estados Unidos, alrededor de 22 personas mueren por día esperando que se les trasplante un órgano. Sin embargo, los progresos que se están produciendo en los últimos meses en la creación de tejido humano con impresoras 3D pueden hacer que esta realidad cambie. Por ejemplo, la compañía Organovo de San Diego, USA, ha obtenido en 2014 el primer hígado producido con una de estas impresoras, destinado a la investigación y a la prueba de medicamentos.Desde las prótesis no digitales a la in-corporación de tecnología electrónica, en su sentido más literal, sólo faltaba un pequeño paso, y se ha dado. Una cámara miniatura que se traga como una píldora para explorar el tubo digestivo, un microcircuito fijado en el ojo, una retina electrónica, un páncreas artificial: las tecnologías de vanguardia irrumpen en el cuerpo humano para diagnosticar, reparar o curar. La medicina supera las visiones de la ciencia ficción. Para curar la retinopatía pigmentaria, una enfermedad genética degenerativa que vuelve ciego a los 40 años, ?el ojo biónico? se abre camino en Europa y EE. UU. Se trata de simular artificialmente el ojo con electrodos posados en la retina defectuosa, para recrear la visión. Más de cien pacientes ya recibieron ?retinas artificiales?.Máquinas que se infiltran en nuestros cuerpos, que se fusionan con nosotros. El concepto del ?cyborg? ? abreviación de ?cybernetic organism??fue creado por Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline en 1960[1] para nombrar a un ser humano ?mejorado? que podría sobrevivir en entornos extraterrestres. Se planteaba en estos ambientes hostiles la necesidad de una relación más íntima entre los humanos y las máquinas, en momentos en que la exploración del espacio era una de las prioridades científico-políticas de las dos potencias mundiales. Las últimas generaciones de escritores de ciencia ficción se apropiaron el término: juegan con la idea de que tendremos cada vez más partes artificiales en el cuerpo: piernas, brazos, ojos, corazón, trasplantes que gracias a los avances biomédicos ya se están implementando. Quien lo desee (y pueda pagarlo) puede disponer también de partes digitales incorporadas al cuerpo. Las visiones futuristas prefiguran cuerpos totalmente artificiales con el cerebro como única parte natural, hasta que algún día sea reemplazado también por uno electrónico.Neil Harbisson es un artista vanguardista y activista cyborg británico e irlandés. Es también el primer cyborg reconocido como tal por un gobierno, y el primer humano en poseer una antena implantada en la cabeza. Harbisson, ciego a los colores, es dueño de un nuevo sentido, creado a partir de la unión perdurable entre su cerebro y la cibernética. La antena le permite ?oír? los colores e incluso discernir colores invisibles a los humanos comunes, como infrarrojos y ultravioletas, así como recibir imágenes, videos, música o llamadas telefónicas directamente a su cabeza desde aparatos externos como móviles o satélites.Moon Ribas, artista española y activista cyborg, es conocida por tener una conexión con la tierra extrasensorial, gracias a un implante sísmico online en su brazo, que le permite percibir terremotos en tiempo real en cualquier lugar del planeta, mediante vibraciones. Siente desde un movimiento de nivel 1 en la escala de Ritcher hasta el más grande. Es Co-fundadora (junto a Harbisson) de la Cyborg Foundation, una organización especializada en facilitar a los humanos el convertirse en cyborgs, defender sus derechos (Infobae, 2017).?Los implantes de chips y biomateriales hacen que el viejo cuerpo humano -con sus huesos provenientes del paleolítico- se vuelva por fin técnicamente contemporáneo. Comenzó la era de los repuestos para el cuerpo, considerado de hecho como una colección de partes. Hombres y mujeres con órganos biónicos, algunos manejables por control remoto, se harán nuevas preguntas civilizatorias: ¿Que queda de mí? ¿Dónde empiezo y dónde termino? ¿Cuál es el adentro y cuál es el afuera de mi cuerpo? ¿Qué soy? Estos interrogantes son desencadenados desde una coordenada cultural cada vez más importante: la de los bordes entre lo vivo y lo artificial.?, cavilaba Oscar Landi. En esta frontera ?entre lo vivo y lo artificial?, los miembros fruto de la tecnología tenderían a ?perfeccionar? el cuerpo humano.El término del ?cyborg? refleja las fantasías relacionadas con cuerpos híbridos, digitales, clonados e interconectados expresando unas concepciones acerca del cuerpo como algo compuesto, artificial o creado. Desde esta óptica, el concepto del cyborg parte de la idea que las tecnologías influyen directamente en nuestro cuerpo y su percepción. Landi añadía: ?Luego de las creaciones ficcionales de vida humana por la leyenda (Golem) o la literatura (la criatura del Dr. Frankenstein), entramos en la época de los paradigmas de la bioelectrónica. El injerto de tecnología en el cuerpo, con su estímulo a la fantasía de combatir definitivamente la muerte y la fragilidad del cuerpo humano, alimenta la seducción de lo inorgánico?.La tecnología se introduce también en el cerebro. Un paciente cuadripléjico desde hace más de diez años ha sido capaz de controlar un brazo robótico sólo con pensar en ello y usando su imaginación, según un estudio publicado en mayo de 2015 por la revista Science. Los investigadores implantaron microelectrodos en el córtex parietal posterior, la zona del cerebro donde se produce la intención del movimiento, con lo que han conseguido que el paciente realice movimientos de una manera más natural y fluida. Los resultados del experimento ofrecen a los investigadores más información sobre la actividad neuronal que subyace en los movimientos voluntarios del cuerpo y presenta un importante paso para la mejora de los dispositivos neuroprotésicos (Finquelievich, 2016).No todas las tecnologías que incorporamos los seres humanos (o que usaremos en plazos relativamente cortos) son cibernéticas. No todas nos transforman en cyborgs. No nos convierten en seres humanos ?mejorados?, concepto que recuerda penosamente las teorías y prácticas nazis sobre el perfeccionamiento de la especie. Pero nos pueden liberar de algunas enfermedades e incrementar nuestra calidad de vida La ciencia permite ya la modificación genética de los seres humanos. En agosto de 2017 la revista Nature[2] confirmó uno de los hitos científicos del año: un equipo internacional de investigadores ha logrado modificar genéticamente embriones humanos con éxito. Utilizando la herramienta de edición genética CRISPR-Cas9 (Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, en español ?Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente interespaciadas.?) ha logrado librarlos de una mutación en un gen causante de una enfermedad cardíaca congénita. Y, a diferencia de intentos previos, esta vez sin introducir errores adicionales en su genoma. La tecnología CRISPR/Cas9 es una herramienta molecular utilizada para ?editar? o ?corregir? el genoma de cualquier célula, lo que incluye a las células humanas. En otras palabras, serían unas tijeras moleculares capaces de cortar cualquier molécula de ADN de una manera muy precisa y totalmente controlada. Esa capacidad de cortar el ADN es lo que permite modificar su secuencia, eliminando o insertando nuevo ADN. Pero las tecnologías genéticas no nos conviertes en cyborgs. No más que si tomamos una aspirina. No digitalizan nuestros cuerpos, aunque la informática intervenga en su desarrollo.No son cyborgs sólo las personas que han incorporado tecnología a sus cuerpos. Todos los que usamos las TIC y nos integramos a redes sociales extendemos nuestras mentes para alcanzar, para ?tocar? a otras personas, a otros conocimientos, independientemente de la distancia. Nuestros cerebros integran redes virtuales. Podemos construirnos nuevas identidades, retocar las nuestras o mostrar sólo los aspectos más favorables. Podemos integrar comunidades elegidas por nosotros mismos en base a intereses compartidos alrededor del mundo. Podemos investigar e interactuar en equipos internacionales diseminados por el planeta, co-crear nuevos saberes con colegas a quienes sólo conocemos virtualmente. Internet es una prolongación de nuestra memoria, de nuestro campo de juegos mentales, de nuestra capacidad para relacionarnos. Desde ese punto de vista una enorme proporción de los habitantes del planeta (el 51,7% de la población mundial[3]) ya somos cyborgs.Para Tirado y Mora (2005) la figura del cyborg ha llegado a la escena del pensamiento social como un artilugio para hacer explotar, o al menos, diluir, las particiones que lo organizaban y extraer de él elementos para construir un pensamiento de la heterogeneidad y de la complejidad capaz de articular nuevas formas de hacer política. Gracias a él se producen tres rupturas importantes: entre humano y animal, natural y artificial, físico y no físico.¿Logran las máquinas controlar las vidas de los humanos?¿Puede la tecnología ir más allá de la ?ayuda? a cuerpos y mentes, y transformar a los humanos? En futurología, la Singularidad Tecnológica es un posible acontecimiento futuro en el que, según se predice, el progreso tecnológico y el cambio social se acelerarán con el desarrollo de una inteligencia sobrehumana de modo tal que ningún ser humano anterior a dicho acontecimiento podría comprenderlo o predecirlo. Se llama así por analogía con la singularidad espacio-temporal observada en los agujeros negros, donde existe un punto en el cual las reglas de la física dejan de ser válidas y la divergencia hacia valores infinitos hace imposible definir una función. Se debate sobre si la Singularidad ocurrirá o no, pero los futuristas estiman que el hecho podría suceder aproximadamente durante la tercera década del siglo XXI.Las consecuencias de semejante acontecimiento fueron discutidas por I. J. Good y John von Neumann, quien usa la palabra «singularidad» para describir el progreso tecnológico durante la década de 1950. Tres décadas después el concepto fue popularizado por Vernor Vinge en su thriller científico La guerra de la paz (1984), en el que el científico Paul Hoehler descubre el principio de funcionamiento de las ?burbujas?, unos campos de fuerza esféricos y totalmente infranqueables. Por medio de ellos sus usuarios obtendrán el poder e impondrán una paz forzada. En un mundo distópico, diezmado por conflictos y plagas, implantarán un estancamiento científico-tecnológico. El libro invita a reflexionar sobre cómo un nuevo y prodigioso mecanismo científico puede cambiar el curso del mundo.Raymond Kurzweil ha propuesto teorías que expanden la Ley de Moore hacia modelos de computación que van más allá de los simples transistores y sugieren así un patrón exponencial de progreso tecnológico. Kurzweil supone que el mismo patrón de crecimiento cambia y que la aceleración aumenta hasta adquirir un patrón de crecimiento hiperbólico, lo cual permite trazar una analogía con el espacio hiperbólico de los agujeros negros. Este patrón culmina en un progreso tecnológico inimaginable en el siglo XXI, el cual conduce a la Singularidad: el punto en el cual el crecimiento se hace infinito.Kurzweil prevé que la especie humana está a punto de evolucionar artificialmente y convertirse en algo diferente de lo que ha sido siempre. La Singularidad ocasionará cambios sociales inimaginables, imposibles de comprender o predecir por cualquier humano anterior al citado acontecimiento. En esta fase de la evolución se producirá la fusión entre tecnología e inteligencia humana. Finalmente la tecnología dominará los métodos de la biología hasta dar lugar a una era en que se impondrá la inteligencia no biológica de los posthumanos que se expandirá por el universo. Kurzweil pronostica que el siglo XXI marcará la liberación de la humanidad de sus cadenas biológicas y la consagración de la inteligencia como el fenómeno más importante de nuestro universo. Las computadoras poseerán una inteligencia que los hará indistinguibles de los humanos. De esta forma, la línea entre humanos y máquinas se diluirá. Los implantes cibernéticos mejorarán a los seres humanos, dotándolos de nuevas habilidades físicas y cognitivas que les permitirán actuar integradamente con las máquinas.Esta perspectiva les resulta excitante a tantos humanos actuales como aterra a otros. ¿Cómo enfrentará la humanidad este cambio que ya se está haciendo presente? ¿Hasta qué punto puede un humano incorporar piezas o miembros electrónicos sin dejar de ser humano?Los nuevos contratos socialesSerá necesario establecer, en esta transformación del pensamiento social, un nuevo contrato social, entre empresas de tecnología informática y robótica, investigadores, firmas de producción de artefactos médicos, empresas de seguros médicos, y por supuesto, los pacientes, los futuros cyborgs. Pero también se establece un nuevo contrato de mutua dependencia entre las empresas nacionales y multinacionales proveedoras de Internet, entre los gobiernos suministradores de infraestructuras de comunicación, entre las organizaciones que pretenden regular Internet, y los ?cyborgs cerebrales?. Por el momento, estos contratos se mantienen relativamente tácitos. Es preciso explicitarlos, y para ello, es relevante la participación activa de los ciudadanos de la era de Internet.El contrato social que reconoce al cyborg como portador de una identidad explícita fue inaugurado con el documento otorgado a Neil Harbisson. Es el primero de su categoría en ser reconocido por un Gobierno, en este caso, el danés: "No estoy usando, ni llevando tecnología, soy tecnología", plantea Harbisson. (Infobae, 2018).La tecnificación de la humanidad, no afecta sólo nuestros cuerpos, sino nuestros medios de vida. Se estima que para el año 2030 más de la mitad de los puestos de trabajo actuales serán automáticos o habrán quedado obsoletos; tres cuartas partes de las 500 mayores empresas del mundo habrán desaparecido o habrán sido sustituidas por otras; el 60% de los empleos en que habrán de empeñarse quienes hoy se encuentran en la escuela o en el colegio no han sido creados todavía. Estas son algunas de las tendencias que se prevén como consecuencia de la cuarta revolución industrial. ¿Cómo afectarán al contrato social del futuro, definido como el conjunto de acuerdos implícitos y explícitos que determinan lo que cada ciudadano y cada grupo social contribuye al Estado y lo que recibe de él? Gustavo Beliz (2017) reflexiona también sobre la relación entre los actuales millennials con respecto a los nuevos tipos de trabajo y a las habilidades tecnológicas que requieren. Beliz indica la necesidad de pensar un contrato social tecnológico: sugiere imaginar paritarias con cláusulas de innovación, que comprometan a empresarios y trabajadores; construir métricas estadísticas que permitan analizar la automatización; rediseñar un sistema de transferencia condicionado de ingresos 2.0, vinculado a un gran esfuerzo de alfabetización tecnológica, en las profesiones que serán demandadas.Surgen, por supuesto, interrogantes no tan nuevos: Dado que no todos podrán pagar prótesis o complementos digitales, ¿La humanidad se fragmentará aún más, entre humanos modificados y portadores de deficiencias, como en el film Gattacca? ¿Los más ricos podrían prolongar indefinidamente su salud y juventud? ¿Quién es el verdadero propietario del cuerpo de un cyborg: el humano que porta las modificaciones técnicas, la empresa que los produce, o el seguro médico que las paga? ¿Pueden hackearse las prótesis o miembros cibernéticos?Pero este trabajo no pretende predecir el futuro: ¿sólo? desea sembrar nuevas dudas, que probablemente no podrán ser resueltas desde la ciencia, sino desde las políticas.