INVESTIGADORES
FINQUELIEVICH Susana
congresos y reuniones científicas
Título:
De las nuevas universidades a los nuevos saberes: Educación en la era de Internet
Autor/es:
SUSANA FINQUELIEVICH
Lugar:
Buenos Aires
Reunión:
Congreso; CONTEC 2001 CONSENSO DE TECNOLOGÍA EDUCATIVA; 2001
Resumen:
Una fuerte línea divisoria ha surgido en el mundo desde la década de los 1980s: la "brecha digital", la que divide a los ricos en información de los pobres en este insumo fundamental: a un lado están los que tienen computadora y formación como para usarla; al otro, los que no la tienen. A mediados del 2000, en la Cumbre de Kyushu-Okinawa, los principales países industriales crearon el Grupo de Tareas para la Oportunidad Digital (dotforce) para compartir las tecnologías de información y comunicaciones con los países pobres. ¿Cómo transferirlos sin que se conviertan en la ocasión de más negociados, de más políticas excluyentes para la mayoría de la población? ¿Cómo hacer para que no acentúen las segregaciones sociales preexistentes? Si los países en vías de desarrollo, y en particular América Latina, no se actualizan respecto de la "revolución informacional", sus economías y sus sociedades irán rezagándose cada vez más. La incorporación a la economía mundial ofrece, por cierto, la mejor esperanza de crecimiento, pero la integración mundial no se logra solo con la informática. Una tecnología, por sí misma, no es un pasaje mágico al desarrollo. La pobreza, el subdesarrollo y el mal desarrollo son el resultado de políticas macroeconómicas e industriales, de una distribución desigual de los ingresos y de infraestructuras de mercado defectuosas. De estos factores, solo el último podría verse beneficiado por la informática. Para aprovechar las tecnologías de información y comunicación o TIC, una economía requiere, además de una sofisticada infraestructura de telecomunicaciones, y de políticas de acceso físico y cultural a estas infraestructuras, progresos fundamentales en alfabetización básica y educación secundaria y universitaria, además de una sólida producción en investigación científica y técnica. También ayuda un régimen de regulación de los servicios de telecomunicaciones. Los gobiernos nacionales, regionales y locales también deben actuar en pos de la integración de las poblaciones a la Sociedad de la Información, así como también los otros actores sociales significativos: el sector empresario, el académico y el asociativo. Actualmente, las exportaciones de tecnología informática se han vuelto prometedoras en algunas regiones en desarrollo: la alta tecnología provee el 28 % de las exportaciones regionales de Asia Oriental y el Pacífico. En todo el Sudeste asiático, estas exportaciones promedian el 4%. La India marcha a la cabeza con un 10%; el año 2000, sus exportaciones de software sobrepasaron los 4000 millones de dólares (alrededor del 9 por ciento de sus exportaciones totales). En América Latina y el Caribe, la alta tecnología constituye el 12% de las exportaciones de manufacturas. En 1999, impulsada por las exportaciones de microchips, la economía de Costa Rica creció un 8,3%, el índice más alto de América Latina. Uruguay está apostando a la industria del software, atrayendo a su territorio a empresas argentinas por medio de beneficios fiscales. Si bien se debate actualmente si el rol de la producción en tecnología informática garantiza o no la disminución significativa del desempleo, es evidente que aumentar la cifra de exportaciones en insumos de alto valor agregado contribuye a los desarrollos nacionales. Pero para aprovechar totalmente los beneficios de la sociedad digital y disminuir sus costos sociales es necesario incrementar las inversiones en educación en general, en educación especializada, y reformular sus criterios. En 1997, en los países con ingresos altos, el gasto público en este rubro alcanzó el 5,4 por ciento del PBI; en los de ingresos medios, el 4,8 por ciento; en los de ingresos bajos, apenas el 3,3 por ciento, y en Mali, tan solo el 2,2 por ciento. A menudo, el gasto público en educación es regresivo: en Nepal, los gastos en educación pública destinados al 20 por ciento más rico de la población cuadruplican los destinados al 20 por ciento más pobre. Este gasto mínimo se transforma a la larga en una deseconomía de escala. Los costos de esta no-inversión son nada menos que la exclusión de la sociedad de la información. La falta de capacitación es un freno sólido contra el ingreso a la sociedad informacional. Es evidente que en condiciones de recursos insuficientes dedicados a la educación, de escasa capacitación científica y tecnológica, de falta de planificación e implementación e la educación específica requerida por la era digital, de ausencia de nuevos saberes, es extremadamente difícil integrarse a un modo de producción en el que el insumo más importante es la información y el conocimiento. La informática, por sí misma, es una excelente herramienta, pero es sólo eso: una herramienta. Sólo dará beneficios si se llevan adelante estrategias de desarrollo acertadas. Y actualmente, estas estrategias pasan en forma prioritaria por la educación, la alfabetización tecnológica y la formación permanente de la población.